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Ivo Svetina, Eslovenia

Por: Ivo Svetina
Traductor: Guillermo Martínez para Prometeo

Ivo Svetina (Eslovenia) en la clausura del © #25FIPM. Photo: Sara Marín
Ivo Svetina (Eslovenia) en la clausura del © #25FIPM. Photo: Sara Marín

 

 

Poems Lyrikline

 

EL ESCARABAJO SOBRE EL ABDOMEN DE LA NIÑA

 

1.
El poema no tiene plan; solitario bajo desesperanzados
cielos abiertos que nada me piden,
te recuestas donde te enrollaste en la orilla que amas,
probando la elasticidad de la piel
y la fuerza de tus sueños:
imágenes que pasan navegando los ojos indolentes.

 

A mi izquierda está un campo, donde las ovejas con costras de excrementos
se acuestan entre flechas doradas;
a mi derecha está la paloma inmortal de nuevo,
una princesa desciende las escaleras del ciprés.
Contra los cielos orientales se inclina un hotel,
de blancos salones y camas hechos de concha de perlas.

No penetraré todavía, ya que requeriría-
una virgen cuyos senos nunca hayan estado henchidos de leche.
Soy solamente un niño para pastar sobre gordos,
 blancos cuerpos femeninos,
con hocico y cascos en la vagina y el ombligo.
Con una lengua trífida para suavizar tales tejidos,
y aún más la mustia y erizada piel.

2.
La gata, balanceando el secreto de la inmortalidad
 incluso en el Antiguo Egipto, inconstante,
adulando a todo el mundo, infiel, bien pudiera ella
dormir bajo tu pecho, siendo tan cálida
y dócil,  se escabulle hacia mí, imitando un tigre:
para absorber a plenitud mi perfume , con el que
me empapé a las ocho, a tu lado en la cama vacía:
los labios deslizándose sobre el blanco esmalte de los dientes,
todavía con aquella sonrisa de la noche.

Con mi palma bajo su panza la levanto
una cosa sin peso, un puñado de selvática memoria,
la que, junto a este estanque de fondo turquesa,
parece una postal de un balneario asiático.
Con garras tan rosadas como la lengua de un bebé
la hija de Cleopatra toca mi corazón,
que emerge para que pudiera calmarse
en la tibieza y el aliento de la brisa.

3.
Desde que he estado aquí, no ha trascurrido una hora,
no obstante he vivido mi vida entera,
que no vale casi nada, con deseos,
en demasía, amontonados.

Espero la primera noche para desprender tu túnica
y mostrar, a todos los impacientes, las estrellas
salpicadas como arena sobre el frío mármol,
aún llevando sus huellas
quien enjuaga sus pies con las lágrimas de niños no nacidos,
hacia  los  coros  arriba en la oscuridad
tan de terciopelo desde aquí como una tumba de arándano.

4.
La gula de las bestias nace en una soledad
en la que el hombre nunca encuentra su camino, pues todo a su alrededor
no es sino placer y  alegría,  vino y mujeres
abandonándose al sol, despertando celoso hedor.

La mano no es una garra, modelada por la naturaleza
a imagen de una suave muerte que descansa
en su secreto regazo:  se ha vuelto fatigada,
arrastrándose a través de los tiempos como por entre
bosques de bambú, bordeados de escultóricas caderas.

El cabello recién ungido de aceite, no es la piel,
para que la mirada resbale más suavemente hacia el jarro
de tejido delgado que oculta mi deseo cuando la noche extiende su sábana
y yo, un forastero,  entro a la tienda para obtener satisfacción.

 

*

 

Para un poema basta un presentimiento, hermoso como una
silenciosa tortuga alimentándose, animal luminoso, de sublime
blancura que ha crecido en su cuna de dibujos de sangre,
en el nido de la luz y del silencio eternos, oculta bajo una
mano de oro. En el palacio negro de tu ojo
leo el poema. ¿De dónde vienes, suave concha del universo?
En tu cuerpo estelar duerme el brillo tenue de la pintura italiana,
la milagrosa profundidad de la geometría metálica
bordea a la gente, a los ángeles, a los animales y a las tierras.
Anuncias los dones de los sabios, el rubor acaricia
tu pecho, tu pelo, pavos reales de largas colas sobre el cielo del mediodía.
¿De dónde vienes, concha azul del universo?
En los lirios que son barcos en los espejos de las cerezas, largos
largos brazos, fragantes con el vino que sale del pecho joven
de la Madona. Tus labios queman venenosos,
nace la luz, la azulada habitación de la lengua.
¿De dónde vienes, gran concha de Botticelli?

De Botticelli

 

*

 

¿Son éstos los gritos de un gato agonizando? ¡No!, eso no es
la voz de la muerte adueñándose de un dulce gatito.
Es un papagayo real, un ave del paraíso de larga cola y blando
pecho, el que tanto grita, el que llama y pregona que
la jungla se abre bajo los golpes poderosos del machete.
Abre su pico de piedra cubierto de madera joven
y dilata sus esmeraldinas cuerdas vocales, gélidos ratones muertos,
aprieta su garganta púrpura, y nos llegan voces cortantes del
Paraguay, a través de kilómetros y kilómetros, y en forma de
briznas mortales se filtran en nuestro cuerpo y envenenan
el tejido con cuentos de hadas suramericanos; mañanas a través
de la lluvia, salpicadas de rocío hirviendo, serpientes borrachas
cuelgan de los árboles y en la lejanía oscura y fuertemente
fragante se mueve una grey de osos hormigueros, se abren las
flores caníbales, plantas carnívoras, rosas furiosas, el manto
cardenalicio de un sombrero de medialuna español, el escudo del
manantial solar en ebullición, silenciosas selvas ardientes,
puertas grandiosas del aire , por las que pasa volando en las alas
de los insectos una tropa irisada de jíbaros, indios de cristal
que lanzan niños como alimento a las pirañas.

De ¡Vuestro amor al partido, padres! La muerte heroica de la vida…

*

 

Allí, donde empieza tu vena de mi cuerpo,
allí, donde nace el arte de constelar tu cuerpo,
allí, donde te inclinaste en mi poema, en la hermandad
de las letras negras y doradas de mi cuerpo,
en la habilidad de escribir cartas de tu cuerpo;
allí, donde pusiste las manos en la Lesbos fragante de mi cuerpo,
en la vidriosa rojez de las ricas, argénteas y negras flores
de tu cuerpo, que caen,
allí donde diste a luz la Roma de mi cuerpo;
con el sol de un palacio construido con la fragancia de las glicinias
en flor coloreando la academia española de tu cuerpo;
te abriste, allí, donde pasta la gacela de tu cuerpo,
el color de mi cuerpo, el maduro jaspe desde la sombra de tu
cuerpo abierto, cuando besaste mi pene que se enrosca alrededor
de las aguas de tu cuerpo tierno y gestante.

De Yoni

*

80

Sólo a ti te doy estas pobres palabras
que jamás me elevarán
pues de mí para ti son estas voces,
con sus vocales engarzadas en una melodía.

Sólo por ti tejo con estas estrofas de un lenguaje
infantil que al sol se funde como un monte
argénteo y se evapora antes de que el barro se haga piedra,
y su rostro queda liso y sin huella.

Llegas con el viento de la meridional casa celeste,
el color de la joven tinta de Petrarca, y con Laura
gozas de la fama en el escrito nombre del amor;

llegas en una carta, y en el sueño siento cómo me roza
el eco mudo de tu cuerpo, tenue y flojo,
como el rostro dorado del frío espejo.

 

De Dissertationes

 

 

Una piedra, aún un niño por dentro, el nido de un lenguaje secreto,
detrás de un visillo de aire, un paso que procrea en un corazón hueco.
El día, aún un océano en el ojo,
una llama aún leña en el fogón,
que, animal fiel, lame el poema, y el aceite tiembla en la oreja.

El niño, aún un dibujo del hogar,
el punto aún cálido bajo la mejilla
que, para nosotros dos sin nombre en el alba,
es una corteza de pan.
La sangre que cambia sale de mí y me hermano con mi fin,
y así compartimos el trabajo y los sueños, el vino y la mujer.
El niño, aún la muerte en la sombra, que canta como la casa de una
letra en la flauta de un verso.

El niño, aún una piedra en la gota del alma,
de la que bebe el ser mismo
del dolor y de la sed, bruñido en un cuerpo de agua, que te ha lavado
y te ha nombrado, y hueles mejor que la parturienta y clavas tus ojos
en la orilla del veneno que acaricia el principio de tu nombre.

La piedra, aún ciega en la ceniza blanca, que oscuridad exhalas
en la profundidad,
y el cielo te coloca en la serpiente, así te desarraigaré ligera semilla
entregándote a la palabra como regalo un barco a la superficie que
no es de agua,
ni de fuego. Has venido de lejos, a la lejanía destinado:
tejido que ve las manos del tejedor, pan que oye el grano de trigo,
animal aún no nacido que siente el olor de su amo.

El niño, ya un poema dentro de mí, que yo, la novia, me visto.

De Bulbul

 

*

 

La golondrina

 

“De una a una vuelas, golondrina,
a morir por mí. Sin semilla una piedra
nazco. ¿Y qué vida
has sembrado para mí?

“Por las lágrimas andarás como un caracol. Sin
la Virgen, y eternidad en la lluvia
me visitarás, cuando fuego tu hijo duerma.

Anido en la gotera de tu tejado
sin casa; alma en forma de oreja
hacia el cielo aguzas el oído,

carretera polvorienta, sobre la que hacia el sur
vuelo para el tiempo que piedra eres,
en la lluvia segarte.”

De La Virgen y los animales

 

 

 

Arabesco

Aga Mirak pintaba aves y flores, el agua y al soberano. Sólo a ella, a la única que podía yacer en la cama del soberano, le fue prohibido representar. Pues lo habrían castrado. Pintaba y pintaba arabescos, milímetro a milímetro, cubría de pintura las figuras trazadas, y, en ella, se despertaban las aves y las flores y el agua –pero el rostro del soberano no aparecía ya por ninguna parte. Pintó durante meses, con insistencia, sólo durante la madrugada, cuando dormían aún tanto los trabajadores como el soberano. Y una mañana, el tercer día del sexto mes muy temprano se terminó, el arabesco y allí estaba ella, la imagen de aquella por la que lo habrían castrado. Fatigado, se durmió sobre ella, con el rostro sobre su vientre, arañado por el anillo del soberano. Entonces el soberano se despertó y, en su cama, a su lado, estaba el arabesco con la imagen del laberinto floral en cuyo corazón se había perdido, para siempre, aquella, la única que podía yacer en la cama del soberano.

De Manuscritos cantados

*

70
Yo al bosque, el gorrión a través, y delante
de un árbol de cuyo nombre ni clase
estoy absolutamente seguro –pero es casa
del gorrión –nos encontramos- dos cantantes.

El gorrión, que aún no ha visto arder la madera,
no sabe que quiero ver el poema de su
vida cantante que ya por sí sola es
un canto –y, para mí, una maravilla,
que se revela en el viejo sabio:

no se ha hundido en la nada él, a quien ven
como uno –el cantante. Yo fui quien perdió
la razón, de pie a la sombra de su casa,
más extensa y armónica que cualquiera
de mis poemas y de la extraña sabiduría.

De Almagesto


Ivo Svetina nació en Eslovenia el 9 de septiembre de 1948. Poeta, dramaturgo, traductor y autor de libros para niños. Director del Museo Teatro Nacional de Eslovenia. Ha publicado más de veinte libros de poemas, entre ellos: Disertaciones, 1977 y Lesbos, 2005 y ha obtenido numerosos premios por su teatro y poesía, entre ellos el Premio de la Fundación Prešeren, 1998 y el Premio Jenko, 2002.

En su ensayo ¿Por qué insistir con la poesía? Nos dice Ivo Svetina: “En una palabra: no ya más estética sino ética. ¡Ética sin moral (lizar)! Esta es la tarea esperando a los poetas, esos poetas que agarrarán el significado del ‘horrible trabajadores’ de Rimbaud, quienes en un esfuerzo por ser visionarios, incesantemente ‘disuelven’ todos sus sentidos, en el día y la noche, en el sueño y la vigilia. Es solamente con el aniquilamiento de osificadas concepciones, emociones y pensamientos, ideas y prácticas, que la poesía adquiere sentido y es capaz de pronunciar la verdad de los mundos de hoy y mañana.

Por lo tanto es esencial que la poesía debiera persistir, no permitiéndose ser borrada del hogar del hombre, desde la casa del Ser, y eso, incluso al costo de un esfuerzo sobrehumano, debería engendrar una nueva poesía –una poesía que sea tanto poema como pensamiento una vez más, cuando poesía y pensamiento se reúnen. Y entre más lejos, más alto y más profundo el alcance del pensamiento,  más fuerte, más poderoso el poema.

Publicado el 24 de junio de 2015

Última actualización: 09/01/2022