Revolución poética mundial
Por: Jairo Guzmán
Podemos afirmar que el neolítico fue una revolución poética mundial. No fue pensada por un grupo de poetas, no obedeció a un programa predeterminado, pero su poder transicional estuvo sustentado en la poesía. Esto lo demuestra Etiemble en su libro “La escritura” donde afirma que gracias a la diferenciación de roles en la división del trabajo neolítico, mientras el hombre estaba domando la selva la mujer se encargaba de ser la memoria histórica de su existencia como clan, como especie, de ahí que el poema rimado en canto o cantado en rima tuviese su fundamento nemotécnico de prolongación de la memoria colectiva, de generación en generación.
El niño del neolítico se conectaba a la memoria ancestral de su cultura mediante el poema que servía de archivo histórico.
Así que cuando WPM anuncia una revolución poética mundial es porque tal revolución está en marcha. A diferencia del hombre del neolítico, se tienen muchos elementos acumulados que el hombre del neolítico no conocía, pero que él propició, como el compendio de símbolos del legado histórico, sus referentes memorables y el compendio de signos y símbolos mutantes de la actualidad.
Entonces, los poetas con su capacidad de adelantarse a los sucesos de la historia ya saben que estamos inmersos en la revolución poética que permitirá los cambios transicionales hacia una nueva primavera de la humanidad y de la naturaleza. Esa nueva primavera está precedida del desgaste y destrucción del capitalismo en cuyo preámbulo estamos.
Esta época marca el fin del Neolítico en el sentido en que el gran filósofo e historiador de las ciencias Michel Serres lo explica muy lúcidamente, al expresar:
“A comienzos del siglo XX, el setenta por ciento de los habitantes del planeta eran agricultores. Al final, quedó sólo un 2,3 por ciento. Pero la agricultura y la cría de ganado fueron inventados en el neolítico y continuaron hasta que el proceso se detuvo brutalmente en los países occidentales entre los años 1970 y 1980. Por eso suelo decir que todo sucede como si, por fin, el neolítico se hubiera terminado. Esta es una ruptura histórica mucho más importante que todas las anteriores, incluida la revolución industrial, incluido el Renacimiento. Asimismo, hasta 1945, cuando evocábamos la muerte, pensábamos en nuestra propia muerte o en la de alguna civilización. Pero cuando la primera bomba atómica explotó en Hiroshima, tuvimos de golpe la revelación de una nueva muerte que no es individual ni colectiva, sino global. Y eso también es completamente nuevo con respecto al comienzo de la humanidad”.
Esta revolución poética mundial se activaría de manera definitiva cuando la gran mayoría o las “mayorías silenciosas” dejen de gravitar en la vacuidad centrífuga del “espejismo de la producción” y comprendan que la poesía no es un género literario ni el simple deporte de los vocablos ni el bufón que alegra la fiesta de los poderosos. Poesía es capacidad de autogenerarse, renovándose, resistiendo y triunfando sobre la extinción, con la efusión de un espíritu cabalgante, de avanzada, alerta, que contagia vida y ánimo vivificante.
Esta revolución poética está ligada a las tres ecologías (ambiental, social y mental), a la ecosofía, a la ecología profunda, al neoruralismo y a todas las prácticas sociales que le den un sentido fundacional a una nueva mente, liberada de todos los delirios de destrucción, de la guerra.
Publicado el 23.03.2018