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Charles Simic, Serbia-Estados Unidos

Por: Charles Simic
Traductor: Nieves García Prados / Juan Carlos Galeano

            Un poema que habla de estar sentado en un
tejado de Nueva York en una noche fría de otoño,
bebiendo vino tinto, rodeado de edificios altos, niños
que corren peligrosamente cerca de la cornisa, y la
hermosa joven de la que todos están secretamente
enamorados sentada a solas. Morirá joven, pero
nosotros aún no lo sabemos. Tiene un agujero en
sus medias negras y el dedo gordo asoma con la uña
pintada de rojo… Y los rascacielos… al declinar la luz…
como nuevos Caldeos, pitonisas, Casandras… por sus
muchas ventanas ciegas.

 

 

La luz

A nuestros pensamientos les gusta el silencio
en este amanecer sin pájaros,
el modo en que la luz temprana
toma el mundo tal cual
y no hace comentarios
sobre las manzanas que el viento
hizo caer de un árbol,
o el caballo que se ha escapado
de su cerca y está pastando
tranquilamente entre las tumbas
de un camposanto familiar.

 

 

Arrastrada

Melville tenía el mar y Poe sus pesadillas,
para conmoverlos y perseguirlos,
y tú tienes los rostros de los extraños,
vislumbrados una sola vez.

Como aquella mujer con la que cruzaste la mirada
en una abarrotada calle de Nueva York
y que se giró a tu paso
como si acabara de ver un fantasma.

Te dejó el recuerdo de su mano
levantándose para tocar su rostro aturdido
y disimular lo que podría haber sido algo
que estaba diciendo mientras era arrastrada.

                              Traducciones de Nieves García Prados

 

 

Bestiario para los dedos de mi mano derecha

1

Pulgar, diente flojo de caballo.
Gallo para sus gallinas.
Cacho del diablo. Gusano gordo
Que me pegaron al cuerpo 
Cuando nací.
Traigan cuatro para calmarlo,
Dóblenlo por la mitad, hasta que
Le giman los huesos.

Córtenlo. Que él sabe arreglárselas
Solo. Echar raíces en la tierra,
O irse de caza con los lobos.

2

El segundo señala el camino.
Camino verdadero. El que cruza la tierra,
La luna y algunas estrellas.
Miren, señala más allá.
Se señala a sí mismo.

3

Al del medio le duele la espalda.
Entecado, sin acostumbrarse a la vida;
Viejo al nacer. En busca de algo
Que tenía y lo perdió,
Sigue buscando en la mano,
Lo mismo que un perro,
Con diente filoso,
Rastrea sus pulgas.

4

El cuarto es un misterio.
A veces, cuando mi mano
Descansa sobre la mesa,
Salta de repente
Como si alguien dijera su nombre.

Tras visitar cada hueso, dedo,
Me acerco hasta él, preocupado.

5

Algo se mueve en el meñique
Algo perpetuamente a punto
De nacer.  Débil y obediente,
Con muchísimo tacto.
Sabe pesar una lágrima
Y sacar la paja del ojo.

 

El viento

Al tocarme, tú tocas
El país que te ha exiliado.

 

Desarmando el silencio

Quítale las orejas primero,
Con mucho cuidado, para que nada se riegue.
Con un silbido cortante, rájale la barriga.
Si hay cenizas adentro, cierra los ojos
Y sóplalas para donde vaya el viento.
Si hay agua, agua dormida,
Trae la raíz de una flor que no haya bebido agua por un mes.

Cuando llegues a sus huesos,
Y no tengas un perro,
Y no tengas un ataúd de pino,
Ni una carreta tirada por bueyes para hacerlos sonar,
Mételos dentro de tu piel.
La próxima vez que te encojas de hombros
Los sentirás apretarse contra los tuyos.

Ahora se ha oscurecido.
Con cuidado y paciencia
Búscale el corazón.  Vas a tener
Que arrastrarte hasta los cielos vacíos
Para escuchar su latido.

 

El pollo sin cabeza

1

Cuando dos por dos eran tres,
Empollaron al que no tenía cabeza.
Cuando la tierra todavía era plana,
Se cayó de su borde por andar soñando despierto.
Cuando había 13 signos del zodiaco,
Encontró una estrella muerta y se la puso de molleja.
Cuando el primer zorro se estaba casando,
Aprendió a volar con una sola ala.
Cuando los huevos todavía eran de oro,
Las nubes en el cielo sabían a mazorca tierna.
Cuando la lluvia le inundó su gallinero,
Del huesito de la suerte hizo su
 arca.
Ah, cuando lo único que comía era su propia carne asada,
Del relámpago hizo su pincho,
La tormenta le sirvió de sal y condimento.

                           Traducciones de Juan Carlos Galeano


Charles Simic. Poeta, traductor y ensayista norteamericano, nacido en Yugoeslavia en 1938. Ha publicado más de veinte poemarios, numerosas traducciones de poesía de la Europa Oriental y ensayos. Su obra dotada de gran ironía y humor negro nos ofrece cosmogonías cotidianas con alusiones traumáticas al mundo contemporáneo y a las sociedades totalitarias. Sobre su estilo, The New York Times Book Review afirma que "…en el reino de la imaginación... pocos poetas norteamericanos han sido tan influyentes y únicos como Charles Simic…”. La sencillez profunda de sus poemas le ha permitido buena recepción en el mundo anglosajón y en países de otras lenguas, así como el merecimiento de numerosos premios y distinciones, entre ellos el de ser Poeta Laureado por el Congreso de los Estados Unidos y el Premio Pulitzer 1990. Por muchos años, fue profesor de la Universidad de New Hampshire y vive a orillas del lago Bow en Strafford, New Hampshire, al norte de los Estados Unidos.

Publicado el 12.06.2020

Última actualización: 24/01/2022