Katharine Coles (Estados Unidos)
Por:
Katharine Coles
Traductor:
G. Leogena
Katharine Coles (Estados Unidos). © #25FIPM. Photo: Sara Marín
Antimanifiesto
Para Cindy Furse
No hay poema escrito por mujer que me disminuya.
Los poemas escritos por hombres los tomaré
Uno por uno. No ha existido poema que se haya tomado el puesto
Que era de otro poema. No ha existido poema
Que me haya forzado a escuchar. No hay teoría
Que no daría por una línea. No hay línea
Que no lanzaría por un mordisquito. Nunca he
Creído en el arte o su pureza. Creería
Si creer escribiera un poema. ¿De qué
Me serviría insistir? El mundo es
Su propia máquina. El mundo gira
Y vuelve a girar, y luego el mundo decide.
Cento desde varias fuentes no-poéticas
Una señal de peligro ha llegado a la consciencia.
Es un arreglo metafísicamente puntudo.
La claridad de la luz es el sueño de un astrónomo,
En su mayoría aleatoria, una casualidad del corazón. Cada escama
Y espinosa aleta está pulcramente articulada. Pero eso no es todo:
Un pájaro grande y solitario se desploma en línea recta desde el cielo.
El asunto no es lo que miras, sino lo que ves.
El ojo no es inocente, ya está comprometido.
Este poema fue hecho con frases de “Rebosado de Vida Trascendente” de Ken Johnson (NYT, marzo 29, 2012), “En el Bosque Acadiano” de George Makari (NYT, abril 16, 2012), “Carrera Asombrosa al Fondo del Mundo” de John Noble Wilford (NYT, diciembre 12, 2011), El Cuaderno de Henry David Thoreau (mayo 6, 1854), y Elizabeth Ironside.
Reloj borrado
Relojes que se piensa que tic-taquean
Pueden traer la muerte. Creencia
Fácil creció en el espacio
Que la incertidumbre dejó sin fundamentos. Nosotros
Como el tiempo, una ficción.
Un borrado desde Será Que Alguien Realmente Sabe la Hora? De Howard Mansfield NYT: marzo 10, 2011
Autorretrato accidental
Para Pam Balluck
El ser accidental empieza en el Tú, ese
Que un siquiatra podría llamar terminal. Podría o no
Valer la pena escucharle. Aquí afuera, en
El ya continuo y vasto, parece hasta
Más pequeño de lo normal, hasta más propenso
A ser expansivo y persuasivo. Sus circuitos neurales
Se aplican continuamente, sin importar
Cómo de frío esté o cuánto le duela
La luz a los ojos y luego, escarbando hasta
Lo profundo, el cerebro. Tun, tun, tun toca la luz
Menos cuando se incrusta, como lo hace
Todo, en olas. Aunque quizás no se da cuenta,
El ser accidental está bajo constante
Remodelación, entrando cada segundo
En una nueva relación, en la cual ni la revelación y ni
Siquiera la simple percepción se da nunca, aunque
Intentemos no perderla. Todos sus sistemas de órganos
Excitan, aún esos que nunca considera. Reorganiza
Y ordena. Todavía no le ha dado pánico. El ser accidental
Se hace el fuerte, se mantiene firme, se limita
A la ansiedad ordinaria, por único y
Específico que se sienta. Es un blanco en movimiento.
No sólo tener la sensación
1. Sino poder nombrarla, por lo menos las características que comparte con alguna otra sensación que ya conoces.
2. Como el virus que nunca has visto, iluminado desde atrás contra la filmina del microscopio: encuentra una protuberancia conocida o un sendero de pelos, una semejanza a la cual engancharlo, para extraerlo del mundo subterráneo, donde todo vive hasta que tiene nombre, a este mundo.
3. De otra manera, la sensación, el virus, ese pájaro volando no a través del aire sino del agua, es el fantasma de algo.
4. La mujer del crucero dice, no tengo palabras para este sitio. Ninguno de los superlativos sirve.
5. Sobre el agua, con dificultad puedo distinguir una isla de la otra, hay tantas para aprender, ni distinguirlas del punto donde se asoma mi pequeño hogar—hasta que digo ahí está el glaciar, y me reemplazan.
6. Desde allá, conozco Cormorant, El Viejo Palmer, Jacobs. Este tiene pájaros, ese topografía, y un iceberg que llamamos Mark Wahlberg deja que el viento lo lleve donde quiera.
7. Aquí, en la estación, el cielo llena toda la ventana, igual lo hace el océano, y no hay nada que podamos hacer al respecto.
8. La ventana pone un límite.
9. Afuera, en el corredor, un chionis alba merodea, pareciéndose a Winston Churchill. El glaciar
10. Cicla por sus actitudes, esta azul.
Problemas de descripción
en el lenguaje de descubrimiento
Con disculpas a Gillian Beer, de quien robé este título, y a Ken Golden, matemático
Primero, hay lo que uno puede hacer con una regla
Sólo tan preciso como tu mano que la pone
Al lado de inclusiones, cristales de hielo que se derriten, sorprendentemente
Parecidos al nivel abstracto, cualesquiera sean
Sus particularidades únicas. Cuando olas
Mueven el barco, tu mano se desliza también. Hay
Lo que puedes hacer en nieve. Hay
En fuego. Lo que puedas decir
Acerca de algo de todo esto en números: digamos 5, operando
Su propio conjunto de reglas, con magia
Plumas revolotean desde tu manga. El cambio,
Repentino, donde el hielo se vuelve no del
Todo hielo.
Permeable.
Me disculpan:
El matemático, no el poeta, fue el que activó la palabra
Magia, sacando el número
5 ¿desde cuál sombrero exactamente? A diferencia del poeta, él si ha estudiado
Teorías de filtración por décadas, cabeza
Metida entre la luz de la lámpara y los números, considerando
Cómo todo cede, en
Qué momento. Moliendo los números
De nuevo, subyugándolos. Uno podría decir que no inventa
Nada, sólo observa, crea sólo
Modelos de lo que ha visto, si no lo has visto
Girar la mano. ¡Tada! Hace un momento
Estabas sobre tierra firme. Ahora
Miras hacia abajo y ves el agua subir
Por encima de tus botas. Hielo
Bajo tus pies parecía así de firme
Hasta que miraste hasta el horizonte,
Deslumbrada, y viste como arqueó. Medible
Ondulación. Sigue observando la mano que te gira
Hacia la distracción. Dado
Todo lo que sabemos acerca de
(continuado, espacio)
Caminar sobre el agua, ¿por qué les creemos a
Nuestros ojos? ¿En tierra firme? -5° centígrados, digamos. Una fracción de
Salinidad de 5 %. Si números aparecen desde el aire, dorados
Lo que sea cede, hielo o tierra. No estoy aquí
Ni para encantar ni conjugar. Sólo observo.
Como si, al saber a qué llegan los números,
Pudiera contarte cómo es que significan.
Antártida, 2010
Muéstrame
Por Katharine Coles
Traducción de Arturo Fuentes
Manifiesto. Una indicación. Una proclamación. Una lista, hacer visible a través del lenguaje lo que de otro modo estaría oculto, por decir, bajo cuerda.
Claramente revelado o abierto a ser visto—o a revelar, hacer obvio. Para desplegar, comprobar, revelar el ser mientras existe. Para enumerar, opinar.
Nunca he sido una escritora de manifiestos—sólo una escritora de poemas, una atenta lectora y observadora de poemas, y, espero, una detallada lectora y observadora del mundo y sus habitantes, humanos y otros, a quienes quiero manifestar en mis poemas, hacerlos manifiestos, comprobar. Esta es la sociedad de los poetas—o al menos de esta poeta. Desde mi pequeño punto de vista, veo que el mundo y sus criaturas son frágiles y obstinadas, imbuidas a la vez de belleza y crueldad que rompen mi corazón, y que todo, de la flor efímera a la libélula hasta la roca de granito, sufre, aguanta, el constante cambio dentro del tiempo. ¿Quién soy yo para imaginar que podría ser tan segura y firme como una montaña? Soy tan provisional como cualquier cosa, sujeta a, y parte del cambio que ocurre a mi alrededor, todo para mí, pero pequeño en relación con el todo. Me corresponde ser consciente de ello. Si tengo que erosionar, también puedo construir.
Para mí, entonces, en el corazón de la poesía están atención y percepción, y cómo atención y percepción alteran ambas tanto al perceptor y a otra -llamémosla lectora- que entra y participa en la percepción mientras entra en vigor en la página. El lenguaje es el medio y el sitio de esta entrada; el lenguaje que dirige la atención, es donde la atención se dirige, y es donde se comparte la percepción y las transformaciones que se deriven de ella.
Dado el funcionamiento del lenguaje, la conexión con el mundo y con otros fuera del ser del poeta es inherente a la práctica de la poesía—este movimiento empático, a veces caliente y a veces frío, es su razón de ser, su método y su corazón ético. La conexión poética se produce a través de la conversación de la poesía, en argumentación y confirmación, no sólo con el gran cuerpo de la poesía—cada poema, cada poeta— sino también en sus cifras y en la empatía que crea entre el poeta y los otros, los que ahora viven y los que vendrán. Esta conexión debe ocurrir independientemente de la temática del poema o de su posición retórica, si su técnica y la transmisión de sus mensajes son directos o indirectos, ruidosos o susurrados.
Debe ocurrir porque sin conexión y empatía el cambio es imposible.
Esto es cierto para mí, y quizá para otros también. El poema provee el espacio en el que el cambio se realiza, en el cual al escribir no sólo permito al mundo efectuar su cambio sobre mí, sino que también viene a aprehender el cambio, en el cual la lectora a su vez permite que su propio cambio se produzca y se acomode. El poema extrae desde el pasado escuchando, leyendo, haciendo eco, y repudiando viejas voces continuas; alcanza el presente y el futuro a través de sus propios lectores, que realizarán sus actos particulares de escucha, lectura, haciendo eco y repudio. Incluso el repudio forja las cadenas de la conexión. Esta conectividad esencial existe, sea la poeta consciente de ello o no, y es social y política si ella se despliega intencionalmente hacia la sociedad y la política. Sin embargo, para que ocurra la conectividad, paradójicamente, el poema debe vivir no sólo en la poeta y su momento, sino también de forma independiente. Para tener éxito en última instancia, el poema debe convertirse en su propio ser, sujeto como el resto de nosotros a cambiar con cada encuentro. El cambio se produce cuando el poema conecta a la poeta con el mundo a través de la percepción y el pensamiento; como el poema se conecta con el mundo de la poeta y el mundo de la poesía en conversación consigo mismo; como el poema conecta al lector con todo lo anterior.
Observar, percibir cercanamente y con precisión y luego recrear esa percepción para que un lector pueda participar de ella, es, creo yo, profundamente ético, incluso transformador. Mi propia práctica, mi ética, es mirar, pensar y promulgar mirando y pensando en el lenguaje para crear la experiencia que permitirá a un lector llegar a su propia posición. Quiero moverla a ella, sin duda hacia la aprehensión, quizá en la acción. La acción que tome depende de ella.
Del mismo modo no me atrevería aquí o en otro lugar a decirles a otros poetas cómo crear resonancia ética entre sus poemas, los cuales vienen de ese lugar donde sus mentes singulares se encuentran con el mundo, y el mundo más allá de los poemas, o lo que la resonancia debe efectuar en el mundo. No es para mí decirles a otros poetas qué mirar ni cómo; ni siquiera es para mí hablar de mis propios poemas. Eso lo dejo a los lectores. Es más bien para mí, ser la lectora más abierta que pueda a otros poetas, ávida de que me muestren algo, sujeta a ser conmovida como me gustaría que mis propios lectores lo fuesen.
Que la poesía de la tierra cese, espero, nunca.
No puedo moverme a menos que me conmuevan, no puedo cambiar nada a menos que yo cambie.
En un momento dado, puedo ser obstinada, pero descubro que no estoy necesariamente aferrada a las opiniones de ella. Mientras el mundo cambia ante mí, mientras mis poemas cambian ante el mundo, yo también cambio.
Por lo tanto, no sí, sino, sino más bien que sí, y esto, y esto.
Katharine Coles nació en Estados Unidos. Es poeta, narradora, novelista, editora, ensayista y profesora universitaria de Escritura Creativa y Literatura en la Universidad de Utah, donde además dirige el Simposio de Utah en Ciencia y Literatura.
Ha publicado, entre otros, los libros de poemas: La caricia indicada, 1992; Los años dorados de la cuarta dimensión, 2001 (Ganador del Premio al Libro de Utah); La falla, 2008; y la Tierra no es plana, 2010, producto de un viaje a la Antártica, becada por el programa de escritores y artistas antárticos de la Fundación Nacional para la Ciencia. Según James McClintock “La Tierra no es plana de Katharine Coles captura la esencia de la Antártida a través de sus maravillosas representaciones de múltiples formas de hielo, la rica diversidad de la vida marina, y la gente que se labra una vida de ciencia en sus costas. En conjunto los poemas pintan una historia conmovedora y profética, no sólo de la belleza cruda y desafiante de este notable lugar, sino de la interdependencia del hielo y la vida en un entorno rápidamente cambiante”.
Sus poemas, ensayos y relatos han aparecido en revistas como The Paris Review, The Gettysburg Review, Poetry, North American Review, Southwest Review, DIAGRAM, y Ascent, y han sido traducidos al italiano, holandés y chino. También publicó las novelas Estación de fuego, 2005 y El mundo medible, 1995.
Katharine Coles´s page Poetry Foundation
Walking the Glacier Katharine Coles´s page. Readthebestwriting.com
Katharine Coles´s page Redhen.org/
Courageous Conversations with Katharine Coles Whitworth University
Three Poems By Katharine Coles Terrain.org/
Poem "Antimanifesto" by Katharine Coles Connotationpress.com
Poet Katherine Coles to read in Casper Star Tribune
Articles by Katherine Coles VAR online.org
Publicado el 3 de abril de 2015