Luz Dary Peña (Colombia)
Por: Luz Dary Peña
Malestar y espanto
Amanece.
Baja un ruido desde la oreja.
Duermo a los gatos, sacudo la cama,
y se asustan las hormigas.
Los pies con manos parecen otro cuerpo.
Ese hombre y yo.
Ese otro y yo.
Sepulturera, desorganizo los días.
Sube el agua, baja la espuma,
se deslizan las cuchillas.
Los dedos callan, y no saben dónde.
Comulgo en un instante manzanas,
proverbios, nueces en polvo.
En los zapatos crecen las uñas.
Alguien que tiene ojos me ha visto:
soy la mujer que simpatiza con los muertos
que a esta hora despiertan.
La mecanografía de los pájaros
En los esqueletos de los pájaros enanos
se va la infancia de este día.
Saint John Perse
Bendigo la gloria del rostro más sencillo,
el desamparo del rostro, el rostro de las contiendas,
los dedos agazapados en todos los idiomas.
Subasto el sin embargo, los aún,
los yo, los tú, los él, los ella y los otros,
el cortaúñas más experimentado de la reina,
tu voz muda, tu voz libidinosa,
tus paradisiacos ríos en terrenos salvajes,
el miedo a una palabra asociada al hampa
y a la mecanografía de los pájaros.
Todo lo subasto hoy,
desde El Libro del desasosiego
hasta los nombres descompuestos del agua,
sitios, latidos, trampas, vientos locos,
las páginas indignadas con los evangelios
que todavía elogian los hombres,
los labios que aprendieron a hablar a solas
para no volver a tatarear las sinfonías de la piedra.
Mudanza
No más de seis han perdido el equilibrio
en este segundo piso tan alto:
consumen trago, olvidan todo, les fastidia la lluvia,
y cuando se van con sueño desperdician su doble nacionalidad.
Descorro las cortinas que ya no me acompañan,
el destornillador tiene dos puntas, las uñas ampolladas,
pesados los húmeros huesos.
Las tijeras se han ido detrás de los sillones
y no las alcanzo. Si pueden salir sentadas, salgan,
las aguardo donde se malogran versos y se trastean espejos
como urnas funerarias, decoración ruidosa, extensiones
incendiadas, fotografías con el poder intacto
de las cosas sencillas.
El recién nacido le niega a su madre una sonrisa,
la madre se desquita contando historias de islas y miedos
de pájaro. Si eso no ha sido lo peor para mis pulmones
por qué los inquilinos más fieles excluyen
de sus biografías los insultos.
Aquí, sin ser fantasma la vida pasa por un lado.
Desarmo la superficie de los enseres, desocupo la pared,
un reloj sordo, lo agudo inservible, los nombres del gusano,
el sombrero que no me había detenido a ver.
Lo demás, ya solo es cansancio.
Por lo pronto
Quiero una casa en el lugar donde está esta casa
y repatriar tu ceniza al territorio que habitaré mañana,
no quiero que pongas más proyectos en mis manos,
o que para ahorrar unas cuantas palabras
te quedes en silencio.
Quiero para el poeta avergonzado de sus ojos
la angustia indescriptible que solo razona hacia adentro,
el azul sin descifrar, médulas con bitácoras,
más espejos en los sepulcros,
muchos mitos sobre los hijos de Adán.
Quiero también el corazón del fraile, otro bisturí de hueso,
una Cédula de extranjería solo con versos tuyos
y La Montaña mágica de claridad pacífica
donde estaremos más cerca de cuanto pensábamos decirnos.
Previsión
Ese caballero astuto
hijo antiquísimo de algún bibliotecario
de momento envejecido en mangas de camisa
acerca sus naipes al fuego.
Rechazó la patria que a bordo de un tren
le otorgaron por dos semanas para festejar el hurto
de un elemento, y ahora
con su única voz parodia voces, echa raíces,
se opone a su semejanza con Prometeo
y a todo arte inútil.
En los ojos se le ve el pecado y media luna,
él y su caballo con la esperanza del reencuentro
a la hora en que llaman a las puertas.
La rapidez a ritmo de tortuga, los atributos
fauna y flora, una llave y siete puertas: para qué.
Él nunca va a alcanzar a verse clavado en la roca.
Las rutas de su respiración
Aquí están mis ojos, mis manos, mi paso
de ayer por el jardín que ahora yace raso;
te busco titubeando como un extranjero.
Margarite Yourcenar
Soy su metamorfosis, y la del aire.
Aún si los hilos desbaratan los puntos
como si fueran dientes de leche
y la avaricia de la lana
con sus espinas vuelve a zurcirlos.
Aquí, donde dicen que está la vida,
está mi tacto para darte aliento, intuye conmigo
aires marinos, religiones inciertas, así este mal mundo
nos diga mentiras, celebremos “Las Derrotas”,
el ruido, la grandilocuencia del viento.
El verbo se hizo carne y a oscuras nos da la mano,
el antifaz vuela sin darnos tiempo de saludarlo,
la gaviota de azufre solar separa sus piernas
de los ojos que han sido burlados.
Recoge toscas migas el buen amigo del gato.
Posterior al temible tamaño de las agujas y las venas,
vigilo las rutas de su respiración,
les doy vuelta a los dedos, le acerco el agua
y la siguiente línea. Me pide
que lo despierte cuando llegue Eloísa con su hijo.
Para Alberto Rodríguez Tosca,
in memoriam
Luz Dary Peña Marín Nació en Bogotá. Socióloga de la Universidad Cooperativa de Colombia, Magister en Análisis de Problemas Políticos, Económicos e Internacionales Contemporáneos de la Universidad Externado de Colombia, cursó la Especialización en Creación Narrativa de la Universidad Central donde fue docente, en el año 2000 participó en el taller que dirigía el poeta Juan Manuel Roca en la Casa de Poesía Silva. En la actualidad hace parte de la Escuela de Escritores Anábasis creada por el poeta cubano Alberto Rodríguez Tosca. En el 2008 alcanzó el tercer puesto en el Concurso Nacional de Cuento Leopoldo Berdella, convocado por El Túnel, de Montería.
Publicado el 17 de mayo de 2016