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Giovanna Benedetti (Panamá)

Por: Giovanna Benedetti

Música para las fieras



«Dichoso es el destino de la vestal sin culpas
Olvidada por el mundo del que ella se olvidó
Eterno resplandor de una mente sin recuerdos
Cada ruego ya cumplido, cada deseo ya perdido».

Alexander Pope: Para Abelardo de Eloisa


I


De estas épocas apenas reveladas
se dirá que no había acuerdo entre nosotros, los insomnes.
Que cada quien vivía el pronóstico del día sobre la víspera;
que pasábamos de la noche al cuerpo, sin ser vistos;
que nos ganaba la costumbre de esperar la lejanía
y que flotábamos como objetos no asidos a la tierra
con el eterno resplandor de una mente sin recuerdos.
Se creerá que simulábamos fantásticas criaturas
navegando por imágenes de estuarios y ballenas.
Que propiciábamos demonios
que nos hacían perder el sueño
dando ascenso a las tertulias vagabundas de la aurora.
Y que no obstante despertábamos, de pie e hipnotizados
sin que nadie nos diera palmaditas en la frente;
recortando calendarios, papeles y fotografías
para poder saciar la sed que daba de beber
a nuestras lágrimas.

 

 

II


Pensarán que inventábamos países de juguetería
calcando en relieve mapas de territorios prohibidos.
Que redondeábamos los riscos de coral, los farallones
con crípticas arboladuras, por imposibles dominios.
Y se nos hará lucir las galas de los amantes vencidos
acusados de una suerte de incoherencia delictiva:
de hacernos guiños falsos en la paradoja del olvido
atrapando las caricias subitáneas del desvelo
que se caen de su estatura
y no se quiebran.

Y se hablará
de encantamientos: que hubo pacto, maleficio.
Que traíamos ya indispuestas las líneas de las manos
y una cartilla de deudas en expansión perpetua.
Que nos habíamos hecho prófugos
de nuestras pobres narrativas
fermentando como espuma la fatiga de los vientos.
Y que atrapados como estábamos
entre el río y su turbulencia
discurríamos hacia arriba, alrededor, sin punto fijo:
(como esas necias crónicas viajeras del paisaje
que se acercan por detrás huyendo de los riesgos).

 

III


Alguien dirá —seguramente—
que sólo una fatalidad redime a otra.
Que la función del olvido es diferir la sombra.
Provocar el sacrificio de la flor irremediable
sin cortar por propia mano los tendones de la tierra;
devolviendo a sus rutinas los sabores de la espera
en esa breve intensidad que paraliza el miedo:
como un perrito avergonzado
que rinde honores a destiempo
y que suspira de perfil
para no incordiar los ecos.

Hechos custodios
del verbo y cómplices de sus esquemas
se creerá que profanábamos los números del término.
Que le colgábamos adjetivos persistentes al silencio
en ansia de durar más de un momento.
Y que si a ratos
despegaban los columpios de la carne
(y nos daba por robar la claridad a los sabuesos)
le oponíamos las fragancias obsesivas del misterio
con la angustia bien ceñida a las costuras de la calle
para impedir que la humedad
se abriese paso sobre el verso.

 

IV


Entonces fingirán
que no se oyó el latir de nuestras quejas
cuando el juego de las luces arrumbaba sus cadencias
—esos pequeños fogonazos truculentos de la historia
que caen de la misericordia de los dioses de lo efímero—.
Y se enrollarán los telares de las patrias interiores
que no alcanzan, con sus letras, a vivir entre renglones;
conciliando los discursos de las viejas profecías
con el púrpura encendido de las nuevas tradiciones.
Y mientras la niebla
se expande como un sudario de higueras
(y nos envuelve en el trayecto que va del espejo al suelo)
se desdecirá de aquel idioma adormecido de repente
a la manera en que las olas
se desdicen de la arena.

La rutina de una mano pasará en turno a la otra
remontando hacia los pájaros un signo interrogante...
—y Dios dirá por qué persisten los destellos del relámpago
al chasquido del azote que reverbera el pantano;
o esa rosa en las combinaciones de una misma pesadilla
o la ilusión del arco iris en un cielo imaginario
cuando todas las certezas se diluyen en sus ángulos
en una trama de espirales, cicatrices y etiquetas.

 

V


La memoria es una lenta caravana de consignas.
Una mano extendida que separa las aguas.
Una trampilla de paso. Una ficción del cántaro.
Una caja de reliquias que sobrevive al cálculo.
Una opinión que afina la velocidad de la mirada.
Una noria que da vueltas undívaga y portátil.
Un barco que se desliza por un mar de abecedarios
sobre esa incertidumbre fraticida del olvido
donde ya no coinciden ni los días ni las palabras;
y los sucesos se depuran de la sal en sus cornisas
y los héroes se desploman y caen sobre sus astas
tumbados a banderillazos o envejecidos de súbito.

De largo sopla el viento que convida a los halcones
brincando entre la espiga y la bulla sofocante;
sin planos, ni portulanos, ni folios, ni recetarios
desahogando los naufragios rescatados de las olas
que confunden la ilusión de cal y canto de las piedras
con la tibieza protectora de una lumbre bien servida
porque la piel de los verdugos no se quema.
Sencilla metalurgia del infierno:
martillar a yunque plano la fatiga de la carne
y herrar la fragua dócil que ya no tiene aliento.

 

 

VI


El vacío aspira siempre a atar nudos en la nada.
A simular lo vacante en su voracidad esquiva.
Finge el ritmo de la trama que conjura a los danzantes
o el lenguaje que enmudece en su oficio a las intrigas.
Es la distancia de vuelo que no va a ninguna parte
y que se hincha y cobra inercia en la última jornada;
bajo una luna
que en sus cuernos se arquea como una ojiva
porque la muerte acecha obscena, triunfal
y sin coartada.
No bastará, por cierto
con desmemoriar la rosa
ni con borrar el tatuaje que configura al tigre
si la noche se nos cierra como un organillo de felpa
y el amor invertebrado se convierte en herejía.

En el vasto gradiente de los jardines sin tierra
—allí donde la luz
carbonizada aún crepita—
se humillarán los aljibes que acumulan las goteras
venciendo las carreteras fastidiadas por las suelas.
Y aparecerá un nube hueca (casi como una anfisbena)
que adrede se disparará en un rapto de esplendores
hacia la inexorable fanfarria del último silencio.

 

 

La globalización de la educación y el fin de la historia

 

Nota: Esta presentación es un extracto de mi ensayo titulado de igual manera y publicado en la Revista Tareas, 2016. El texto completo se puede consultar aquí

Que la educación y la cultura se piensan hoy desde las ideas de la economía de mercado es cada vez más perceptible. Lo que quizás se nota menos, es la maquinaria de configuración que está gobernando el sistema, o el proyecto bajo cuya impronta se viene empujando esta operación global. El proyecto se llama Tuning; en América Latina y el Caribe se conoce como Alfa Tuning, y a la fecha se encuentra establecido en la mayoría de los países del mundo “Occidental”. Concebido e incubado en las más altas esferas mercantes y mediante intervención financiera supranacional, fue dado a luz en los claustros de algunas de las universidades más antiguas de Europa: Sorbona, Bolonia, Salamanca... y el mismo tiene por epicentro la instalación de un nuevo ordenamiento educativo, tan radical en su estructura y deontología, que de hecho significa un cambio de paradigma en los sistemas de enseñanza-aprendizaje de todos los países del planeta. La idea detrás del nombre es clarísima: La palabra “TUNING”, que es inglesa, significa “afinación”, “sintonización”, “puesta a punto” o “sintonía”. En inglés, su uso cotidiano es amplio pero no demasiado polisémico, por lo que la connotación primaria no tiene perdedero: se trata de sintonizarse en un único tono, de hacer sonar al conjunto de la cultura global en una misma armonía y bajo una clave idéntica.

El objetivo es instalar nuevas reglas económicas respecto de la gestión del conocimiento. Pensar el aprendizaje como “producto de inversión”, donde la referencia más importante es la necesidad constante de “rentabilización” del conocimiento, la captación de “estudiantes-clientes” y la alianza estratégica entre centros de estudios y empresa. Y es que en este modelo de sintonización global, la función social asignada a la educación se calcula según su apoyo al crecimiento económico. Así, a medida que la contribución cultural se diluye, se promueve “el apoyo a la competitividad educacional y su adecuación a las industrias”. (José Joaquín Brunner: Mercados Universitarios, 2008) La idea es que sean las funciones económicas las que primen sobre cualquier objetivo de educar a una ciudadanía. Se trata, pues, de una plataforma que prioriza el emprendimiento y la competitividad como valores cardinales del sistema educativo, y que apuesta por educar a todo el estudiantado en un sistema orientado a suplir las demandas del mercado de trabajo en un horizonte de competitividad global que fomenta el “individualismo posesivo”, patrocina la democracia limitada y empuja el paso del capitalismo nacional al transnacional. La economía de la educación no considera al conocimiento como valor de uso sino como puro valor de cambio. Es decir, no cree que los conocimientos deban de ser medios creativos con los cuales se pueden generar bienes, organizar servicios y concebir obras de todo tipo, sino que los supone mercancías en sí mismos. Es parte del ADN del neoliberalismo financiero que necesita tasar y facturarlo todo como un objeto rentable y que no cree en el cultivo y formación del saber humano, sino en el conocimiento como tarjeta de crédito, o como bono que se puede invertir en bolsas de valores, vender y comprar en el mercado como un producto más de la cesta de la compra.

La destrucción macro-cultural y el rebajamiento del pensamiento crítico se viene produciendo simultáneamente en Estados nacionales pertenecientes a los cinco continentes. Aquí y allá las nuevas directrices apuestan por una ciudadanía desarraigada de su historia y enajenada de su identidad. Quieren estudiantes ubicuos y flotantes, ajenos a las valoraciones del pensamiento crítico para poder implantar su esquema. Como explica Chomsky (2009), “les asusta —y con razón— el papel que en otras épocas han desempeñado los universitarios, los estudiantes comprometidos y los intelectuales”, de ahí que quieran acabar —en plan global— con la universidad y escolaridad superior independiente, a través de los supuestos beneficios concertados de una sintonía (“tuning”) de sus sistemas educativos; porque no les gusta “que demasiada gente tenga acceso a una educación autónoma” (N. Chomsky: Latin America Declares Independence, 2009), ni que en su seno se cultive ese estudiante portador de valores, ese estudiante humanista y culto, educado en la conciencia colectiva de un patrimonio nacional, ese estudiante que afianza su identidad y defiende su memoria histórica, al que se han propuesto reemplazar por el estudiante pragmático, de fronteras líquidas, aprendizaje utilitario y desarraigo cultural.

Nada hay más efectivo para modificar conciencias que la avalancha terminológica y la novedad de un nuevo léxico. Así pues, la primera “reforma” se puede ver en lo lingüístico donde se empieza a hablar ya de “clientela estudiantil”, de “producto educativo” de “empresa escolar”, de “control de calidad colegial”, de “inversión de aprendizaje” y del “enfoque por competencias”. La consigna es hablar más de “entrenadores” y menos de “educadores”. Como en los Estados Unidos, donde ya no sorprende que se haya pasado de decir “learning” a decir “training” ni que se anuncie la imposición del “training” sobre el “learning”. El término estrella es el de “economía del conocimiento”, impuesto ya en Europa como canon de la universidad-inversionista y la escuela-competitiva. Este combinado, que es por muchas razones una figuración alejada de la ética del saber, transforma a los estudiantes en clientes y a las políticas educativas en gestiones comerciales. Semejante deontología que prioriza los valores utilitarios y que fragmenta la formación profesional de los estudiantes, tiene que impactar negativamente en el quehacer e identidad de profesores y estudiantes. Su objetivo es poner a la educación de cada Estado soberano al servicio de las empresas, subordinando la financiación pública a la previa obtención de “fuentes de financiación externa”, es decir, privadas. Este modelo educativo golpea en primer término los sitios más fusionados de la ciudadanía a nivel de nación: la memoria histórica, la identidad colectiva, la dignidad social, el decoro cívico, el sentimiento patrio, la conciencia pública nativa y local. Y es que su primera ofensiva consiste en destruir (o ablandar) las estructuras culturales que suelen servir de baluarte frente a las amenazas. Al desfigurar la memoria común o al impedir la construcción de una identidad histórica, se propicia el desamparo de los bienes culturales y se consigue poner en el mercado el inventario patrimonial de toda la riqueza propia de una nación, que es sin duda otro de los fines perseguidos por la trama. Una trama que lleva por oficio global “adecuar la enseñanza a las necesidades del mercado laboral a fin de que estos puedan reflejarse convenientemente en los currícula” (Mensaje de Salamanca, 2000). Trama perfectamente diseñada, de alcance mundial y sin fronteras, que se marca como una de las acciones prioritarias, y que es necesario comprender para poder diseñar estrategias liberadoras de contención e independencia.

 


Giovanna Benedetti nació en Panamá en 1949. Es poeta, narradora, ensayista, artista pictórica, escultora ceramista y diseñadora digital gráfica. También es Doctora en Derecho. Ha publicado, entre otros, los libros de poesía: Entonces, ahora y luego, 1992 (Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró de Panamá, 1992); El tambor de la agonía, 1994; Entrada abierta a la mansión cerrada, 2006 (Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró de Panamá, 2005); Génesis de Abya Yala, 2011; Cuando venga Colón a descubrirnos, 2011; Música para las fieras, 2014 (Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró de Panamá, 2013); Después de los objetos, Poesía Reunida, 2017.

Su obra poética, narrativa y ensayística se encuentra ampliamente antologada en publicaciones colectivas internacionales y se han traducido selecciones al inglés, francés, alemán, italiano, portugués, rumano, húngaro, catalán, ruso y árabe. 

Obra narrativa (cuentos): La lluvia sobre el fuego, 1981 (Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró de Panamá, 1981); Vértigo de malabares, 2014 (Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró de Panamá, 2016). Algunos ensayos publicados: El sótano dos de la cultura, 1984 (Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró de Panamá, 1984); El camino de los andantes: Bolívar y Don Quijote (ensayo histórico), 1997; Las claves de Lorca: el pentagrama poético de su infinito (Premio Samuel Lewis Arango de Ensayo Literario 1998); La Globalización de la Educación y el Fin de la Historia (ensayo sociopolítico), 2014.

-Poemas Crear en Salamanca.
-Poemas en Círculo de Poesía.
-Entrada abierta a la mansión cerrada (poemas) Resonancias.org.
-Palabras para después de los objetos. Raquel Lanseros sobre Giovanna Benedetti
-Música para las fieras: Giovanna Benedetti La experiencia de la libertad.
-El camino de los andantes: Bolívar y Don Quijote Por Giovanna Benedetti.
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-Entrada abiera a la mansión cerrada, edición digital gráfica.
-Reseña a “Después de los objetos” de G. Benedetti Por José Luis Morante
-Entonces ahora y luego Video en Fonoteca española de poesía

Última actualización: 25/10/2021