Ana Merino, España
Por: Ana Merino
Tal vez tengamos suerte
Hagamos un buen trato
que condense las cosas por vivir entre los dedos,
que en tu mano aparezcan ficciones de colores
como fichas redondas de algún juego de mesa
con aquellos dibujos
de ocas mareadas y puentes caudalosos.
Tiraremos los dados
confiando en la suerte
de una extraña aventura
que nos haga creer que estamos lejos,
recorriendo un camino de veredas agrestes,
saltando las casillas del infierno
y borrando las huellas
de nuestros pies descalzos
hundiéndose en la arena mojada del tablero
como una larga playa a orillas del deseo.
Cerremos este trato,
dibujemos las sombras
de los que se merecen repetir el intento
y esperan dos jugadas,
porque en este viaje se ahoga sin querer
la voz de mis palabras en un pozo.
Sellemos nuestro trato
que tanto se parece
a una antigua promesa
que hicieron nuestros padres
cuando en el horizonte las nubes se expresaban
con formas de animales
y el tiempo era el extracto de las horas
vestido con el eco del verano.
Tal vez tengamos suerte
y en alguna partida
que quede por echar
cambiemos el destino de los dados
y así pueda escribirte
que ganó nuestra infancia
y en ella sobrevive el amor que nos queda
como el aliento intacto de la nieve
en los picos más altos.
Los buenos propósitos
En la lista de cosas por hacer
está la peculiar obligación de recuperar el tiempo perdido,
como si en todos esos buenos propósitos
existiera una fórmula infalible para apropiarse del pasado
y volverlo presente continuo.
Cuando nos desnudamos
la geografía de cada cuerpo
se vuelve una ciencia exacta y nos confirma
que la vida atemporal es para las estatuas.
Esa es la arqueología que a veces nos confunde
mezclando el paladar de los esfuerzos
con la madurez que da forma a la piedra
y su gesto inmóvil de secretos cincelados.
Los pliegues de la carne quieren parecerse
a la luz evaporada del verano;
la arena del cristal de los espejos
es un reloj que araña cada rostro
y va trazando surcos con ecos murmurados.
La soledad reconvertida en todos los instantes
que anidan en nosotros como abismos vacíos.
Ansiedades insomnes de voz distorsionada
que escarban sin descanso en el vértigo extraño
de la mala conciencia que nadie reconoce,
pero es en realidad ese tiempo perdido
que se ha vuelto a escapar y nos despierta a cada rato,
para reírse otra vez de lo que se ha llevado.
(de Los buenos propósitos, editorial Visor 2015)
Poder redimirse
Lengua de plata
burlándose con un bostezo inmóvil
de las bocas cerradas
de colores rojizos,
de encías sonrosadas.
Labios morados
porque el frío
los convierte en cristales,
y las manos guardan
en cada puño
las promesas de un grito
que tal vez cambie el mundo,
o sea el simple eco de la noche
que confunde su angustia
con el llanto de un niño,
o el aullido de un perro
que le ladra a las sombras.
Lengua de plata,
mueca para quitarle el miedo
a los que cruzan el río
y llevan la medalla
de una virgen sagrada
para que les proteja
del sol de los desiertos
que todo lo evapora.
Labios morados
porque la noche
también tiene demonios
y entre todos los infiernos
elegir estar vivo
es poder redimirse.
Si estás viva
Si estás viva
tendrás que acostumbrarte
al desamor
con su desapacible exuberancia;
neutralizar
cualquier indicio
de su patógena presencia
para volverte inmune
sin perder la cordura.
Ser metódica,
tragar el desafecto
con ternura
y reírte en secreto
de tu propia tristeza.
Si logras superar
este fracaso,
te harás adicta
a lo que más te duele,
al entramado hostil
de las causas perdidas
que deambulan contigo
por esa geografía
de plenitud ingrávida
que te ayuda a volar
cuando los espejismos
se mezclan con las huellas
de los rinocerontes
que lloran enjaulados.
Silencia lo que intuyes,
drena su desnudez
para que cauterice,
y nunca olvides
que el tiempo enamorado
es una medicina
que se agota,
entonces no podrás
ocultar sus secuelas.
(de Curación, Visor 2010)
Problemas de ilusión
La Señorita K.
ayudante de magos
y experta en psicoanálisis
ha desaparecido.
Perdieron su rastro
en la demostración
de los espejos y las espadas.
La llamaron tres veces,
golpearon la caja
y en su lugar
aparecieron cosas
que ni el mago esperaba:
un cráter de la luna,
una botella de agua
y un secador de pelo.
La Señorita K.
ayudante de magos
sufría depresión
en los últimos días.
Según pude leer
en su diario,
se atrevió a enumerar
una serie de síntomas,
y luego concluir
que eran sólo problemas
de ilusión apagada.
Problemas de ilusión
donde la realidad
era ajena a su vida
y le hacía dudar
de su propia existencia.
Problemas de ilusión
donde todos los sueños
eran las pesadillas
de una serie de monstruos
que ninguna leyenda
ha sabido inventar.
Problemas de ilusión
que la martirizaban
donde la salvación
era una muerte blanca
con forma de baldosas
y olor a glicerina.
La Señorita K.
ya no está con nosotros
roguemos por su alma
en caso de que Dios
no pueda hacerse cargo,
y tenga que esperar
en el infierno
a que el suicidio deje
de ser una condena.
(de Juegos de niños Edit. Visor, 2003)
¿De dónde soy?
¿De dónde soy?
Soy de lo que leo,
estanterías viejas
de libros y selvas,
páginas de tierra ensangrentada
por los disparos que agujerean las paredes
y le cierran los ojos a la vida.
¿Dónde está mi geografía,
mi pedazo de mundo?
No siento la patria,
ninguna historia se escribe con mayúsculas,
sólo un susurro extraño
de ventilador y horas inmóviles,
tardes prostituidas,
negocios sudorosos
y las manos atadas a la espalda.
(de La voz de los relojes, Edit. Visor 2000)
Ana Merino nació en España en 1971. Es poeta, novelista, dramaturga, periodista y escritora para niños. Ganó el Premio Nadal 2020 con su novela El mapa de los afectos. Es catedrática en escritura creativa en español y estudios culturales. Ha publicado nueve poemarios: Preparativos para un viaje, Premio Adonais 1994; Los días gemelos, 1997; La voz de los relojes, 2000; Juegos de niños, Premio Fray Luis de León, 2003; Compañera de celda, 2006; Curación, 2010, Accésit, Premio Jaime Gil de Biedma; Los buenos propósitos, 2015, y los infantiles Hagamos caso al tigre, 2010 y El viaje del vikingo soñador, 2015; Loqueleo, 2016. Pionera en el desarrollo de la formación académica del cómic. Ha sido columnista de opinión para El País, miembro del Comité Ejecutivo del International Comic Art Forum (ICAF), del Comité Directivo del Center For Cartoon Studies (CCS).
Publicado el 13.06.2020