Poética y percepción como camino
Por: Andrés Uribe Botero
Por Andrés Uribe Botero
Especial para Prometeo
“Cuando las puertas de la percepción se abran, la realidad aparecerá como es: infinita”
– William Blake.
La realidad entonces es esa proyección de la mente a la que concedemos un poder absoluto como estado del ser en el mundo. “Realidad”, palabra que Navokov, decía, siempre debe ir entre comillas. En tanto individuos, decimos, ella es todo lo que tenemos sin embargo, aunque luego descubramos sólo que estamos atrapados en un juego colectivo de espejos.
La perversa “brujería” social en la que vivimos o nos vemos vivir cada vez más sumidos en el engaño, en la ilusión masificadora, sometidos e inermes a ese inmenso aparato de manipulaciones llamado “información”, encuentra por supuesto en la palabra poética su mayor enemigo. Porque es la poesía el lenguaje del hombre abierto y libre, más allá de las clasificaciones de género, el instrumento de liberación de la conciencia por antonomasia, tan urgente y eficaz como la propia fuerza de la vida, ya que es su expresión directa, su naturaleza real manifestándose en palabras, en imágenes, en memoria, sonido, habla, gesto, símbolo, cuerpo y acto. Eso lo sabemos y lo hemos comprendido a fuerza de golpes, tal vez, a fuerza de verdades y hechos corroborados todo este tiempo, a lo largo de estos años nuestros cargados de dolor pero también de intuición e imaginación, precisamente como reacción necesaria que la poesía no ha hecho vivir también en este ya largo trayecto del tiempo.
Pero también sabemos que aquellos que dirigen el tinglado, la increíble y casi infinita red de hilos que mueven a su antojo, no dejarán de hacerlo sólo a instancias de las buenas intenciones que el poeta se proponga. Los títeres de esta función dramática menos que cómica, son manejados por la muerte, por la ambición insaciable del poder, ante lo cual, únicamente la conciencia libre y despierta puede contraponer una acción necesaria y eficaz.
No alcanzamos a esbozar acá sin embargo, lo que sería propiamente un programa de liberación al uso, ningún manual que oriente nada en particular excepto la advertencia, la señal casi silenciosa pero segura que desde lo más íntimo y alto de nuestra creación todavía podemos entregar a otros. Es lo que justifica aún este ejercicio, más allá del solo goce estético, esta búsqueda a veces ingrata y decepcionada de una verdad, una luz, un resplandor que nos muestre otros caminos, otras regiones del aire, del tiempo y de la vida.
Los medios de comunicación son para aquellos que nos quieren ausentes de la realidad, de toda realidad, los tentáculos poderosos de la gran maquinaria montada desde el terror, desde la oscuridad sin límites donde moran, y son apenas las palabras, nuestras palabras las pocas centellas de fuego las que nos permiten herirlos, hacer que todavía nos dejen respirar y tal vez, agotar el último esfuerzo para desatarnos. En ello pudiera estar centrada nuestra última tarea ahora, si es que existe una tarea para el poeta a pesar de todo.
Se hace necesario, en virtud de la poesía como palabra en y para la libertad, emprender una verdadera revolución: invocar con toda la fuerza del ser “La guerra santa” a la que nos invitó Rene Daumal. Es necesario entender que todo está sucediendo dentro de nosotros y que por tanto la revolución del espíritu consiste en no darle poder a lo que no lo tiene.
Contamos, para nuestra dicha, con la posibilidad de dirigir nuestra atención a la frecuencia y radiación que indique nuestro anhelo, y de esta manera devolverle la fuerza y la verdad, el lugar que le corresponde en nuestras vidas.
En tal sentido, como seres de conciencia no sucumbiremos al miedo, a la manipulación del poder, de todo poder, y recobraremos si no, la verdad última de nuestro ser, al menos la capacidad de intuirlo, de presentirlo al otro lado del espejo, los espejos que esta múltiple “realidad” nos ofrece para perdernos. Tal vez entonces, sí, podremos romper el hechizo, los muros cada vez más largos del laberinto de lo no existente.
Marzo / 2016
Andrés Uribe Botero (Medellin, 1.982). Es poeta, narrador, "performer" y gestor cultural. Ha publicado "Los tubos cristalinos de la noche" (poesia) , "El caso Tangai" (cuento), "Abraxas"(poesia) y El espejo es otro (prosa poética). Tiene en preparación el libro de poesía "El párpado de la noche". Algunos de sus textos han sido publicados en revistas y antologías literarias de Colombia y Mexico, entre ellas: Prometeo, Puesto de combate, Punto Seguido, Cariátide, Otras voces y Poetas Bajo Palabra. Ha participado en diversos encuentros literarios en Venezuela, México y Colombia.
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Publicado el 23 de abril de 2016