Johana Casanova (Colombia)
Por: Johana Casanova
Niño Emberá –Chamí
La tierra se desmorona.
El maíz, los montes y los pájaros reclaman lo suyo…
El niño más pequeño de la tribu
pinta un globo con tintura de arbustos.
Su lengua se desconoce,
el origen del habla bosquimana abunda en la acera.
Solo tienen dos números para descifrar al mundo: uno y más de un centavo.
Escenas de caza y siembra ha pasado al cemento,
esta orilla desconoce la sustancia ancestral
donde brota el fruto de la tierra.
En esta orilla
es habitada por relojes y espejos.
Viven en el olvido, lejos se ven sus ojos cansados
parecen los ojos de una montaña ciega.
El pequeño de la tribu
ya no juega con el barro
ni danza con el rugido del jaguar.
Ahora juega dónde dormir.
¿Sobre qué arena se echará esta noche?
Una extraña señal
de muchas lenguas perdidas en el pulmón de “mi país”. Se alejan.
Parece que no es noticia
hay costumbre en las aceras
muere lo ancestral poco a poco
sobre la blanca hoja sin nombre.
Más allá de una maloca
está el vientre de las aves
y los silbidos de una selva.
En el fondo hay pocos peces
el pequeño jugará
con el globo llevándolo a una mágica noche
tocando el cielo con su sonrisa,
sus ojos empapados de cocuyos.
Volveré a pasar por la calle
aunque mi pecho y mis ojos se dilaten
el pequeño escribirá y no borrará las estrellas
tal vez sea nostalgia de mí misma
seguiré abriendo la puerta de la calle
y volveré a subir la escalera emplumada
en nidos de esperanza.
Espejo destilado
Nunca había visto el reflejo de la muerte tan cerca. Vi el reflejo del sol en el hielo.
No he visto espejos perfectos.
He visto el canto de los ojos buscando enhebrar una aguja.
Una mujer de barro se desvanece buscando el reflejo.
Fui al espejo.
Siempre me he preguntado cómo traspasar el reloj de este cristal.
Nunca me vi igual.
Nunca fui al reflejo.
Para ver mis manos llenas de color.
Un peñasco de aves ha chocado
como una estatua revelando formas sobre la pared.
El agua atragantada
lleva la trasparencia.
Primero fuimos almas que espejos.
Miedo al hielo
El miedo no es sentirse roca, el miedo es no desnudar la piedra.
Presumen los ojos en un canto de agua
deslizando el sonido de su luz.
El tiempo primero fue agua.
Los esquimales hablan del hielo en la urna de cristal.
El miedo existe cuando se congelan las venas
y se convierte en una espada de doble filo.
Desfigurar la piedra
desgastar el cuerpo
pero el alma siempre será prisma de hielo
que se convierte en polvo de dios.
Donde habita el silencio
hay un canto de mariposas grises,
la tranquila soledad del hielo.
Montañita
Ella pinta diamantes de arena en las piedras, su silueta es volcán,
sus mariscos son artesanías en mis dientes,
disolviéndose en el tallo de mi cuerpo
Ella pinta sus cristales en mi rostro dejándolo sin rostro
no hay estatus en la marea
Camino entre la arena para dejar mis pasos
Colores plasmados en el oasis del mar, sus ramas mojadas
Piedras sagradas conectan mi cáliz en el jardín del mar,
agua salada brotan en mis poros
Me ahogo en el mar por el reflejo de la sombra,
las algas ataron mis piernas,
Las olas me sepultaron en el océano del pacifico.
Un surfista quebró mi cabeza en mil fragmentos de espuma
sólo escucho las maracas saladas, el viento de las aves y la furia del mar.
Me ha llevado a lo más lejos del mundo,
me arrastro con sus corrientes bajo la luna,
A hora soy una máscara derretida
en el fondo del mar.
Nació en Armenia, Quindío, en 1991. Tecnóloga en control ambiental. Poeta, actriz de teatro, practicante del Spoken Word. Integrante del colectivo poético Nuevas Voces. Ganadora de la beca de poesía en formato audio libro de la gobernación de Antioquia. Ganadora de la Beca de Circulación Internacional de la Alcaldía de Medellín. Ha Participado del Festival Internacional de poesía de la Habana, Cuba y de diversos encuentros nacionales.