Paul Muldoon, Irlanda del Norte
Por:
Paul Muldoon
Traductor:
Omar Pérez
Ruina
Pudo haber sido un molino, un granero derruido o una granja
junto a la que pasé en auto hace unos sesenta años
y, con mi pequeño ojo, divisé
a través de un marco los helechos desgreñados
y los pelirrojos matojos
de muchachos de mi edad a quienes mandaron a jugar en la nieve,
sus bolas de nieve
tan específicas en el descampado.
Ahora sin ventanas, sin techo, encajado
bajo la primera colina protectora de una cordillera
que se extendía hasta México -
un país hasta el que aun confiábamos en llegar
a toda marcha, al cual aún esperábamos trasladarnos
después del atraco – esta ruina presagia
no sólo las segadoras en cámara lenta
transformando la pradera en supermercado
sino la suerte que le espera
a los muchos que han sido etiquetados una y otra vez
en esos sesenta años. El paisaje está tan marcado por el cambio,
el estropeado proceso de paz, los falsos bungalows,
las granjas eólicas arrastrándonos en su paso acelerado,
tan marcado por todas las vueltas
que las cosas dieron
para esos niños a quienes ahora llaman de regreso de sus juegos
en la nieve, las ortigas casi tan altas
como el muro divisorio,
una ruina parece la única cosa intacta.
Tábanos y jejenes
1
El hecho de que Sócrates sea representado por Aristófanes
como un moscardón que atormentaba el cuerpo político en algún establo o corral
de la política sólo viene a entumecer
mi determinación en subir la parada
allá en el salón de ordeño. Con su nombre derivado del término
vikingo para designar un “buril”,
los tábanos tienen una manera de clavetear
una historia mientras la desparraman por toda la primera página.
Dios me libre de dejarlos llegar a tiro
de mi rincón hogareño.
El verde de la letrina es el verde de la matcha de ceremonia.
Habiendo hecho un desastre
de mis expuestos antebrazos, los tábanos ahora acechan
los cuartos traseros de un ternero.
El buey que hace tiempo pareció haber perdido su brujería
atraviesa el tremedal como un céfiro.
Como ya no suelo ser
atacado tal como Chilon el Efor
fuera atacado por sus compatriotas espartanos, llegado el momento
de recibir heridas, los tábanos y yo estamos bastante parejos.
Los jejenes, mientras tanto, se mantienen a buen recaudo.
2
El hecho que el propio Cristo parezca haber sufrido no sólo la ordalía
de un tábano en el costado sino una guirnalda de jejenes
es suficiente para atolondrar
a los mejores de nosotros. La púrpura del manto de Jesús está tan afianzada
que podría resultarme difícil comprometerme, en mi nueva versión, con el “escarlata”
de Mateo.
Creo que podría arreglármelas
en el asunto de pagarle su sueldo a la “prostituta”.
Las imprentas no se detendrán. Esa es una de las gallardías del traductor.
Dios me libre de permitirle a esos lacayos
que me confinen a las barracas
como el monje que me ofreció matcha en el templo Ryoan-ji en Kyoto.
La descripción de San Pablo “dar coces contra el aguijón”
he decidido traducirla como “dar coces contra las puyas”
para no ofender a las violetas que se encojen
entre los prestamistas. No voy, sin embargo, a adornar “una guarida de iniquidad”,
cuando se trate de tocar flautas de piel.
Estoy feliz de seguir la corriente
en particular si la historia permanece entre pliegues,
dado cómo una mosca de caballo
en el ungüento es percibida a veces por los hoi polloi como un obstáculo mayor,
como si representara algún tipo de problema de carácter.
3
El hecho
que la chusmería tiende a excitar a la chusma
no es menos cierto en nuestros relevantes lodazales
que en el Boulevard Saint-Germain. Es sólo otra onda que envía la onda
a través del círculo estancado sobre el cual los jejenes boxean
tan hábilmente. Mi caballo tira de su cabestro
como si hubieran dirigido sus picos
hacia él en vez de hacia mí. Incluso el monje que ilumina mi versión del Salterio
ve este mundo en términos de la medida de la columna.
Dios me libre, también, si flaqueo
ante lo invisible. Si la idea de un jardín donde todo parece girar
a partir de uno de sus quince cantos rodadossiempre
oculto a la vista logra estremecer la grupa de mi palafrén,
también hace que mi propia inquietud parezca mezquina.
Es cierto, desde luego, que la pretensión de San Patricio de haber criado cerdos
en Slemish
lo conecta con San Antonio, otro promotor de consenso,
pero la reciente implantación de un chip que contiene el Testamento
Rhemish bajo la piel de mi yegua
confirma que no permitiré que tacha alguna
manche siquiera
mi ambición. Incorporar, digo siempre, cuando el monje incorpora el agujero de un gorjeo
sobre una página de vitela en la frase “menos es m( )s”.
Cow Moose, Ruta 125, Ripton, Vermont
Una retrospectiva hacia 1996
un poco con los flecos del pelado Vidal Sassoon
popularizado por Mary Quant
y su regreso a casa al alba apenas
para parrandear
con nenúfares en una discoteca hundida.
Aunque puedas haberla clasificado
como una mortal, ella tiene poca
consideración por los ataques de osos o coyotes,
que merodean por los pastizales
para arrancarle a una docena de sauces
su corteza y brotes analgésicos.
A veces en las noches salía en pantalones cortos,
otras veces con una especie de minifalda tejida
compensada con zapatos de plataforma.
Alarma
1
El desierto seria un océano si pudiera detener
su juicio acerca de las interminables oleadas de arena
y suspenderse sobre su propio lecho.
2
No sólo la muerte es una Gran Niveladora.
3
El desierto tiene su propia versión de la espuma,
su propia versión de la salpicadura:
esa racha de granos junto a la cresta de la cabrilla.
4
Mi correo electrónico de alguna manera acabó en tu spam.
Espero que comprendas que era sólo un boceto.
5
Aunque pueda tener doce mil años, la creosota,
no es la brea que usara Noé, en el Diluvio
para mantener a flote su tanquero.
6
Luego está esa otra planta del desierto para la cual florecer
es una señal de peligro -enviar una bengala de aviso.
Los pasamanos
Nuestras rejas y barandas ornamentales que fueron fundidas
para hacer cañones de rifles se han ganado una suerte de póstumo renombre
al trazar inequívocamente una línea en la arena.
Las rejas y barandas adoptan finalmente una firme posición
y más enfáticamente aun llevan las cosas a una conclusión.
El orificio de salida de un disparo es su aproximación a una rosa
o geranio bajo la gasa en un alfeizar de ventana.Ç
Gangrena. El verde y dorado del primer narciso plenamente florecido.
Igualmente traducido, para que resultara en traducción aún más elocuente,
fue el plomo arrancado de los desagües y las luminarias. Pues el plomo se acomoda
a la espina dorsal tal como se acomodara a los caballetes de nogal.
Lo que una vez fuera parte de un santuario externo ahora está en lo más hondo.
Llevados al hombro como cajas de rifle, tras apenas tres semanas de ejercicios,
los pasamanos, gradualmente, van ganando nueva altura.
La mosca
Rodeada como está por las salpicaduras
de sangre y constreñida a una idea a la cual estuvo unida brevemente,
la mosca se lava las manos simplemente
hasta que el humo se despeje. Un obrero
del barco petrolero que por el Mar del Norte va pesadamente
rodeado como está por las salpicaduras
de sangre y chorros de crudo, recuerda fugazmente
las crudezas, pesadas confituras, vidrios, recuerda una visión oscura.
La mosca se lava las manos simplemente
ahora una cena en una habitación de arriba sirve nuevamente
para quebrar sus ilusiones. Abrumada por un rumor de muertos
y rodeada como está por las salpicaduras
desde los frascos de aceite y de vinagre, la mosca está tentada
a rociar un bálsamo de rosas sobre lo dicho anteriormente
“mosca se lava las manos simplemente”,
aunque solo sea porque Internet en su cháchara se apura
en señalar una ciudad a punto de rendirse ante las fuerzas
de Ethelred, rodeada como está. Por las salpicaduras
de sangre, los conocerás como infaliblemente
conocerás a un sátiro por sus orejas y cola de caballo. A estas alturas
la mosca en vez de lavarse las manos simplemente
debería abrazarse a una tierra plena en desgarraduras
(un banquete de astillas y de harapos
rodeada, como está, por la interplanetaria salpicadura
de la sangre), podría atender al intermitente
golpeteo de moscas nonatas sobre los peldaños.
Pero la mosca se lava sus manos simplemente
aun al contemplar la bandeja adornada
con una cabeza cercenada, pieza central ahora de la mesa.
Rodeada como está por las salpicaduras
de sangre, la mosca se lava las manos simplemente.
Paul Muldoon nació en el condado de Armagh, Irlanda del Norte, en 1951. Actualmente vive en Nueva York. Ex productor de radio y televisión para la BBC en Belfast, ha enseñado en la Universidad de Princeton por más de treinta años. Es autor de trece libros de poesía, incluyendo Moy Sand and Gravel, 2002, por el cual ganó el Premio Pulitzer 2003 y Frolic and Detour, 2019; así como Poemas seleccionados 1968-2014, 2016. Roger Rosenblatt, escribiendo recientemente en The New York Times Book Review, describió a Paul Muldoon como "uno de los grandes poetas de los últimos cien años, que puede ser todo en sus poemas, palabra lúdica, lírica, hilarante, melancólica. Y furiosa. Sólo Yeats antes que él podía escribir con semejante furia medida".
-Dossier sobre Paul Muldoon. Círculo de Poesía
-Paul Muldoon Poetry
-Poems. Poetry Fundation.
-Interview with Paul Muldoon. The White Review.
-Paul Muldoon. Interview. The Paris Review.
-Poems. Academy of American Poets.
-Position Paper by Paul Muldoon. The New Yorker.
-Paul Muldoon’s biography. British Council.
-A new long poem by Paul Muldoon. American Standard.
-For Poetry Ireland Day: A Classic Interview with Paul Muldoon Hotpress.com