Ashanti Dinah Orozco (Colombia)
Por: Ashanti Dinah Orozco Herrera
Orgasmo de la creación
Refiere un antiguo mito
que el cosmos copuló,
nuestro origen fue orgásmico,
algo así como el mismo placer-dolor que sentimos en el
roce del sexo.
Tal vez el gemido de un astro eyaculó
sobre alguna galaxia
y explotó como una yema de huevo en mil colores.
Con la fuerza del viento, fue imprescindible que se esparciera un salpicón de semillas
inaugurando vida en la tierra.
Cuerpo de astronomía
Soy un ser esencialmente cósmico.
Todos los elementos de mi organismo
estuvieron en las entrañas de la creación
desde la edad geológica.
Hace millones de años
era polvo de hidrógeno
flotando como un hilo de humo,
orbitando sobre sí como un cordón umbilical,
danzando en espiral como un derviche
sobre el oscuro vacío del espacio.
De la sagrada turbulencia
el gas se condensó en orbes
y se volvió estrella
y empezó a brillar.
Entre átomos,
soy una constelación en miniatura.
Y mi cuerpo naciente,
aún tibio por las manos de Olodumare
late con el ruido que creó la vida.
Soy vestigio de fuego milenario:
contengo en mi célula primera
partículas
que concentran la esencia de todo lo que vibra y fluye.
Tengo redes de nebulosas en el corazón.
Soy una ecuación de sueño.
Por eso, cuando me preguntan:
¿De qué se compone el sistema planetario?
Respondo: “De nosotros mismos”.
Destino del Muntú
I. A mi ventana se asoma agbeyamí, el pavo real, y me dice:
El destino está entretejido por la madeja del tiempo.
Estamos emparentados con los siete elementos:
Cielo nuestro abrigo
Aire nuestro pensamiento
Agua nuestra sangre
Fuego nuestra savia
Tierra nuestra raíz
Fauna nuestras venas
Flora nuestros sueños.
Y no olvides, Dinah, que anudamos la voz del corazón a las constelaciones.
II. A mi puerta toca akuaaró, la codorniz, y me dice:
Hacemos parte de una familia astrológica, vegetal, animal
y humana
y estamos hermanados con los volcanes y las piedras…
Acompasamos nuestro aliento con la corriente de los
pájaros y el viento.
Respiramos en cada poro del alma, lo que los árboles
exhalan;
entrelazamos su fuerza y su intuición
en continua ida y vuelta,
en continúa llegada y partida,
en continuo fluir recíproco.
Y no olvides, Dinah, que somos nudo forjado desde el inicio del círculo.
III. A mi cocina gorjea eyelé, la paloma, y me dice:
Y así como el útero cósmico,
llevamos dentro filamentos de órbitas planetarias
frecuencias de partículas y energías atómicas.
Somos continente y contenido.
Somos células, neuronas, hormonas,
somos alquimia, medicina y curación,
somos naturaleza infinita,
somos pasajeros del viaje, firmamento que camina…
Y la conciencia de nuestro cuerpo
está divido por el horizonte.
Expresamos el día y la noche,
la luna y el sol con su ciclo y reflejo.
Y no olvides, Dinah, nuestro origen es terrestre,
pero nuestro destino es celestial.
El río Níger cuenta su viaje
Somos seres de agua.
En una gota mía está contenido el nacimiento.
De ahí surgió la primera mañana de la creación:
la piedra, el fuego, el aire, la sangre, la saliva, los huesos.
Todo nace y se fecunda en las aguas de mis aguas.
En la aldea lejana de los comienzos,
cuando el universo estaba oscuro,
y no había sol que remontara al horizonte
nacimos,
pariéndonos en la caudalosa ribera de los mares.
Somos el inicio femenino del parto
sobre la vasija sagrada.
Nos sostiene una infinidad de polvo acuático
que puja secreciones en las venas.
Cuando lloramos,
nos llueven los raudales de los ojos en rumor de espumas.
Y como la luna escarlata,
las mujeres menstrúan cada ciclo de la existencia.
Ella con su aroma de albahaca
Cuando el viento es una caverna de amapolas,
mi madre es una raíz vestida de polen.
Es un tibio valle, jardín que viaja libre por las venas
con su lava de sangre y de río.
Cuando recuerdo su aroma fresco de albahaca y pan,
me devuelve a una espiral de nubes,
a un pasillo de la infancia.
Madre, es el preludio de un poema que me arrulla de luz.
Cuando la esperanza se conjuga
–entre latidos de clamor–
me abrazo a tu cuerpo como el tronco a la tierra.
Anita, eres perfume, gruta, verbo,
puñado de semillas en mi ceremonia de nacer.
Dualidad del tiempo
Dicen que la vida y la muerte son mundos contrarios,
mas no hay separación dentro y fuera.
Quizá sean extractos de una misma sangre
o sinónimos de un mismo tronco.
Ambas están atornilladas por un hilo;
detrás del rostro de una, se esconde la otra.
Cuando la campana de la muerte repica,
la vida responde en coro.
Son huellas de fronteras indivisibles
con coordenadas entre el cielo y la tierra.
Ambas nos muestran una flecha, un mapa y un destino.
Quizá un trazo circular hacia el origen,
una señal prendida de la cola de un cometa,
un milagro cotidiano de lo azul en el umbral del cielo.
Acaso marcan un cruce o una región de pájaros
que atraviesan el soliloquio del agua.
Peregrinación de tiempo
por nuestro cuerpo.
Jícara de agua para mis muertos
Sólo la memoria de la memoria congrega a los muertos.
Me acompañan al filo del cielo
con el calendario de las lluvias.
Nunca estoy sola.
De golpe están aquí y ahora entre mis sueños.
Pensando, a veces, mi corazón los escucha.
Yo los convoco y un océano de luz emerge.
Los siento vivos en mí:
avanzan
descienden…
Viajan en marejadas por todos mis huesos.
Adentro se levanta una legión.
Sus rostros pintados hacen sortilegios en mi sangre.
Dejan rastros de su aliento en mis sendas.
Llevo su retoño bajo el jardín de mis ojos.
Tengo en la punta de mi lengua
sus lamentos, su saudade.
Late el robusto acento de sus pisadas
como caminar de hoja suelta,
como semilla que rumorea en mis manos,
como miel extasiada en la tempestad de mis pies.
Aquí , en el altar de esta mesa,
invoco la energía de sus nombres
como tributo a la vida y a la muerte.
Esta mañana agradeceré, honraré su estirpe,
sembraré sus voces en jícaras de agua.
Dinah Orozco Herrera (Ashanti), nació el 13 de diciembre de 1980 en Barranquilla (Caribe Colombiano). Se encuentra radicada en Bogotá. Activista y militante afrofeminista descolonial. Hace parte del Programa "Mujeres Afro narran su territorio"; del Ministerio de Cultura de Colombia. Perteneció a la Organización Angela Davis e hizo parte del “Proyecto Dignificación de las y los afrodescendientes” a través de la etnoeducación en Colombia, convenio AECID- Secretaría de Educación (2009-2010), del cual es coautora del libro Investigando el racismo y la discriminación en la escuela (Bogotá, 2010), producto de la investigación sobre el racismo en las escuelas de diferentes localidades de Bogotá. Es Santera, practicante de la Regla de Osha en la tradición espiritual afrocubana. Integrante de GLEFAS (Grupo Latinoamericano de Estudios Formación y Acción Feminista), tejido de espacios de trabajo y organizaciones de activistas y pensadoras (es) articulados desde una postura crítica, decolonial, antirracista y autónoma, que apuestan por la construcción colectiva de pensamiento y estrategias de acción frente a las formas particulares en que actúa la matriz de opresión que imbrica el racismo, el clasismo, el régimen heterosexual y el sistema de género-moderno-colonial, a nivel local, regional y global.
Publicado el 2.04.2002