Lo desnudo del volcán
Por: William Jiménez
Fragmento del libro de poemas Lo desnudo del volcán (Colección Claros del Bosque, Terrear Ediciones)
Las gargantas se alejan. Volver a leer lo árido mientras nace el diluvio. Labios reencarnados en canto. Lo sensible grita y una melodía es la senda donde las catástrofes son derrocadas, del impulso de nuestras manos nace la arcilla de los nuevos resguardos.
El desgarramiento perpetuo es la sed de nuestros riesgos. Cada vez nos encontramos en el golpe, en la supuración. Carcomida tormenta, siempre retorno a ti, como el más orgiástico emblema de nuestras fuentes. Pero es en la unión donde devenimos en futuro.
Sólo con las erupciones nos es posible violentar lo oculto, lo sometido. Deseo que se encuentra en toda despedazada carne: la acción insurrecta.
Indestructible signo del resistir. Toda residencia naciente se cobija en la opacidad ofrecida por los diálogos, afirmando la fuente de la virulencia. Hogar de las fundaciones. La diferencia nos hará el elogio del combate.
Las semillas crecen en nuestras visiones. Lo perdurable encuentra su sueño, su sinónima acción. En cambio, el huésped se calcina en los peldaños, su madera encuentra espacio para el epitafio. Vegetantes criados acicalan la pasividad, lo inmóvil. Todos tienen su oración finalizada por las vigilias.
Explosión de derrocamiento. ¡Morada renace!
Imagen del grano en la fiesta árida.
Fluyendo carne en la posible saturación.
Permanece nuestra fundación. Instantes investidos por la espiral. Nosotros abarcamos todos los barrancos, la devoción a los precipicios de la creación. Proclamamos la lámpara y el fuego en la pregunta. Somos el orgasmo de la negación, perturbación de la violencia.
Nonato inasible, tu morada preclara en devenir diferente, otro lado mísero, sulfúrica fuente, impotencia doble, vertiendo el limo de boca a lengua, de lengua a muro, rostro respirado en los coágulos del insomnio.
La escalera viene desnuda, en el giro embriagado, viene destrozada por la partida, tomo perdido en la espera, solo hay regreso en espiral, imagen del golpe entre los barrotes y la náusea reprimida. ¡Escalera castrada! En los labios que ven sin los flujos de las huellas, de un escalón a otro está la llaga. En cambio, nosotros somos el estallido.
La arcilla de todas las lámparas en las llagas que hemos recorrido, los despojos que hemos huellado. La ingle tatuada explota, se fuga de los fonemas circundados.
¡Amante epigrama! Somos de la pregunta la respiración que crea, el conjuro rebelde, cada palabra que se verticaliza en el poema.
Las parábolas del cuchillo inician una lumbre en la cascada. Vestigio del vértigo maternal. Viajaremos a la cortada del ínfimo claro, fuente donde ahogan las vísceras todos sus cabellos. Bitácora simple de la perdida catástrofe de la identidad
William Jiménez es un poeta nacido en Valledupar, Colombia, en 1988. Director de la revista Terredades. Ha publicado Épica de la sangre (Frailejón Editores Medellín, 2013), Lo desnudo del volcán (Colección Claros del bosque, Terrear Ediciones, Valledupar, 2016) y sSu último libro, Tormenta de Fiebre (Buenos Aires Poetry, colección Pippa Passes, 2018).
Es coordinador editorial de Terrear Ediciones, la cual contiene las colecciones de poesía: Claros del bosque y Plaquetas de poesía y la colección de narrativa: Errancia. Ha participado en diversos encuentros y festivales de poesía a nivel nacional y de la región caribe colombiana.
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