Razón por la cual la poesía y el arte hacen de las personas mejores seres humanos
Por: Sylvie Marie
Y acerca de tener el valor de enorgullecerse de ser escritor
Crecí como la hija de familia de unos padres que trabajaron muy duro. Mi padre era albañil y mi madre se hacía cargo de nuestra finca. Teníamos vacas, cerdos y tierras para el cultivo del maíz. Mi hermana mayor era una niña totalmente libre. Con sus pequeñas botas, brincaba de un establo a otro junto a nuestro padre o ayudaba con la huerta, y nada disfrutaba más que arrancar las hierbas malas que crecían entre los adoquines. Yo, por mi parte, preferí siempre refugiarme en la lectura de un libro en cualquier rincón de la casa. No teníamos muchos libros, pero mi abuela una vez me regaló una enciclopedia que me gustó mucho. También teníamos por ahí regados cuentos de hadas y cómics, y regularmente íbamos a la biblioteca con nuestros compañeros del colegio. Mientras mis padres se ocupaban de que el mundo real siguiera su curso, yo me aislaba en mi propio mundo.
A menudo me he sentido culpable por eso. No por algún sentimiento profundo, sino porque mi madre me llamaba con frecuencia la atención cuando me veía evadir la realidad. "Por favor", me decía: "¡Deja los libros, vamos a dar una vuelta!" Y yo forcejeaba con mis botas, me las ponía, y la seguía. De niña, yo era demasiado torpe, me tropezaba en todas partes y con todo, y no podía evitar que los objetos más frágiles se me escaparan de las manos. Pero tampoco era muy útil fuera de casa, y mi madre se quejaba constantemente de mis pataletas y de las molestias que causaba, aunque estaba convencida de que a pesar de todo valía la pena que saliera con tal de que no me quedara en casa pasando páginas. A menudo decía que "salir" era algo que yo necesitaba aprender para enfrentar la vida. Luego, ya en la adolescencia, cuando descubrí que cantaba bastante bien, unos chicos de mi clase me invitaron a ser la cantante principal de su banda. Por primera vez, vislumbré un significado diferente de lo que era “ser útil" y lo que podría ser "actuar con más o menos eficacia". Pero cuando compartí tímidamente este nuevo entusiasmo a mi madre, no le importó para nada, y no me permitió unirme a ninguna banda. "No vas a terminar barriendo calles", dijo. "Hay cosas más importantes que hacer".
Más tarde, como estudiante, además de leer muchísimo, comencé a escribir con avidez. Durante mi adolescencia, escribí un diario, aunque nunca tuvo mayor trascendencia en mi vida cotidiana. Fue hasta que me instalé en mi propia habitación en Ghent, que me sentí libre para pasar todo el día en pijama, alimentándome de la peor comida chatarra mientras tecleaba en mi ordenador. En ese momento, me uní a un sitio web para escritores aficionados, y los comentarios frecuentes sobre mis textos me alentaron mucho. La posibilidad de chatear con otros miembros también me disponía a fascinarme con todos los que como yo sentían tanto interés por la lectura y la escritura. Así las cosas, llegué a casarme con uno de ellos.
Hoy vivo con un escritor y me gano la vida escribiendo y dando cursos de escritura. Ya no paso días enteros en pijama, prendida de mi PC. Tengo mis propios hijos a quienes tengo que dar ejemplo. Pero cada vez que me pongo a escribir, todavía tengo la ligera sospecha de que lo que estoy haciendo no es particularmente "útil". En mi cabeza, retumba la voz de mi madre que me recuerda: "Todavía hay un montón de platos sucios en la cocina". "Realmente deberías aspirar la casa". O "El abrigo de Levi está sucio y podrías lavarlo".
Y sí, es verdad, cuando lavo la loza, sé que en media hora más o menos tendré los platos y vasos limpios nuevamente. Cada vez que uso la aspiradora, la casa se siente mucho más fresca y acogedora, y si lavo el abrigo de mi hijo, incluso puedo sonreír plena de satisfacción. Pero en cuanto a decidir sentarme frente a mi PC para escribir algo, ya sea una prosa o un poema, no hay absolutamente ninguna garantía de que algo tome forma y valga la pena, incluso si le dedico un día o medio día, y mucho menos media hora. La escritura simplemente no puede asumirse como cualquier tarea. Cuando intentas crear algo nuevo, corres el riesgo de que no resulte nada interesante, de que puedas estar perdiendo tu valioso tiempo en algo inútil, de que tal vez no lograrás absolutamente nada.
Escribir sin segundas intenciones implica estar preparado de antemano para enfrentar dicha situación, pero normalmente lidio con ello. Sé que no soy la única. Desde hace diez años, he estado enseñando a personas que albergan el deseo de escribir, y cada uno de ellos se tropieza con el mismo obstáculo: la incertidumbre sobre si producirá algo. Surge la lucha constante con el "valor", y, por supuesto, en esta situación, el "valor económico", la "valía" y el juicio sobre su autoestima están intrínsecamente unidos. Desafortunadamente, dedicarse a escribir casi siempre significa estar condenado a perder la batalla financiera.
De cualquier manera, escribir poesía sigue siendo un arte bastante "económico". No necesito muchos materiales para ello, no exploto ni uso muchos de los valiosos recursos de la tierra, y puedo penetrar en ella y hacer todo por mi cuenta. Hacer un poema es una actividad completamente solitaria. Tampoco puedo imaginar ni por un momento cuál sería el costo de un producto genuino, de una obra de arte producida con algo menos endeble o más duradero que una pieza de cartón - por ejemplo, de una composición musical, la escritura de una obra de teatro o la dirección de una película -, en cualquier tipo de actividad que requiera involucrar demasiada gente. Y de todos modos, ¿cómo la llevaría cabo sin disponer de tiempo para lavar los platos?
Si el hacer arte significa una carga, ¿qué es lo que me motiva, qué motiva al poeta, al artista? ¿Qué hace que un artista se atreva a hacer cosas que a menudo implican no saber por dónde comenzar o hacia dónde dirigirse? He ahí la paradoja: en lo complicado de la creación se halla la mayor satisfacción del artista. Y es precisamente esa “dificultad” en el proceso lo que brinda esa sensación de satisfacción. Y es debido a que el proceso creativo es tan difícil que brinda esa sensación de plenitud. Se trata de una mezcla muy particular de serenidad, ideas y emociones. Y se trata de estar completamente absorto en algo, y del desafío de inventar algo nuevo. Este último factor es exclusivo del arte e implica que salgas de tu zona de confort, exponiéndote, adentrándote en ti mismo, hacia la otredad que hay en ti para entonces extraer algo que nunca supiste que encontrarías allí. Y luego - al final, después de mucho esfuerzo y dudas- inesperadamente y sólo en ocasiones, recibir algo. Es eso lo que le permite al poeta o al artista elevarse por encima de sí mismo. Algo que incluso puede sobrevivir a la rutina de lavar la loza, los trabajos de poca monta, y el cuidado cotidiano de los niños. Y esto, exactamente, es lo que le da la fuerza al artista. Esto es lo que me impulsa a no rendirme.
Esto me remite a las palabras que expresara la actriz estadounidense Phylicia Rashad: “Antes de hablar, los niños cantan. Antes de escribir, dibujan. Tan pronto como se ponen de pie, bailan. El arte es fundamental para la expresión humana”. Esto expresa perfectamente mi creencia de que, lejos de ser simplemente una parte de la 'cultura' que ha sido 'eliminada' de la 'naturaleza', como se ha considerado siempre, la persona que tiene la fortuna de extraviarse en el arte y la poesía tiene el verdadero potencial de acercarse a su estado natural: es decir, a su propia naturaleza interior. El arte y la poesía buscan y a menudo encuentran los puntos de contacto más profundos dentro de una persona y entre los seres humanos. A menudo observo un semblante suave, abatido y desarmado a través de los ojos de aquel que ha sido "tocado" por un poema, por cualquier poema. Es más, si este poema hubiera sido elaborado por mí (y a través de mí), esa persona también me habría comprendido, y hondamente, aunque no nos conozcamos en absoluto. Y no solo eso: esa persona también se habría entendido a sí misma de manera profunda.
De hecho, y sin caer en tecnicismos, los científicos han demostrado que en las primeras etapas de la vida, el cerebro de una persona construirá tantas conexiones como éste haya sido estimulado, e incluso desafiado, mediante el arte. Cuantas más sinapsis se crean, más complejo se vuelve el cerebro y más gruesa es la corteza cerebral. Y una corteza cerebral más gruesa desarrollada tempranamente a su vez se traduce en que una persona pueda pensar y desempeñarse de manera más clara y efectiva: por ejemplo, al hablar y calcular, y en muchas otras funciones y actividades básicas. Y al margen de este enriquecimiento directo, el engrosamiento cortical incluso protegerá a una persona contra las enfermedades relacionadas con la edad. Una vez leí que mirar una obra de arte puede hacer que una persona sea tan feliz como mirar profundamente a los ojos de un ser querido. Si tomas esto como un punto de partida, inmediatamente sabrás cómo la poesía - y con esto me refiero a toda la cultura del arte y la poesía- puede liberar el potencial humano. Y hasta podría, quizás, contribuir en última instancia a la paz y la justicia.
Es admirable que un poeta como Fernando Rendón, a pesar de los contratiempos y el trabajo constante por conseguir recursos, pueda organizar reuniones entre poetas y artistas y, sobre todo, acercar el arte y la poesía a un gran número de personas. Creo que cada corazón que se toca durante los muchos eventos que conforman este gran Festival de Medellín es un corazón que se gana para siempre. Y esta es también la razón por la cual es un gran honor para mí ser parte del 30 Festival Internacional de Poesía de Medellín. Oportunidades como ésta no sólo me animan a ahondar en lo que más disfruto haciendo en mi vida, sino que también me permiten expresarme con mayor orgullo al respecto. Por encima de todo, estar aquí hace que me sienta enormemente agradecida.
Sylvie Marie nació en Tielt, Bélgica, en 1984. Es una poeta y escritora flamenca autora de cuatro libros de poesía: Zonder (Sin); Toen je me ten huwelijk vroeg (Cuando me pediste casarme contigo); Altijd een raam (Siempre una ventana) y Houdingen (Posiciones). En cuanto a la prosa, Speler X (Jugador X) se publicó en 2013, una novela sobre fútbol de la que es coautora. Con mucha frecuencia publica en revistas literarias y sus poemas se traducen a varios idiomas. Por Siempre una ventana, en 2017, recibió el premio de Literatura de la provincia de Flandes Oriental. Le gusta experimentar en el escenario e interactuar con el público. Ha actuado en áticos, bodegas, castillos y establos, en barcos e islas, en escenarios de festivales de rock y en íntimas habitaciones de hotel.
Marie enseña cursos de escritura en las academias de arte de Gante, Tielt e Ypres y es editora de la revista literaria flamenca Deus ex Machina. Por el momento, está ocupada escribiendo su segunda novela y publicando poesía en Instagram.