William Alfaro (El Salvador)
Por: William Alfaro
En ningún lugar del mundo
Yo te pensaba distinta,
y cuando digo distinta, me refiero a que llevarías unas alas blancas,
atrás, en la espalda.
Te pensaba como un ángel o una ángela,
o como una flor, como esos lirios, que tanto me fascinan,
pero no eras así como sos.
Eras distinta, te faltaban los brazos y las piernas, los labios y los ojos.
Tus palabras eran mudas.
Eras tan diferente,
y te esperé tanto tiempo que me dediqué a robar pequeñas piezas,
parecidas a la que eras, pero no encontraba.
Y así fui armando a quien no soñé,
un artilugio de seres revueltos en mis pecados,
espectros que me perseguían con almanaques hechos polvos,
máscaras siniestras que buscaban mis costados.
Yo te pensaba distinta y te construí distinta,
con guijarros de oscuras mariposas,
te bañé con mi angustia,
te besé y envenené a la que serías,
A quien esperaba.
Mas en esta hora que vienes a reclamarte tal cual sos,
y veo en los bocetos que la silueta es la misma,
me doy cuenta que estabas adentro de mi,
adentro de mis venas,
las que te esperaban como ríos subterráneos,
como fuentes interminables.
Eres tan distinta a quien imaginaba…
Y qué bueno,
qué bueno encontrarte diferente,
tan cerca y tan distante,
aquí,
en ningún lugar del mundo.
La locomotora de los sueños
El réquiem comienza a sonar a las cuatro de la mañana,
mientras,
las bestias leen estremecidas en la recamara.
Aquí todos duermen,
hasta los pájaros
todo es silencio,
a veces,
sólo a veces
se escucha una leve tos de Maya en el cuarto contiguo.
Boccanera lo dice todo esta noche,
afectuosamente se despide de Teillier,
mientras la locomotora atraviesa un sueño
y otro anidado en el insomnio.
Yo tengo los nudillos torturados e insomnes
y un presentimiento capaz
de despertar a San Salvador por entero.
El rostro del antípoda
A Marcela y Maya, mi rostro duplicado.
Marcela pensaba que las palabras se formaban de pequeñas estrellas,
astros azules perdidos en las noches de los niños.
Maya creía que los colores fueron creados por una aurora
que se fue congelando en un rincón del planeta.
Yo pensaba diferente a ellas.
Afirmé que las palabras eran flechas-serpientes lanzadas por la muerte,
desesperadas mariposas que huyen de los sueños,
Supe, desde un inicio, que los colores no serían más que el negro, el rojo y el amarillo.
La noche que nací lo supe, oscura lengua del destino, sangre derramada en sus ojos, en una pálida flor del olvido.
Ellas saben más que yo, como por ejemplo, hacerme creer que estoy equivocado.
Poética imperfecta
comenzó al borde de la cama
en la ciudad equivocada
tenía unas rosas marchitas
en un florero de cartón
por las noches tejía
con sus venas un abrigo para el verano
coleccionaba quebrantahuesos
y palabras prohibidas por Dios
un día palpó bajo su falda
le agradó el olor de la tinta fresca
y se quedó a dormir
cuando despertó
«la muerte era la vida entera»
habían libros rotos
y papeles dispersos
puertas y ventanas abiertas
ella estaba desnuda
como la primera vez
como cuando tuvo sueño
y mordió su carne
y bebió su sangre
como cuando fue un crepúsculo
golpeando la puerta de su vientre.
Reseña
Yo nací en una ciudad llena de sombras, cadáveres y gente alegre, eternamente alegre.
Apenas abrí los ojos, me sorprendió una guerra.
Observé a mis hermanos devorando los huesos de mis hermanos.
A los hijos atacando a su padre y su madre, a la tierra tragando polvo y lodo.
Adelante me atraparon tres terremotos, un huracán, y enormes tormentas que vomitaron de sus entrañas a mis hermanos asesinados.
Luego, un hombre me llamó con un libro, un libro abierto con las páginas corroídas que escapaban como murciélagos, buscaban la clandestinidad y el olvido, pero nadie las olvidó, nadie.
Ahora, un volcán despierta sobre mi estómago, somos sombra nuevamente, tímida y callada sombra que espera una luz que iluminé nuestra tiniebla.
Yo vivo en la ciudad que nací, cuento los sismos y la lluvia con los cabellos de mis hijos.
Ellos nacieron en una ciudad llena de sombras, cadáveres y gente alegre, eternamente alegre.
El elegido II
Ya vez, nos vencieron
ahora baja de esa cruz
y sígueme
Metáfora sexual
Y sueñas a mi lado, duermes.
La sábana dibuja tu esencia desnuda,
senos cubiertos por el aire,
carne revelada por la luz.
Mis ojos cruzan los senderos del lienzo,
las fronteras de tu piel.
Tu cuerpo es una tierra habitada por mi cuerpo,
un presagio de las manos,
una voz nocturna, eco constante.
Viajo por los resquicios de la noche.
La boca entreabierta de los fulgores
susurra una inmemorial letanía de amor.
Traduce en gemidos el lenguaje de los cuerpos.
Tú y yo, apenas un sueño,
la prolongación de los tiempos.
Carne reencontrando carne,
"je vais et je viens".
Tú me buscas,
me encuentras,
volvemos.
Sueñas a mi lado,
y yo,
sueño con un sueño.
William Alfaro nació en San Salvador, El Salvador, en 1973. Es poeta, escritor y periodista. Integró el desaparecido Taller Literario El Cuervo, miembro de la Fundación Cultural Alkimia y del Proyecto Poético Multimedia El Verbo en la Ventana. Además de crear Los Miércoles de Poesía, de la Peña Cultural Los Tacos de Paco, fue jurado de distintos certámenes poéticos e impartió talleres literarios a niños, jóvenes y personas con discapacidades auditivas y visuales. En 2012, junto a un grupo multidisciplinario de artistas fundó el Movimiento de Artistas Independientes de El Salvador (MAI).
Autor del libro de poemas Proclive, de varios poemarios inéditos y de las plaquettes Déjà vu y Ciudad Amenazada, parte de su poesía ha sido musicalizada y publicada en antologías de varios países de Latinoamérica y Europa. Ha participado en los más importantes festivales poéticos de Centroamérica y las lecturas de sus poemas lo han llevado a México y Estados Unidos. Participó con una selección poética en el número 739 de la revista literaria española Cuadernos Hispanoamericanos.
Coordinó, con el poeta Jorge H. Aguilar, el taller de poesía Vorágine, del departamento de Idiomas de la Universidad de El Salvador.
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Poemas y nota bioblibográfica Artepoetica
Publicado el 13 de abril de 2016