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Katherine Medina (Perú)

Por: Katherine Medina Rondón

Pink Moon

 

Pink, pink, pink moon
el verano del 2009
aporreando mi cerebro a las 3 am,
la imagen mental de testículos vacíos
llenando mi útero por seis semanas,
la sangre corriendo por mis piernas
como si escapara de un cuerpo podrido
y las toneladas de hierba con las que
se empaña la memoria.
Por un segundo me figuro como Van Gogh
en una institución mental
dibujando la indefinida figura
de mi lobo estepario
porque hoy no existe placer
de varón ni de mujer que me satisfaga más
que una copa de whisky besándome los labios
y vomitar la culpa
en un recital de poesía de algún bar y gritarle
a los espectadores, maniquíes y fantasmas
que soy un títere en este paraíso de espectros.

 

 

Vocecita

 

Y si tal vez esa vocecita que me hacía     brincar
                                                                        reír
                                                                        sollozar
se cansó de mi sordera temporal
y se fue                                   corriendo
tras una mejor persona que habitar
o se quedó en algún peldaño
de las 37 gradas que conducen
a mi pequeño refugio,
y si tal vez se suicidó de pena y algún día
una lágrima la encontrara colgada
de una pestaña
¿Qué sería de mí?
¿Qué me quedaría?
quizá vender mi sonrisa por una rupia
a algún fulano de tal
y vagar con la esperanza de encontrar
en el mercado de pulgas
una tímida y económica vocecita
que me diga tal vez, en vez de no
y permiso, en vez de hola.

 

 

Alba

 

Su rostro será capaz de conjugar todos los nombres
y al verlo por primera vez,
un ave se pondrá de rodillas
y volará marcada con la sangre primigenia
ahuyentando de la caja de pandora
a los espectros ahogados,
para recibir en sus llamas a un sueño vívido
un cinco de diciembre a los veinte años.
Entonces, Eva se convertirá en el eco
que braman las llanuras
y los ojos podrán empañarse
carentes de viejos filtros,
de aquel amasijo surgirá una canción
como un naufragio al pie de una cuna.

 

 

Una puerta

 

Llegará el día en que abrirás una puerta
y me encontrarás tendida en la cama,
garabateando versos bulliciosos
que pedirán dejar de ser presos
del cuaderno amarillo,
o quizás sentada en la silla del diablo
—cuarenta y un grados, trece minutos, nororiente—
con el ojo derecho sujeto al caballete.
Y sobre todo
besarás la cicatriz de mi frente
despojado de la piel cansada
para escuchar cantar bajo el parqué
al insecto de oro,
y dejarás en la mesa la llave,
y me acostaré sobre tu pecho
para poder abrir una puerta.  

 

 

Oposición


A Kiara
Fui removida de la infancia
aún con los pies descalzos,
sin tener la oportunidad de viajar sola
la corta distancia que existe entre los puntos.
Después de vestirme impropiamente
y haber hundido mis pies
descubiertos en el fango,
fui ofertada al mejor postor
—sabes lo que significa—

Temo que en algún soplo de este poema
tengas deseos de llorar,
pero nos han enseñado desde niñas
a guardar silencio, reducirnos a no existir,
implorar detrás de las paredes
una sombra que ocupe el espacio
que nos corresponde;
pero hoy no, no para ti
porque soy la fuente de luz frente a él,
frente a todos ellos
que nos ponen en una fila como hormigas
hasta ser escogidas.
No temas, no soy la única luz,
hemos existido siempre;
fuimos mártires en la hoguera,
tan solo nos faltaban las palabras
y el valor para usarlas.

 

Murciélagos

 

Ha llegado el tiempo de los murciélagos
y la ancestral incomprensión
de que mi cuerpo es solo un cuerpo,
y nadie se muda en él;
solo asienta un nuevo inquilino,
cuyo abrazo ciñe mi nicho cual oruga
y se envuelve de balas verdes y amarillas,
tan rancias y desgastadas
que se evaporan con el sudor del esfuerzo
de haberme abierto las piernas
como a una virgen hacendosa.
Y me pregunta si nos veremos de nuevo.
¿Cómo negarle la muerte a un suicida?
No me atrevo siquiera a tocarlo,
a respirar cerca de su cuello,
ni pasar mi afilada lengua
sobre el azul de su mirada abatida.
Y creo que es enorme
por superar los rencores
de haber sido traído a este mundo
sin consulta previa,
y a pesar de todo,
al escribir estas líneas,
he tenido que asesinarlo.

 


Katherine Medina Rondón nació en Arequipa, Perú, en 1994. Poeta y artista visual. Ha publicado: Murmullos y volantes (Aletheya, 2012); Amor en cuatro actos y otros cortejos (Casatomada, 2013); Mínima celeste (Transtierros, 2016); Disidencia (Cascahuesos, 2018) y fue incluida en la muestra dinámica de poesía latinoamericana Tea Party III (Cinosargo, 2014) y la antología XXII Enero en la palabra (Gobierno Municipal de Cusco, 2018). Ha presentado la muestra pictórica bi-personal “Comisura” en el Centro Cultural Casa Blanca (Arequipa, 2016) y participado en diversas muestras artísticas colectivas. También ha colaborado en diversas revistas tales como: Destiempos modernos, La ira de Morfeo, Con nuestro Perú, Delirium Tremens, Redacción Popular, Letralia, Palabras Diversas, Lucerna, Travesti Fanzine, El Corsé, Agenda CIX, Caleidoscopio, Verboser, Fórnix y Ulrika. Actualmente se desempeña como redactora de la sección cultural del semanario Vista Libre.

- Lectura de poemas de Mínima Celeste elcomercio.pe
- Avenida Principal Poema en el canal Youtube de Katherine Medina Rondón
- Poemas y biografía Cráneo de Pangea
- Entrevista Por Roy Vega Jácome en agendacix.org

Publicado el 30.04.2018

Última actualización: 06/11/2021