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William Cliff, Bélgica

24º Festival Internacional de Poesía de Medellín
Fotografía de Steven Anderson

Por: William Cliff
Traductor: Frederic-Yves Jeannet y Mónica Mansour

Llegué hasta el final de la tierra
ahí donde el mar viene a golpear las rocas
miré por todos lados para ver
dónde encontraría algún reposo

estaba muy cansado por este camino
y buscaba un lugar para sentarme
entonces en medio de las nubes vi surgir
tu tono brillante en la oscuridad

caí de rodillas frente al mar
cuyos oleajes desgarrados se lanzaban
sobre este soclo erizado de murallas
y ahí como un niño abrí los ojos

a lo que salía del cielo tenebroso
al Norte al Sur al Este y al Oeste
la luz que llegaba se difundía
inundando la historia y sus fronteras

puse los brazos en cruz ante tu gloria
ofreciéndote mi rostro
como un óbolo a la furia del tiempo
lo sentí iluminarse por haber dejado

una máscara tan estrecha
y así al ofrecerme a las divisiones
del mar y de las tierras la visión
hizo estallar tu amor en mi rostro

aturdido y con los brazos en cruz
no sabía hacia dónde dirigir mi voz
para liberar la presión en mi torso
pero ahí tu trono con el empuje atroz

de las nubes arrastrando sus monstruos
permanecía como un sol en la noche

 

 

***


   Un albañil en la obra
        se acercó a ver el mar
Guantes pringados de yeso
        cabellos chinos y negros

   se acercó al mar sin verme
        y al verme se sorprendió
   de que hubiera alguien ahí
        sólo hurgué en mi bolsillo

   fingiendo que su presencia
         me era tan indiferente
   como las algas resecas
         vomitadas por la marea

    se quedó mirando el mar
          que rompía contra la arena
    y finalmente tranquilo
          él regresó a su tarea

    y yo me lancé a escribir
          para conjurar lo atroz
    octosílabos borroneé
          con la rabia de un loco

     el viento frío las moscas
           molestas dunas que carcomen
     pañales de niños la ciudad
           un decorado a lo lejos

     de cartón piedra los barcos
          se alejan y se hunden
     en la línea que separa

 

***

 

el lujo reemplazó a la verdad
cae la lluvia y se lleva los papeles
los desechos la basura la lluvia limpia la ciudad
se abre el cielo se puede caminar

abre también tu rostro a las manos del aire
camina y añora esos días pasados
con la máscara de la lluvia pegada
como manos que ensucian tu carne

tanta resolución cae en las alcantarillas
tanto deseo te persigue como un cáncer
con cada paso se te escapa el sentido
un muerto a cada paso yace ante tus pasos

el cielo se nubla una nueva lluvia se prepara
para hundir cabalmente esta cara del mundo
o si el tiempo no ha sonado aún
por lo menos la ciudad entera

su marea dejará grandes agujeros con
cuerpos extendidos en el fondo el tuyo el mío
volteando la cabeza hacia abajo en la salmuera
soñando con volver a ver el sol un día

el lujo sustituyó a la verdad
la risa de un motor grita en el zaguán
parpadea el flujo macilento de un viejo neón
que revienta uno por uno todos los ojos abiertos

escampa la lluvia y se desgarra el cielo
un sol tan brillante estalla en las ventanas
que pensamos que la muerte se fugó
con las aguas manchadas que corren por los ríos

quisiera detenerme en este punto
de la ciudad donde vagan mis pasos y se pierden
sentarme a mirar a la gente que desfila
una película sin fin un movimiento sin ser

pero vuelve la lluvia con sus cachetadas
y persigue a los paseantes y los echa
a las casas tan huecas y pequeñas
que el grito de los niños muere ahogado

el lujo sustituyó a la verdad
cada día espera al siguiente como un cazador
en su puesto detrás de un árbol
y sin piedad lo tira lo revienta lo desarma


 

***

 

Biblioteca real

A veces voy a cenar al restaurante de la biblioteca
que domina Bruselas. Veo la torre Martini
a mi derecha y luego el Manhattan Center y el Atomium
que brilla bajo el sol, el edificio Philips y
frente a mí, la flecha del Hôtel de Ville;
y atrás sobre la loma, la Basílica
del Sagrado-Corazón cubierta por una cúpula de bronce
con sus dos penes y glandes oxidados; a la izquierda,
humildemente acurrucada en los techos, la iglesia del barrio
donde vivo; y allá, ocultando casi todo el paisaje,
una barrera administrativa, cuyos dos pisos superiores
están aún desocupados; finalmente se yergue a lo lejos
la Tour du Midi. Esto es lo que veo, he aquí Bruselas:
diez siglos de construcción y demolición, diez siglos
de cópulas, procreaciones y cortejos
de hombres hinchados de su importancia, como esas torres
esas catedrales y nubes que se marchan en el día
(más de un lector cansado viene a ver la ciudad apagada
Y se vuelve a soñar sobre la barriga de una mujer encinta)

 

Michael from Seattle


por qué comes tu pan tan solo sentado en una banca
por qué me miras con ojos extraviados por qué
te escondes detrás de un árbol y no te puedo ver
por qué a las seis esta tarde cuando el sol está tan pálido
y tuve que correr en las calles para llegar a este parque
y los coches producen un ruido uniforme y el viento
ha caído pues todo el trabajo del día se acabó
por qué te quedas en esta banca picoteando tu pan
tan solo mientras que mis dientes también rechinan
     y duelen
por qué te escondes por qué dejarme en tus ojos tan sólo
el azul desamparado de las películas de horror en este
    gran parque
que desde hace tantos años ha visto pasar tantas
   existencias
¿por qué comer tu pan sin importarte mi presencia?

Otros poemas


William Cliff  (André Imberechts)  nació en Gembloux, Bélgica, en 1940. Poeta, novelista y traductor. Realizó estudios de Filosofía y Letras en Lovaina y de Español y Catalán en la Universidad de Namur. Raymond Quenau recibió sus poemas en la Editorial Gallimard y desde entonces lo alentó y promocionó.

Ha publicado, entre otros, los libros de poemas: Marchar al Carbón, 1978; América, 1983; En Oriente, 1986; Fiesta Nacional, 1992; Diario de  un Inocente, 1996; El Estado Belga, 2000; Adiós Patrias, 2001; El Pan Cotidiano, 2006; Inmensa Existencia, 2007; Epopeyas, 2008; Autobiografía seguida de Conrad Detrez, 2009. Novelas: La Santa Familia, 2001; El Pasajero, 2003; La Dodge, 2004; El Adolescente, 2005; U.S.A. 1976, 2010.

Entre los reconocimientos que ha recibido por su obra, se encuentran: Premio Maurice Carême, 1993; Premio Marcel Thiry, 2001; Premio Trienal de Poesía, 2004; Gran Premio de Poesía de la Academia Francesa, 2007, por el conjunto de su obra poética; Premio Roger-Kowalski, 2007; Premio Quinquenal de Literatura en 2010, por el conjunto de su obra.

Tradujo los sonetos de Shakespeare, El Infierno de Dante y otras obras de Gabriel Ferrater, Jaime Gil de Biedma, Brane Mozetič, entre otros autores. Yolanda Lorente Carrillo, en su ensayo sobre William Cliff, afirma: "Él es famoso por su clara y precisa expresión sin tabúes. Su poesía nació gracias a su deseo de libertad de expresión, el cual parece ser una denuncia contra esta sociedad hipócrita basada en mentiras y reglas impuestas por el hombre mismo, a fin de prevenir que sea libre. William Cliff utiliza formas clásicas de escribir sus poemas, llenos de una verdad abrumadora…”

Última actualización: 06/12/2024