Por la paz y la soberanía de los pueblos
Por: René Char
Presentamos a nuestros lectores una selección de poemas del poeta frances René Char, poeta que luchó por la soberanía de su pueblo durante la ocupación nazi.
René Char (1907-1988). Fue uno de los más grandes poetas que ha dado el siglo XX, su vida y su poesía son un gran legado que fortalece el espíritu que lucha por la soberanía de los pueblos. René Char perteneció al movimiento surrealista entre 1929 y 1934; Con “Afuera la noche es gobernada”, de 1938, se alejó del surrealismo. Militó por la República Española y contra el totalitarismo. En 1939, tras la invasión de Polonia por los alemanes, fue destinado a un regimiento de artillería en Alsacia; al quedar libre del servicio en 1940, se unió a la resistencia bajo el nombre de capitán Alexandre, de 1942 a 1944. La vida dura, subterránea, de los maquis de los Bajos Alpes será consignada después en Hojas de Hypnos (1946).
En conversación con Pierre Bergier, René Char expresó: “En el momento en que vivimos –y pienso sobre todo en aquellos que viven en esta hipnosis tan particular que difunde el clima de nuestra época- la Esperanza es verdaderamente el único lenguaje activo y la única ilusión susceptible de ser transformada en buen movimiento. Nosotros, hombres, poetas, tenemos que contentarnos con asegurar que esta esperanza no es candor. No podría haber poesía o vida sin esperanza -poesía: esperanza extrema; existencia: esperanza relativa-.” Después de la Liberación se edita Solos permaneciendo, resumen de los tiempos de la guerra, seguido de Poema pulverizado (1947), de Furor y misterio (1948) y Les matinaux (1950) .
De “Hojas de Hipnos”
Selección y traducción de Raúl Gustavo Aguirre
130
He confeccionado con residuos de montañas hombres que alguna vez embalsamarán los glaciares.
131
En todas nuestras comidas en común, invitamos a la libertad a sentarse. El lugar permanece vacío pero el cubierto está puesto.
132
Parece que la imaginación que frecuenta en diversos grados el espíritu de toda criatura está obligada a separarse de ella cuando ésta sólo le propone “lo imposible” y “lo inaccesible” como extrema misión. Hay que reconocer que la poesía no es soberana en todas partes.
135
No haría falta amar a los hombres para darles una real ayuda. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
138
¡Horrible día! He asistido, a sólo algunos centenares de metros, a la ejecución de B. Sólo tenía que apretar el gatillo del fusil ametrallador y hubiera podido ser salvado. Estábamos en las alturas que dominan a Céreste, con armas como para limpiar los matorrales y por lo menos en número igual a los S.S. Ellos ignoraban que estábamos allí. A los ojos que en todas partes imploraban alrededor de mí la señal de abrir fuego, respondí que no con la cabeza… El sol de junio deslizaba un frío polar en mis huesos.
Cayó como si no distinguiera a sus verdugos y tan liviana, me pareció, que el menor soplo de viento hubiera debido alzarlo de la tierra.No di la señal porque esa aldea debía ser conservada a cualquier precio. ¿Qué es una aldea? ¿Una aldea parecida a otra? ¿Lo supo él, quizás, en ese último instante?
141
El contraterror es ese valle que poco a poco ocupa la niebla, es el rumor fugaz de las hojas como un enjambre de cohetes embotados, es esa pesadez bien contestada, es esa circulación vendada de animales y de insectos que trazan mil rasgos sobre la corteza tierna de la noche, es ese grano de alfalfa sobre el hoyuelo de un rostro acariciado, es ese incendio de la luna que nunca será un incendio, es un mañana minúsculo cuyas intenciones nos son desconocidas, es un busto de vivos colores que se ha inclinado sonriendo, es la sombra, a algunos pasos de aquí, de un breve compañero acurrucado que piensa que el cuero de su cinturón va a ceder… ¡Qué importan entonces la hora y el lugar donde el diablo nos ha dado cita!
143
EVA DE LAS MONTAÑAS. Esta muchacha cuya vida inmarcesible tenía la dimensión exacta del corazón de nuestra noche.
156
Acumula, luego distribuye. Sé la parte más densa, más útil y menos aparente del espejo del universo.
165
El fruto es ciego. Es el árbol el que ve.
169
La lucidez es la herida más cercana del sol.
179
¡Ven a nosotros que tambaleamos de insolación, hermana sin desprecio, oh noche!
194
Me esfuerzo por conservar, a pesar de mi humor, mi voz de tinta. Así, con una pluma con punta de ariete, sin cesar apagada, sin cesar encendida, rehecha, tirante, y de un solo aliento, escribo esto, olvido aquello. ¿Autómata de la vanidad? Sinceramente no. Necesidad de controlar la evidencia, de hacerla criatura.
206
Todas las ficciones a las que las circunstancias me constriñen alargan mi inocencia. Una mano gigantesca me lleva sobre su palma. Cada una de sus líneas califica mi conducta. Y yo sigo allí como una planta en su
suelo aunque mi estación no esté en ninguna parte.
208
El hombre que no ve sino una fuente no conoce sino una tormenta. Las probabilidades, en él, son contrariadas.
*
La libertad
Vino por esta línea blanca que puede significar la salida del alba
o la palmatoria del crepúsculo.
Pasó los arenales maquinales; pasó las cimas destripadas.
Fin de la renunciación de rostro cobarde, la santidad de la mentira,
el alcohol del verdugo.
Su verbo no fue un ciego ariete sino la tela donde se inscribió mi aliento.
Detrás de la ausencia, con pasos que no la extraviaron, cisne sobre la
herida, vino por esta línea blanca.
Versión de Jorge Riechmann
Los soles canoros
Las desapariciones inexplicables
Los accidentes imprevisibles
Los infortunios quizá excesivos
Las catástrofes de todo orden
Los cataclismos que ahogan y carbonizan
El suicidio considerado crimen
Los degenerados intratables
Los que se enrollan en la cabeza un delantal de herrero
Los ingenuos de primera magnitud
Los que colocan el féretro de su madre en el fondo de un pozo
Los cerebros incultos
Los sesos de cuero
Los que ivernan en el hospital y conservan la embriaguez
de las ropas desgarradas
La malva de las prisiones
La ortiga de las prisiones
La higuera nodriza de ruinas
Los silenciosos incurables
Los que canalizan la espuma del mundo subterráneo
Los enamorados en éxtasis
Los poetas excavadores
Los que asesinan a los huérfanos tocando el clarín
Los magos de la espiga
Imperan temperatura benigna alrededor de los
sudorosos embalsamados del trabajo.
De "L’Action de la justice est éteinte"
Versión de Aldo Pellegrini
*
La rosa de roble
Cada una de las letras que componen tu nombre,
oh Belleza, en el cuadro de honor de los suplicios,
desposa la llana simplicidad del sol, se inscribe
en la frase gigante que cierra el cielo, y se asocia
al hombre encarnizado en engañar a su destino
con su contrario indomable: la esperanza.
El Sorgue
Canción para Ivonne
Río que demasiado temprano parte, en un tráfico, sin compañero,
Dona a los niños de mi país el rostro de tu pasión.
Río donde el relámpago acaba y donde comienza mi casa,
Que hace rodar por los escalones del olvido la rocalla de mi razón.
Río, en ti la tierra es escalofrío, el sol, ansiedad.
Que cada pobre en su noche haga su pan de tu mies.
Río frecuentemente castigado, río en el abandono.
Río de los aprendices de callosa condición,
No hay viento que no se doblegue ante la cresta de tus surcos.
Río del alma vacía, del harapo y de la sospecha,
De la vieja desgracia que se devana, del olmo, de la compasión.
Río de los extravagantes, de los febriles, de los descuartizadores,
Del sol suelto de su arado para conchabarse con el mentiroso.
Río de los mejores que sí mismos, río de nieblas abiertas,
De la lámpara que apaga la angustia alrededor de su sombrero.
Río de las consideraciones del sueño, río que enmohece el hierro,
Donde las estrellas son esta sombra que ellas rechazan al mar.
Río de los poderes transmitidos y de grito embocando las aguas,
Del huracán que muerde la viña y anuncia el vino nuevo.
Río del corazón jamás destruido en este mundo loco de prisión,
Protégenos violento y amigo de las abejas del horizonte.
Versión de Wilfredo Carrizales
*
Yo habito un dolor
No dejes el cuidado de gobernar tu corazón a esas ternuras parientas del otoño del que ellas toman su plácido aspecto y su afable agonía. El ojo es precoz para plegarse. El sufrimiento conoce pocas palabras. Prefiere acostarse sin carga: soñarás con el mañana y tu lecho te será leve. Soñarás que tu casa ya no tiene vidrios. Estás impaciente por unirte al viento, al viento que recorre un año en una noche. Otros cantarán la incorporación melodiosa, las carnes que sólo personifican la hechicería del reloj de arena. Condenarás la gratitud que se repite. Más tarde, te identificarás con algún gigante disgregado, señor de lo imposible.
Sin embargo.
No has hecho más que aumentar el peso de tu noche. Has vuelto a la pesca en las murallas, a la canícula sin verano. Estás furioso contra tu amor en el centro de una comprensión que enloquece. Piensa en la casa perfecta que nunca verás elevarse. ¿Para cuándo la cosecha del abismo? Pero has vaciado los ojos del león. Crees ver pasar la belleza por encima de las lavandas negras.
¿Qué es lo que te ha izado, una vez más, un poco más arriba sin convencerte?
No hay sitio puro.
De: “El poema pulverizado” (1945-1947)
Posdata
Somos meteoros con fauces de planetas. Nuestro cielo es una vigilia, nuestra carrera una caza, y nuestra víctima una gota de claridad.
Versiones de Raúl Gustavo Agirre