Camila Charry Noriega (Colombia)
Por: Camila Charry Noriega
Julio 8-15, 2017
POETAS INVITADOS
Solo amamos en la vida las presencias que la cruzan como mensajeras de otro mundo.
Nicolás Gómez Dávila
En la palabra
el río
corre cuesta arriba
restituyendo el tiempo,
la vida,
lo arrasado.
Pero vivir es el río que regresa
y los derrumbes,
la violencia de los días
donde existe dios.
Un perro nos espera
en ese fondo imposible que penetra la palabra,
luminoso permanece
en el envés de la vida
y acá hiere su distancia
hiere su canto bajo la lluvia
su agotada carne, su lengua mansa.
No puede la poesía reconstruir huesos y dientes
y el perro nos observa desde ese fondo imposible que es la muerte;
su impulso, sin embargo, lo hace cardinal.
Ciertas cosas
habitan la potencia de lo innombrado,
ciertos abismos en la vida
tocados jamás por el lenguaje,
cosas iluminadas solo desde su interior
de ligera luz
retenidas en su estado de latencia.
A veces desde afuera algo las enciende;
la poesía que en la vida es aliento
nos devuelve a la abertura
a una imagen descuajada de los signos que se llaman;
la palabra a la distancia
que las saca del pasado
y las arranca de su reposada inexistencia.
Pero en esta habitación todo tiene nombre propio;
un perro observa los días ya sin él,
tiene nombre,
pues es propio de la vida nombrar
todo lo que arde y fluye.
Conocemos el pasado de esas cosas solas
que nos miran desde la imposibilidad,
somos lo elegido por su fuerza.
Transcurrimos entre ellas atentos al polvo
que cada semana les borramos,
son la vida
y para ellas nuestro nombre
es una huella dactilar
o la vuelta que les damos para que el sol no las irrite.
Incólumes persisten.
A diferencia de nosotros,
gozan ellas de un piadoso dios
que las salva de la ruina.
Calvario
La res se tiende sobre la hierba y espera la herida
la luz del cuchillo;
ese segundo de olvido que conduce a lo otro.
Para evitar el hambre
la madre sumerge el rostro de su hijo
en las entrañas tibias de la res;
ese universo de carne y vísceras.
En los ojos abiertos de la res muerta
el niño se contempla un instante
y comprende sus propios ojos,
su voz sorda
deformada por su aliento
y por el aliento último de lo que existe.
Por estar vivos
nos desnudábamos
y reconocíamos
la furia en la espesura de la noche
y era por este apego a la carne
que día tras día
las manos quemadas por tanto sueño
arrancaban de las espinas
la luz roja de la tarde.
Magdalena
De una vieja ceiba
tres soldados cuelgan a un perro de manchas cafés.
Como repitiendo los gestos de un espíritu cruel
intentan desprender la cabeza del animal
intentan separarla de su cuerpo.
Por turnos estiran la cadena
que une al perro con el árbol
fuman,
ríen
toman aguardiente
en improvisadas copas hechas de totumo.
Matan el tiempo entre la selva,
se divierten cuando el perro aúlla
y su llano animal se extiende tremendo
hasta que al fin la cabeza
del cuerpo se separa.
Entonces toman sus fusiles en silencio
y vuelven por la espesa selva
tranquilos
a sus rondas nocturnas.
Ese pájaro vino
y se contempló en mis ojos.
Supo que alguna vez
–no sé cuándo–
había sido yo.
Voló atravesando la noche como un sueño
y su nido hecho con largos mechones de mi pelo
ardió en su vientre.
*
Restituciones
Por Camila Charry Noriega
Especial para Prometeo
En los tiempos oscuros
¿Se cantará también?
Se cantará en ellos también
De los tiempos oscuros.
Bertolt Brecht
Vemos cómo en distintas latitudes el exterminio y la masacre actualizan peligrosamente la manera con la que el hombre opera sobre todo lo que existe. La brutalidad de lo que ocurre en el mundo entero, Siria, El Congo, La India, Israel, no dista mucho de los grandes conflictos que han trazado la historia de Colombia. Pero en medio de todo conflicto se alza la palabra que desde la poesía es también devenir de fuerzas en oposición a la barbarie, a los discursos y voluntades de poder, a los hombres proyectando sus deseos sobre el mundo en la búsqueda de esa verdad trascendente que desata el caos. Es por eso que también el poema vuelve y lo que vuelve en él es el volver, lo indeterminado y su realidad, siguiendo a Nietzsche, el poeta cargado de humanidad que derroca los principios platónicos de verdad universal que mal interpretados han llevado sobre la geografía de este planeta a despreciar lo múltiple, lo distinto.
El rostro de las víctimas de todos los pueblos del mundo, esa inmensa desgarradura es la que vuelve afirmando desde allí la condición humana, y sobre esta también vuelve la poesía cuya voluntad se fija en la ruptura entre sujeto y objeto fundamentales. Así, la poesía bien puede estar hablando de las tantas masacres en Colombia, en Guatemala, en el África; su intención al final es nombrar lo que ha sido desterrado por las verdades absolutas, es decir, lo indecible y lo intolerable.
Pero para pensar la relación entre poesía y conflicto y paz, se hace vital limpiarle la herrumbre a la palabra violencia y entenderla como el largo espasmo que ha sido en Latinoamérica y en el mundo entero, pues tanto la palabra conflicto y la palabra violencia, han entrado a hacer parte del lenguaje transaccional, de la publicidad, del entretenimiento y en fin, de la rutina.
Desde la llegada de los españoles en 1492 y la imposición de una religión y de una moral que avasalló y obligó a una población de dioses multiformes y ligados a la tierra a mirarse desde el desprecio, hasta la colonia de negros e indígenas esclavizados, despojados de todos sus derechos, y la independencia de una nación que sobre lo ya escrito trazó otro largo río de sangre, la historia de Colombia no ha dejado de escribirse desde la herida. El rostro de este país no ha sido otro después de la Independencia y las luchas por la igualdad y los derechos han sido el eco desde la Conquista.
Una de la reflexiones, evidentes para muchos, es que este conflicto no nace de ninguna manera, luego de un tiempo intermedio de paz, interrumpido el 9 de abril de 1948, fecha del Bogotazo tras la muerte del caudillo Gaitán y el posterior nacimiento de las guerrillas que se han extendido hasta nuestros días; la guerra en este país y la violencia, no pueden reducirse a estos últimos 50 años pues ha sido el estado natural de un país que se ha abierto camino en medio de la sangre y donde se ha escrito y reescrito la violencia desde diversos rostros y desde todas las fórmulas posibles.
La poesía y el arte han trazado mapas extensos sobre esta geografía continuamente mutilada y su trabajo arqueológico ha posibilitado que las actuales generaciones, para quienes por desgracia muchas veces este fragmento de la historia resulta parte de la mitología de un pueblo, se aproximen a un episodio de terror que por cierto nada tiene que ver con la fabulación, pues esta no puede volverse la realidad y la realidad es demasiado feroz como para quedar sometida a la simple fantasía.
Es fundamental reconocer que tanto la poesía como el arte están ligados a una época y su acontecer es el de su tiempo y el de un espíritu que las agita y las hace nombrar; gracias a su voluntad tantas veces es posible seguirle el rastro a la historia y salvarla del olvido.
La voz del poeta en medio del conflicto debe excavar a través de su lenguaje, encontrar cómo nombrar y desde allí oponerse desde el reconocimiento. El poeta Jorge Gaitán Durán dice:
Tenemos la tierra, porque al cielo hemos negado
Lo que sólo el hombre merece en su violencia:
el amor levantado como roca en la injuria de toda
Patria, para que dioses o criminales seamos un instante
Cuando la voluptuosidad y el duelo nos habitan.
Es así como el lenguaje franquea las fronteras del evento y se alza para resignificar, para recordarnos que el mundo es lamentable, triste y cruel, pero siempre está la palabra del poeta para revestirlo de otra luz, sin dejar de lado el dolor de la tragedia, porque su papel, entre otros, es pararse frente a la indolencia y no permitir el simple olvido.
Testimonio de las épocas, la poesía se ha abierto camino en medio de la llaga y el acontecer de lo trágico, no de otra forma distinta al ojo vigilante que se sabe procurador de la memoria y testigo operante, pues la palabra también convoca y sabe que su misión es mantener la herida abierta y oponerse de esta forma a la barbarie.
Quizá la palabra miedo es la correcta para describir el aura de nuestra época. El miedo ha motivado desde siempre los peores actos de la historia, ha detenido las buenas intenciones y ha dejado, en el más mítico de los sentidos, la sensación de estar rodeados de fantasmas que reclaman lo suyo; la poeta Mery Yolanda Sánchez escribe:
Sentir por las piernas
la respiración
del compañero desaparecido
También ha movido a la complicidad, la indiferencia y la omisión, al silencio, y este es quizá uno de los actos más negligentes, por lo tanto escribir es oponerse al silencio.
Porfirio Barba-Jacob ya presentía que el verdadero problema está totalmente ligado a la incapacidad de reconocernos como un pueblo mestizo que debe sentirse orgulloso de su condición, su poesía es la voz frente a la desigualdad y un grito que abre, ya desde 1930, un camino que enciende la palabra en medio del inhumano horizonte de los pueblos latinoamericanos, su voz es la voz desde la frontera y un llamado a todo un pueblo que no se acepta y se mira a sí mismo desde la vergüenza.
Gonzalo Arango, el poeta nadaísta, escribe en 1968 en un texto llamado Revolución sin redención lo siguiente sobre el conflicto armado:
El planeta apesta a intestino reventado, los mares aumentan su caudal de lágrimas, los ríos arrastran cadáveres y sangre…la golondrina de la paz hace verano, se superó la crisis titulan los diarios … y todos felices, ¡que viva la paz! (…) y las muchedumbres desfilan patrióticas cantando himnos a la libertad haciendo de tripas corazón y se van a cumplir su deber con la historia, o sea, regar sus intestinos en los campos del honor, el resto ya se sabe: solo que esta vez el asesinato se ha tecnificado hasta la barbarie.(Arango, 274-275: 2002)
La poesía debe señalar que no hay peor crimen que tapar un crimen, ese es otro de sus cometidos. La memoria la alimenta y es absurdo que en medio de un país que vive día a día la muerte, la desaparición, el secuestro y el desamparo, nuestra realidad termine por parecérsenos más a aquella relatada en cierta literatura que plantea el mal de su propio país como un novelón de película. El papel de la literatura, el arte y la poesía en tiempos aciagos, es contrario (guardando la distancia) a lo que postulaba Adorno cuando decía que no es posible escribir poesía después de Auschwitz, pues no solo fue posible como lo hizo Paul Celán en medio de los campos de concentración, sino que es indispensable. Frente al desamparo solo nos queda la palabra para nombrar y señalar la indiferencia.
Podríamos suponer que como quiso Hölderlin, la poesía debería servir para habitar poéticamente el mundo, para hacer del mundo la casa del hombre en su sentido más natural y entablar nuevamente el diálogo con todo lo que existe, extender la mirada para dar luz a aquello que la ha perdido y podríamos afirmar, de esta forma, que en tiempos difíciles, los de antes, los de ahora, como afirma el poeta, es cada vez más necesario tomar distancia de todo aquello que entorpece el espíritu humano; los discursos cargados de términos que pretenden la realidad pero al contrario la envilecen, obligando a que todo caiga en la palabra manipulada y sin hondura. La poesía debería despreciar el afán de erigirse sobre los otros aprovechando la debilidad y la confusión.
Cito los versos del poeta alemán Jizchak Katzenelson, que habla sobre su pueblo judío y ese oscuro momento de la historia que no deja de repetirse en menor o mayor proporción, para nombrar de qué manera la poesía es capaz de oponerse y de resistir a los verdugos aun en medio de la muerte:
Quiero verlos a todos, quiero mirarlos, quiero echar una mirada muda sobre mi pueblo asesinado,
Y voy a cantar… Sí… ¡tomo el violín y canto!
Su voluntad de cantar es lo que la hace libre pues poco teme a sus detractores o a quienes la miran de reojo, como ornamento u objeto inútil; cantar es su fuerza y su razón.
Nuevas prácticas estéticas que rompen las distancia impuesta por el frío aparato del estado y del poder, que han construido una barrera entre espectador, creador y obra, oscureciendo la posibilidad de un arte para todos, son una posible vía para que el poeta nombre y dignifique la realidad; no la poesía política, sino las políticas estéticas que pretenden la desmitificación de los roles, la apertura de nuevos espacios de sensibilidad y de enunciación y de alguna manera posibilitan el equilibrio entre lo visible y lo invisible, dando lugar a un nuevo lugar de interpretación y de significados ahora que se avecinan tiempo mejores.
La relación entre arte, poesía y política, desde la perspectiva de Ranciére, obedece sobretodo a nuevos modos de sentir a partir de la intervención de los espacios y los vínculos que el espectador construye con diversas prácticas estéticas. El problema se sitúa, finalmente, en una búsqueda del equilibrio, de la libertad y de la igualdad arrebatas por la policía que pretende el control y el consenso. En este punto se hace indispensable entender que para Ranciére: “La estética no solamente pertenece al régimen de las formas sensibles, sino también al orden social y por ende político”. (2008:3)
La estética como configuración del mundo sensible, intenta, como la poesía desde la perspectiva de Hölderlin, que el mundo se habite poéticamente. Retomando a Nietzsche se puede afirmar que el mundo solo tiene justificación estética y la poesía restituye, desde esta perspectiva, algo de pellejo a todo lo maltratado.
Bibliografía
Arango, G. (2002). Última página. Editorial Universidad de Antioquia, Colombia.
Gaitán Durán, J. (1975) Si mañana despierto, en Obra literaria, poesía y prosa, Instituto colombiano de Cultura, Bogotá.
Ranciére, Jacques. El espectador emancipado, Manantial, Buenos Aires: 2010.
Camila Charry Noriega Bogotá, Colombia, 1979. Es profesional en Estudios literarios y aspirante a maestra en Estética e Historia del arte. Ha publicado los libros Detrás de la bruma, Común presencia editores; El día de hoy, Garcín Editores; Otros ojos, El ángel editor; El sol y la carne, Ediciones Torremozas -Premio de poesía Tomás Vargas Osorio-2016; Segundo lugar concurso internacional de poesía Ciro Mendía 2012, 2015; Premio Nacional de Poesía Casa de Poesía Silva 2016.
Ha participado en diversos encuentros de poesía en Colombia, América y Europa. Algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés, francés, rumano, polaco, portugués e italiano. Trabaja como profesora de Literatura y lectura y escritura crítica con énfasis en arte y literatura.
-Entrevista Claroscuro
-Selección poética Arte Poética
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Actualizado el 27 de febrero
Publicado el 31 de enero de 2017