Clemente Riedemann (Chile)
Por: Clemente Riedemann
Conversación en el parque
“Tengo la impresión que cada cierto tiempo inventan una pandemia para amedrentarnos de algún modo” Ella tenía ojos del color del mar.
¿Quiénes las inventan?, preguntó Leonel, ociosamente.
“¡El poder!” –Ella volteó hacia él para gritarlo- “¡El gran hermano!”
Leonel pensó en su hermano, que mide 1,98.
“El AIDS; el H1N1; y ahora el COVID-19”, se avino ella a documentar.
Leonel pensó en las siglas en si mismas como una pandemia, pero no lo dijo, por temor a ser mal interpretado.
¿Cuál es el color de las bragas que llevas hoy?
Leonel hizo esta pregunta con la idea de reorientar el curso de la conversación.
“Y eso, ¿qué tiene que ver?” –consultó ella, luego de tardar tres segundos en dimensionar el nuevo contexto semántico.
¿Tiene qué ver con qué?, contra preguntó Leonel, a fin de seguir adelante con el plan de seducción.
“Pues, con la realidad, por supuesto”, respondió ella, tan dueña de si misma, tan campante, tan garbosa en su conducta evitativa.
La realidad somos nosotros conversando aquí en el parque, dijo él.
“¿Estás seguro de ello?”.
Ella le miró con su mirada marítima, de un modo tan intenso que a Leonel ya no le dieron ganas de pensar más en nada.
“¡Verde limón!”, alcanzó a deslizar, porque entonces ocurrió algo extraordinario.
El escaño en el que se encontraban conversando comenzó a elevarse por sobre los árboles, más arriba de los edificios, lejos de las montañas, hasta que la república, América del sur, la tierra entera no fueron más que un referente lejano en el firmamento.
El Ford del 56
¿Cómo es que nunca usas el del 56?, preguntó la Mangosta. El Coyote hizo como que no escuchó la pregunta, así que permaneció impávido. Pero la Mangosta le dio un codazo, oye no te hagas el leso, le dijo.
“En ese auto aprendí a manejar. –afirmó el Coyote- Era de mi tío Alfonso”.
Y eso ¿qué tiene que ver?, replicó la Mangosta. Tiene sus buenos asientos, la podríamos pasar bien allí / tengo ganas ahora.
“Hay demasiada ansiedad mía metida ahí dentro – explicó el hombre - No es un auto para la liberación, pues me recuerda mi vida de la infancia”.
¿Fuiste infeliz cuando niño?, quiso saber la Mangosta. El Coyote la miró con algo así parecido a la ternura. “Ven aquí”, le dijo.
Entonces, abrió la puerta del Ford 56 / se acomodó frente al volante / dejó que la Mangosta se sacara las ganas que tenía.
¿ Has leído a Prigogine ?
No desperdicies tu inteligencia ni tu sensibilidad escribiendo poemas que no traten del amor -dijo Rita.
Ya ni mi madre lee poemas -agregó. Es más, ya casi nadie sabe lo que es un poema- se atrevió a acotar.
Pienso que ni lo poetas lo saben –prosiguió en su alegato, mientras se dirigía a la cocina para intrducir un leño en el fogón.
“Es mejor vivirlos que escribirlos”, esto lo dijo mientras se quitaba la falda. Justo Leonel andaba inspirado, así que se vio ante a una encrucijada.
¿ Has leído a Prigogine ? – consultó, aún, Rita.
(Antes que Leonel pudiese responder, ella se le puso de horcajadas sobre los muslos).
“Dime que me encuentras amarga” –le conminó.
La destrucción del arte posmoderno
Entonces pusieron todo el arte posmo en un trolley / las ventanas tapiadas / con la intención de electrocutarlo. Afuera era agosto en la parte de abajo del mundo y apilaron las bellas reconfiguraciones (los bellos látex) los acrílicos / los óleos no, pues habían sido desahuciados.
Luego subieron los colores / principalmente el morado el fucsia los verdes transitivos / los tonos opacos el amarillo rey / “incrustaciones ocasionales azarosas” / botones boletos de metro una etiqueta de una tienda de Milán / las últimas fotografías de Adriana Lima ¿qué más? preguntaron los de la mudanza. Arriba también instalaron las instalaciones / cartones en cuatricromía / los relucientes catálogos menús de cócteles en Singapoore / los espantosos suchis y bajaron la palanca / el ómnibus se puso a los brincos / salía humo olor a cables quemados abrieron la puerta trasera / querían ver el real estado del arte.
No pasa nada dijeron ¡Saquen los neumáticos! Aprovecharon de subir unos Bacon / cosas de Nou Barris / contratos de género / subieron el volumen a la música trance bajaron de nuevo la palanca / esperaron / qué diablos sucede / esperaron / fucking palanca no activa el sistema / malditos no pagaron la cuenta de la luz.
Entonces pasaron al plan B detrás de la colina / donde estábamos con Rita contemplando la escena / apareció un misil describiendo un arco en dirección de la Fay-fay / quedó la zorra / a los que recogían esquirlas se los llevaron detenidos / por sospecha dijeron / entonces los sicarios arrojaron sus sombreros al aire se abrazaron / bebieron unas energéticas mientras movían ligeramente sus cabezas al ritmo de la música.
Se queda huérfano pero no lo lamenta
Su padre murió cuando él todavía no aprendía a ser un coyote de verdad, así que decidió tener otros padres que iba encontrando en el camino.
“Convierte a tu padre en ángel de la guarda” le dijo uno “así nunca te abandonará”. Otro le dijo: alégrate ya no tendrás que hacerte cargo de él cuando envejezca. El tercer maestro que encontró le dijo “sé tu propio padre”.
Estos fueron los principales sustitutos que halló.
Después se topó con una serie de falsos maestros, por ejemplo uno de ellos le suplicó “déjame ser tu hijo”; y otro –aún más car´e raja- sugirió “podrías presentarme a tu madrecita”.
Así fue como aprendió a separar el trigo de la paja, a encontrar una aguja en el pajar, a no tener sexo allí porque el culo se le llenaba de ronchas el polvillo le producía sinusitis.
Moby Dick
¿Qué haces varada en esta playa del fin del mundo, Moby Dick? ¿Qué le ha ocurrido a tu famosa torre de control?
¿Ingeriste el veneno plástico, el plancton químico, la sardina enferma? ¿Echaste en tu panza el krill podrido y en tus vejigas el aire negro de Ventanas?
¿Cómo estás tan oscura, Moby Dick? ¿Te han untado con el petróleo derramado por las refinerías o por los barcos encallados a propósito para cobrar los seguros?
Escúchanos, Moby Dick: mueve tu gran culo sobre la arena y regresa al mar que te dio origen. Vuelve a ser la ballena blanca que nos sumerge en el mundo de los sueños.
Oye, reina de Melville, macho o hembra, monumento del océano: llévanos sobre tu lomo y ayúdanos a recuperar la sal y el agua que nos ha sido arrebatada.
La serpiente
¿Cómo es que aún no te has marchado de este lugar?, preguntó la Serpiente a Adán. Éste, distraído con el sexo de Eva que era el único que llamaba su atención, atinó en responder por lo pronto. No hay otro lugar –dijo el varón- Esto es Nueva York.
Prueba de esta otra gran manzana –prosiguió la Serpiente- Es la panacea del saber. Todo en un mismo dispositivo: ubicación, diversiones, meteorología, discernimiento.
No jodas, Serpiente –díjole el nudista- Estamos bien acá. No pagamos arriendo.
Eva se mantenía alejada, pero con una oreja atenta a la conversación. La Serpiente se dio cuenta de ello: ¡Eva! –la llamó- Ven a probar de esta manzana.
No, gracias. Son transgénicas, dijo la hembra. Pero igual nos quedaremos acá si o si, agregó.
¡Ajá! –Exclamó la Serpiente- ¡Os negáis a abandonar vuestra zona de confort!.
Por supuesto, intervino Adán, nunca tan giles para irnos. Tenemos de todo. Y acá no es necesario trabajar.
¡Pero no podéis alterar la tradición por un simple capricho residencial!, alegó la Serpiente, que ya mostraba signos de exasperación.
Claro que podemos, demás que sí -intervino Adán, que no poseía mayores recursos de lenguaje, aunque suficientes para la época.
Pero, Eva –haciendo de lenguaraz- acudió en su ayuda y dijo: Seamos pragmáticos: la tradición se ha convertido en obstáculo para nuestra felicidad.
Oído esto la Serpiente, luego de procesar los datos, acabó por desenroscarse del Árbol de la Sabiduría y, arrastrándose, enfiló en dirección del Hemisferio Sur.
Clemente Riedemann nació en Chile en 1953. Su obra literaria incluye poesía, teatro, ensayo, crónica y canciones populares, teniendo la historia cultural del sur de Chile como base de sus investigaciones y de su trabajo creativo. La historia de occidente, el lenguaje, las relaciones interétnicas, la memoria colectiva, la política, la ecología, la antropología, el humor cáustico y la coloquialidad constituyen las bases temáticas y estilísticas de su discurso. Libros principales: Karra Maw`n, 1984; Primer Arqueo, 1989; Karra Maw´n y otros poemas, 1995; Gente en la carretera, 2001; Isla del rey, 2003; Coronación de Enrique Brouwer, 2007; Suralidad, antropología poética del sur de Chile, en colaboración con Claudia Arellano Hermosilla, 2012; Una casa junto al río (antología, 2016); y Riedemann Blues, 2017. Obtuvo el Premio Fundación Pablo Neruda y el Premio Casa de las Américas.