Occidente contra la Tierra, defendida por los cantos y los pueblos aborígenes
Por: Fernando Rendón
Un ciclo parece cerrarse y un nuevo ciclo parece abrirse en la historia material y espiritual de la humanidad.
Es escandaloso el fracaso de la materialización del progreso humano. El progreso no ha solucionado las necesidades materiales de los pueblos. Occidente, con su máscara de Muerte, amenaza con escalar nuevas guerras regionales, involucrando ejércitos de nuevos países, en la antesala de una nueva guerra mundial.
Los grandes poderes asfixian las libertades individuales y colectivas y profundizan la miseria de cientos de millones de personas, acreciendo los índices de analfabetismo, de insalubridad, de ausencia de seguridad social, extinguiendo más fuentes de agua y especies de fauna y flora, lenguas y culturas primigenias, dirigiéndose al final del camino a destruir la cultura humana y la vida toda sobre el planeta.
¿Qué buscan y quieren, escalando su historia violenta e inhumana, con su tortuosa carrera espacial como telón de fondo? ¿Buscan huir hacia otro planeta, concentrando todos los recursos en sus manos para hacer posible una fuga, que deja exhausta a la Tierra?
¿O tal vez buscan desatar su bíblico apocalipsis, reduciendo la población humana al 10%, como lo planea el Club de Bilderberg?
Tenemos muchas preguntas, y muchas otras preguntas no han sido formuladas, pero las respuestas a todas ellas están vibrando en el aire.
Gigantescas maquinarias, expresión de la avanzada de la depredación contra la Naturaleza, aplican las orientaciones de las transnacionales: extraer todo el oro de la Tierra y los recursos naturales renovables y no renovables, arrasando las montañas, los páramos y glaciares donde nacen los ríos que sustentan la vida humana, para alcanzar el mayor grado de utilidades y riquezas. Nada les importa la catástrofe ecológica que dejan a su paso, ni las protestas de los pueblos que expolian, reduciéndolos a la miseria.
Las montañas, páramos y glaciales que las transnacionales dinamitan, son los lugares en los que habitan aún los dioses, con los que dialogan los sobrevivientes pueblos originarios, los dioses primordiales de cuyo diálogo con los humanos brotaron las primeras formas de poesía.
Las deidades hablan todavía, develando el pasado y el porvenir humano.
Según creencias indígenas, las deidades vivían en el principio con los humanos, y los animales eran nuestros amigos. Hablábamos la misma lengua. La poesía es el primer lenguaje que empleó la humanidad.
La memoria de las deidades, expresada en los mitos y en la poesía antigua, nos revela un sendero secreto, silencioso e inmortal, el camino que la humanidad debe recorrer para recobrar el gobierno sobre su propia existencia. El retorno a un mundo donde los individuos y los pueblos habitan y respiran el azul, aman, cantan y danzan, observando las leyes de la Naturaleza, deslizándose en armonía entre la Tierra y el Cielo, en la plenitud de la belleza, la dignidad y la verdad, en medio de la vasta y majestuosa serenidad de la existencia.
En todas las mitologías y literaturas originarias, nacionales y locales, se nombra y se canta el diálogo con las fuerzas sobrehumanas de la Tierra. De estas voces hablamos en este Foro y estas voces son la esperanza real de alcanzar una nueva humanidad.
El jefe indígena Seattle, en su célebre carta al presidente norteamericano Franklin Pierce, que le proponía comprar las tierras de su tribu Suwamish, escribió:
"¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Esa es para nosotros una idea extraña. Si nadie puede poseer la frescura del viento ni el fulgor del agua, ¿cómo es posible que usted se proponga comprarlos? Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo" Esto es lo que sabemos: la tierra no pertenece al hombre; es el hombre el que pertenece a la tierra".
La naturaleza sagrada de la Vida y de la Tierra ha sido menospreciada y violentada por Occidente, en tanto ha sido celebrada y venerada siempre en los poemas y cantos de los aborígenes de todos los tiempos.
Las voces aborígenes, individuales y colectivas, hablan hoy con gran energía a Occidente, como voceros de la Tierra, a la que todos debemos la Vida.
El pionero de la poesía aborigen en América fue el rey poeta azteca Nezahualcóyotl (1402-1472), de quien se conservan todavía 30 poemas: "Alegraos con las flores que embriagan, las que están en nuestras manos", escribió.
Desde hace 30 años hay un florecimiento de la poesía indígena escrita en el continente americano, desde la Patagonia hasta Alaska surgen nuevos poetas indígenas de gran calidad, cuyos cantos conservan la frescura mítica de la era primigenia. Desde el origen de la humanidad, en los tiempos de la milagrosa fertilidad de la tierra, la poesía fue la celebración de la existencia y de la unidad espiritual humana.
Actualmente desde el sur hasta el norte de América, los pueblos indios se movilizan, luchando por recobrar y defender la Tierra, amenazada por el capitalismo salvaje, y resisten preservando sus culturas, sus lenguajes, sus creencias tradicionales y sus plantas sagradas de éxtasis.
Por la fuerza de la palabra el hombre puede transformarse y transformar las cosas. La palabra es principio, humedad, fluidez, sangre y agua. Los chamanes encarnan los caracteres arcaicos de sus antecesores nativos: presiden las ceremonias de iniciación a través de la muerte simbólica y la resurrección del adepto, mediante danzas y cantos que aprenden de los elementos y de los animales. Viajeros del espíritu, ellos ascienden en un vuelo mágico a los cielos, para restablecer la comunicación entre los hombres y las deidades, entre los hombres y sus antepasados y para vigorizar los principios de la vida colectiva y el trabajo compartido, y el entrelazamiento de la comunidad con la Naturaleza.
Publicado en junio 17 de 2014.