25º Festival de Poesía de Medellín. Para un nuevo horizonte.
Por: Eduardo Dalter
Lectura de Eduardo Dalter en la Clausura del #25FIPM
El potencial mayor del Festival Internacional de Poesía de Medellín seguramente estribe en que la gente de esa populosa ciudad colombiana lo siente admirable y profundamente humano, y lo siente propio. Gente de todas las edades que se da cita en plazas céntricas, en auditorios, y en casas de cultura barriales, por millares, para escuchar a los poetas en sus poemas y en sus discursos encendidos en favor de la humanidad y de la paz.
Es verdad que se trata del trabajo arduo de un grupo organizador compuesto por poetas, con la experiencia ya de haber organizado 25 festivales con el mayor cuidado. Pero el crecimiento de estos eventos extendidos en el corazón de Antioquia ha sido una noticia cultural y social que ha dado varias vueltas al planeta y que parece elevar una firme propuesta ética labrada por numerosos deseos y numerosas voces.
Justamente en Colombia, que desde hace ya más de medio siglo se vino desangrando en una guerra intestina que no ha sabido de pausas ni de clemencias, con decenas de miles de muertos y con millones de desplazados y desarraigados. Justamente en Colombia, tierra de escuadrones de la muerte, pero también de notables poetas, y, sobre todo, de una población, una humanidad, que anhela reencontrarse sobre cauces ciertos.
“Seguramente la poesía no puede cambiar la vida, pero quienes la sienten y la viven profundamente acaso puedan hacerlo”, escuché decir a una muchacha en uno de los puestos de ventas de libros de poesía situado a un costado del Parque de los Deseos, a poco de comenzar el evento inaugural, que ya mostraba el paisaje singular de varios miles de personas sentadas sobre el piso y entusiastas.
Sin duda, ya hay resultados a la vista. De una ciudad que era el ancho epicentro de la violencia y lugar propio de un poderoso cartel que sembró muerte y desolación, a una sociedad, una comunidad, que se convoca para escuchar poesía, y donde los jóvenes siguen masivamente los entramados y propuestas de un festival poético y de su nueva cumbre poética por la paz, existe una distancia proverbial, que aguarda ser decisiva.
En todos los ámbitos del 25º Festival existió parecida expectativa y una mística intensa, así como el ánimo del público presente, desde el que pobló el auditorio de la casa de cultura de la cafetalera Fredonia hasta los docentes y alumnos del instituto San Isidro, del barrio Aranjuez; o desde los organizadores de la casa El Solar de Bucaramanga hasta los estudiantes que día a día aguardaban impacientes en el hall del Gran Hotel.
Sin embargo, aún queda mucho por hacer, por decidir, y las tratativas por la paz, cien veces trabadas y destrabadas, entre la guerrilla y el gobierno, por momentos parecen como minadas por el recelo y la desconfianza. “Otra sociedad, a la medida de la gente, a la medida de la gente laboriosa de Medellín; una sociedad civilizada, con poderes civilizados”, parece escucharse en los entornos del Festival, en cada mensaje.
De todas formas, los medellinenses, los colombianos, no se saben solos, sino formando parte de un deseoso mundo en crisis, y de un Tercer Mundo, siempre tenso, con serios problemas a resolver, y, cuando no, encerrado o acechado. “Otro discurso, otra mirada, otros proyectos, para otra realidad”, surge a modo de pregunta o de respuesta en algún lugar de mi cabeza, mientras sigo escuchando los versos de dos jóvenes poetas.
“En Colombia tenemos de todo –me dijo una vecina algo mayor a la entrada del Centro Comunitario Montoya, en la zona de Manrique, y donde en minutos comenzarían a decir sus poemas los poetas invitados–: escuadrones, guerrilla, latifundistas, y bases militares. A mí el cansancio me hace tener esperanzas…”, concluyó. En fin, hay todo un pueblo, que acompaña a este Festival, que vive y respira en estado de expresión.
Un pueblo despierto, que este julio tórrido recibió en su Festival a 89 reconocidos poetas de 40 naciones, que día a día se fueron derramando por los centros culturales de la ciudad y de los barrios para decir sus poemas, en un esquema de organización que a todos les resultó afinado y admirable. Construir la paz con poemas, con ejemplo, con multitudes, ciertamente es una buena noticia que hay que hacer correr por el mundo.
Buenos Aires, julio de 2015
Publicado el 28 de julio de 2015