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Literatura, política y la paz


Literatura, política y la paz



Lectura de Manlio Argueta en el Teatro Camilo Torres


Por Manlio Argueta
Laprensagrafica.com

Apenas he retornado del XXV Festival Internacional de Poesía en Medellín y II Cumbre de Poesía por la Paz y Reconciliación de Colombia. El suceso memorable me hizo recordar una frase de La “Montaña Mágica”, novela del premio nobel Thomas Mann: “Yo comprendo –acepta Hans Castorp– que en literatura lo importante son las bellas palabras; de la misma manera la política está ligada a la palabra, y así nació (en Grecia) la unión de la humanidad con la literatura, pues la bella palabra produce la bella acción”.

El autor alemán encontró la perfecta unidad de la literatura con las bellas acciones de la política; plantea un reencuentro entre la metáfora y la política para no continuar insomnes en tantas pesadillas de muerte.

Al mismo tiempo que redescubro esa frase de una de mis novelas favoritas de adolescencia, escucho al presidente Juan Manuel Santos refiriéndose al proceso de reconciliación en Colombia, dijo: “Debemos comenzar por cambiar las palabras cuando nos dirigimos a nuestros contendientes, ya no usando la voz peyorativa calificándolos de bandidos, sino por su nombre reconocido como grupo con el cual estamos dialogando”. (Repito de memoria).

Pero la modernidad hace difícil detectar las bellas palabras que neutralizan las feas acciones y poder arribar al diálogo con entendimiento, incluyendo sensibilidad frente a las víctimas del conflicto. Porque en una guerra, lo vemos todos los días en el mundo, la mayor parte de los caídos son civiles inocentes.

Varias generaciones colombianas nacen bajo el espectro de una guerra que este 2015 cumple 50 años, aunque ha habido esfuerzos para la reconciliación y la paz en esas cinco décadas. Pero la voluntad política no alcanza para desvanecer la acción bélica preñada de ideología. Cada una de las partes atribuye lo peor para su contendiente.

Es aquí donde debe jugar su papel la metáfora poética y la literatura, incluyendo la voz sagrada y filosófica. En El Salvador el magnicidio no perdonó la palabra y así se dio el principio de la guerra en 1980. Once años después acordamos la paz impulsada por el asesinato de los sacerdotes jesuitas que hizo vergonzosa la guerra. Culminaba así un proceso histórico de tragedias infinitas con persistencia eterna de problemas sociales.

En Medellín, desde 1991, la palabra busca insertar la bella palabra con un Festival de Internacional de Poesía que celebró sus 25 años de edad, “El festival lo inauguramos entre las balas, bombas y sabotajes; pero nada nos detuvo, un año alguien nos cortó la luz, y continuamos alumbrándonos con velas”, dice Fernando Rendón, director general del festival que con su equipo de poetas fueron creciendo en edad y enriqueciéndose de experiencia. Ahora, el festival alcanza cada año un público de 40,000 oyentes de poesía.

“Este año tenemos a 90 poetas de 40 países de todo el mundo, incluyendo Asía, África, Oceanía, Europa y toda América”. Incluye poetas de las etnias indígenas de Estados Unidos. “Nada nos detiene, queremos sentirnos merecedores del premio Nobel Alternativo que nos fue entregado en Suecia en el 2006”. Además, el Festival es Patrimonio Cultural de la Nación.

Paz es cultura y desarrollo. La propuesta de la poesía es la flor en el cañón, la paloma de la paz en el humo de la pólvora. La bella palabra expresa el deseo de incluir justicia social y educación, y cultura como eje transversal.

Recuerdo a propósito algo que se dijo en Medellín, los africanos fueron cazados como seres inhumanos, y así se les consideró por quienes los llevaron lejos de África; pero cargaron sus sonidos, sus ritmos, su infinita paciencia para convertirse en ciudadanos con derechos, calidad que sigue manifestándose en la música, en el deporte. Un proceso de recuperación de su etnia. Los esclavos tuvieron la “libertad” de expresarse cantando sus poemas y bailando. Su cultura no los dejó morir.

Entre nosotros, nuestros pueblos originarios no tuvieron la oportunidad de continuar lo que los distinguía: escribir poemas. La cultura náhuat es rica en poesía, quizás por eso los pueblos mesoamericanos escogimos ese género para manifestarnos en silencio filosófico y expresión profunda de sentimientos, emociones y conmociones.

Medellín nos da un ejemplo, después de ser “ciudad mundial de la droga”, y la urbe más violenta del mundo, hoy es la zona industrial más pujante de Colombia; además de considerarse una de las ciudades más bellas del continente americano, ave de esmeralda suspendida en el aire por hilos de lluvia y frío.

A los poetas de Medellín no les importó que el colombiano fuera calificado en Latinoamérica como sospechoso de ilegalidad, y decidieron abrigarse al calor de la poesía y alzar vuelo promoviendo su orgullo por Medellín. Recuerdo mi primera visita cuando los jóvenes me recibieron con sus camisetas: “Estamos orgullosos de ser de Medellín”.

Los medellinenses saben, al igual que Colombia, que el proceso de paz va más allá de las soluciones políticas y económicas. La buena voluntad para resolver esos problemas debe hacer de Colombia pertenencia de todos los colombianos.

Los colombianos recomienzan una y otra vez su afán de finalizar el conflicto armado. Y sorprenden con este Festival de Medellín que participa con decenas de idiomas: mongol, chino, vietnamita, inglés, alemán, japonés, etc... Lo mejor es la respuesta multitudinaria del público que se apropia de la bella palabra concluyendo convencido que esa voz contribuirá a las buenas acciones.

“Lo más valioso de la vida solo es visible al corazón”, dice El Principito. Incluye amor, sensibilidad. Por eso nos cuesta visualizar valores de honestidad, de honradez, bienestar social, reconciliación y solidaridad.

Los poetas de Medellín, la Revista Prometeo y sus organizadores me concedieron el honor de participar en la II Cumbre de Poesía por la Paz y Reconciliación de Colombia. “No te imaginas cómo nos has apoyado”, me dijo un poeta fundador de este festival. Hice lo que me tocaba: leer y conversar con el público. Esta ciudad de dos millones y medio de habitantes, presenta por veinticinco años, dentro de un marco sangriento de guerra, una humanización sin retrocesos.

Publicado el 27 de julio de 2015

Última actualización: 04/07/2018