La poesía y el rescate de la Cultura
Por: Fernando Linero
La poesía de un pueblo adquiere su vida del habla de su gente,
y a cambio la poesía le da vida a esa gente; y representa
el punto más alto de su conciencia, su más grande poder
y su más delicada sensibilidad.
T.S. Eliot
El poeta está aislado en el rincón más solo, en un ambiente que lo cohíbe para cuestionar el estado actual de la Cultura, es decir de los valores, de la moral y la ética. Atento a las cosas de valor diferentes del dinero, hasta podría afirmarse que la incomunicación es su norma de vida. Eso no le impide tener presente que es necesaria una transformación para salvar a la sociedad. Y es aquí donde surgen los interrogantes sobre el tema de la función social de la poesía. Ese ha sido un asunto en el que se ha dilucidado ampliamente (Shelley, Coleridge, Wordsworth…) no obstante la discusión no concluye, porque está sujeta al cambio de los tiempos que es lo mismo que decir a los cambios en la mente humana. Lo que sí tiene claro es que ella no dejará de ser una crítica profunda de la vida y con más razón hoy que se observa una anarquía intelectual como nunca antes se había visto. La religión y la política, soportes fundamentales de cualquier colectividad, se han convertido en un problema más que en una ayuda para el crecimiento de lo humano. Hoy son factores de desunión, de separación, que no crean lazos como debería ser; que lo que hacen es ahondar el abismo, la distancia que entre hombre y hombre existe. Hemos sido incapaces de creer en el poder cierto de la democracia, que es el mismo poder del ciudadano común. Eso nos hace hijos del disturbio y la pérdida. No hemos sabido auscultar los secretos de la imaginación que le fue concedida a nuestro tiempo. Esa ineptitud de los pueblos es un problema mundial: la democracia se ha vuelto una estafa. El poder de la democracia no es de los dirigentes. Ellos simplemente son sirvientes del pueblo a quien pertenece el verdadero poder. Es por eso la urgencia de redefinir la Cultura que es lo mismo que redefinir la democracia. Recobrar la Cultura es rescatar al individuo que se pierde entre la muchedumbre que lo hace invisible, que lo borra; es recuperar la memoria social de dónde venimos y la poesía no puede ser ajena a esta realidad, porque querámoslo o no ella está permeada por el acaecer externo; el contexto está permanentemente sumándole elementos de interés. El territorio del poeta deriva de la configuración de su época. Y es aquí donde vuelve a surgir la vieja pregunta ¿Es acaso la poesía capaz de salvarnos? Ya Maritain nos había dicho que la poesía no nos va a salvar, pero por otro lado, el poeta Ives Bonnefoy nos afirma con mucha seguridad que la sociedad sucumbirá si la poesía se extingue. Frente a eso estoy de acuerdo con T.S. Eliot cuando afirma que el poeta está más vitalmente comprometido con los usos “sociales” de la poesía y con su propio lugar en la sociedad, porque ella además es una defensa de la autonomía general de los individuos y de los pueblos.
Cada época demanda cosas diferentes de la poesía aunque sus demandas sean modificadas. Creo que en la nuestra ha habido una insuficiencia en la reacción.
Hoy que imperan intereses que disculpan la intromisión con el pretexto de sitiar al terrorismo o a los gobiernos anti democráticos, y se atacan las expresiones culturales que no se enmarquen dentro de esos parámetros, es innegable el clamor por una concientización histórica que ayude en la articulación y expansión de ideas con caminos más esperanzadores. Pero frente a este desbarajuste actual de juicio y de reconocimiento; frente al fardo de la angustia y de la duda que nos encadena, por el contrario observamos con tristeza como la gente es cada vez más insensible a la poesía.
¿Porqué reclaman tan poco del arte? Es posible algún cansancio mayor que el de nuestros coetáneos? No son capaces de percibir que la poesía con su sensibilidad y con el uso concienzudo de la palabra bien puede ayudarnos a encontrar un nuevo significado de la Cultura. No reconocen la obra de los artistas como suya. En esta época con sistemas mediáticos que mienten, atiborrada de una inexpresiva confusión y en disputa perpetua, la belleza habita un borde angosto. La mueca por el contrario tiene trasformaciones infinitas. Todo eso nos habla de la pérdida del sentido de pertenencia de la gran riqueza que el arte nos ha legado. Y así nada esperan de él.
El cambio en la Cultura debe ser desde la educación, de otro modo no es posible. Es la ignorancia la que ocasiona confusión en el pensamiento. Es la barbarie la que vicia la sensibilidad. Sólo la educación podrá prepararnos para el desastre. Atravesados por las tecnologías y en contextos sociales, económicos y políticos diversos, nos corresponde enfrentar una discusión juiciosas mientras aún tengamos tiempo. Todo indica que el planeta muere vertiginosamente en gran medida por nuestra culpa. Todavía el positivismo cumple un papel significativo en la apreciación del mundo, lo que no colabora con la intuición súper natural del poeta que queda desvirtuada.
¿Es que no va a ser posible nunca un mundo ordenado, equilibrado y conciso? ¿O es que nos encontramos frente a la desgracia de lo ineludible? ¿Será que los pueblo, habrá cada uno, de seguir con su propia catástrofe, sumidos en la inconsciencia que sólo le da validez a la codicia y al pragmatismo económico?
¿Qué empaña nuestra facultad al punto que permite que se hayan invertido los valores y no lo hayamos podido enfrentar con la fuerza de la crítica y el amor?
Por acoger la farsa vana de la guerra hemos malogrado el don más preciado que puede tener una sociedad: la posibilidad de vivir en paz.