Ahlam Bsharat (Palestina)
Por:
Ahlam Bsharat
Traductor:
León Blanco
La vaca Obeida
Teníamos una vaca llamada Obeida,
Era ojiabierta
Salvo que toda la manada era ojiabierta.
Era manchada,
Salvo que la mayoría de la manada era manchada.
Tenía una ubre llena de leche,
Dos o tres baldes de leche
Salvo que toda la manada tenía ubres llenas de leche
Y que mi madre llenaba dos o tres baldes.
Tenía mucosidad en la trompa la mayoría del tiempo,
Eso la hizo un poco repugnante,
Este fue el caso del resto de nuestra manada,
Con sus trompas repletas de mucosidad repugnante.
Y cuando Obeida estaba en duelo, tenía lágrimas en los ojos como si fuese humana.
Cuando le quitábamos sus terneros
Como hacíamos con el resto de la manada,
Todas se entristecían
Como si fueran humanas.
Obeida se ponía nostálgica, entonces mugía fuerte en ese caso
Mugía tan fuerte que rompía nuestros corazones
Nosotros los niños nos escondíamos bajo las sábanas
Como escondiéndonos de un monstruo
Antes de que amaneciera para poder anunciarnos más tarde
Orinando en la maleza uno a uno detrás de la casa
Como si anotáramos nuestra entrada a la vida espontáneamente.
Y el sol recita su hechizo sobre nuestras cabezas,
Entonces corremos hacia las llanuras.
Como si conociéramos nuestro camino de otra vida
Y ahora lo repitiéramos sin error alguno.
Conocíamos incluso el lugar de las pequeñas piedras.
Incluso a las serpientes amarillas,
no perdíamos el tiempo que pasaba.
En cada boca había pan
Y en cada mano un palo delgado cortado de un árbol de amapola
Que lo llamábamos por toda la infancia:
El naranjo amargo.
Corremos y guiamos la manada con nuestros palos
Frente a nosotros el rebaño entero de vacas
Obeida en primera fila,
Y el perro que se llamaba
Camello.
Mi nombre brilla
Cuando llegué a la pubertad,
La señal era que la sangre fluía
Por entre mis muslos
En cambio, las lágrimas
Lo hacían desde mis ojos.
Mi padre me llevó al mercado de retazos.
Dijo mi padre:
Estás creciendo,
El tiempo ha llegado.
Yo tenía miedo
Porque nos dirigíamos al
Mercado de animales,
Era jueves
Y temía que mi padre comprara
Un buey
Para arar la tierra,
En vez de algo para mí.
Le dijeron:
Ella es delgada y feroz
Y la "ella"
Era yo.
Mi padre dijo:
Ella es flaca desde aquí...
Yo no supe por qué ese "desde aquí" exactamente.
Nos paramos cerca de un anciano
De ojos tristes
Y barba larga.
Él le dio a mi padre un cigarrillo
Al agarrarlo le temblaban las manos
Entonces dijo:
Extiende tu mano.
Yo miraba fijamente las manos de mi padre
Luego me desperté
extendí mis manos
Y me arrastré
Desde una caja vieja,
Un nombre usado.
Mi padre dijo
Aquí todo es barato
Asequible para los pobres,
Y se rio.
Yo abrí mis manos
Miré al cielo
Entonces me convertí en un pájaro,
Oré
Mientras al cerrar mis ojos
Abriendo mi boca
Un pájaro defecó en ella.
Cuando llegué a casa
Arrojé mi nombre
En el plato de “níquel”
Que usábamos para la comida
Antes de volverse el plato de cuido de los pollos
Y le rocié agua y sal,
Lo dejé toda la noche.
Al día siguiente,
Me desperté antes que todos
Agarré mi nombre
Lo lavé con esponjilla
Hasta que brillara.
Rojo
Había una tela
Dividida
Por nuestra sangre.
La colgamos en cuerdas de ropa
Sólo aire caliente
La consuela,
Empujada por la boca del sol
Pasó a sus mejillas.
No botamos lo que aprieta y se destiñe
De nuestras telas
Por más de una razón.
Una de ellas
Es que la cortábamos
Y la poníamos entre nuestros muslos.
¿Para qué y para cuántos
Eran suficientes estos atuendos?
Para cubrir nuestras pieles
O para fundas de verano
O para evitar que nuestra sangre goteara
Al suelo.
Nadie conocía
Aquellas peleas
Que vivíamos
Nosotros las niñas pequeñas
Y ellas, las mujeres grandes,
Contra los insectos que invadían los campos,
Contra las moscas que merodeaban la comida,
Contra los zancudos que caían en nuestras lágrimas,
Y contra la sangre
Que caía por entre nuestros muslos
En aquellos aspectos estéril.
Incluso después de que el clima se moderara
Las plantas crecían
Y la vegetación cubría el suelo.
Ruborizándose junto al
Verde, el café, el amarillo, el negro
Y el rojo.
La rosa roja florecía
En tomates,
Y en los cuerpos de las campesinas
Sólo una o dos
Se lamían las yemas de sus dedos
Por curiosidad
Luego el sabor a moho y salinidad
Que fluyó de todo
Fue descubierto.
Pocillo de níquel
Teníamos un balde de limonada vacío,
Recortándolo y colgándolo en el pozo,
Lo llenábamos de agua.
Y teníamos una jarra de barro,
Cosíamos la bolsa de yute que era la bolsa de azúcar
Y adornábamos la jarra.
Teníamos nuestro pocillo de níquel con agua
Cada quien encontraba un lugar para la boca
Dejando marcas, abolladuras o rasguños
Para que otros no bebieran donde bebíamos.
Este pocillo tenía diez bocas de ancho.
A mi madre, que se negó a dejar huella, le hicimos una
Y mi padre, que se enfadaba por nuestros juegos, golpeaba el pocillo contra el suelo
Y cada uno de nosotros vestía la ropa del otro,
Hasta el espantapájaros lucía el vestido de mi madre,
La bolsa de agua caliente lucía la camiseta de mi padre,
La bomba de agua lucía los pantalones de mi padre,
Y mi enorme tío lucía una diminuta piel de oveja,
Y yo lucía el uniforme de mi difunta hermana
En la escuela.
Peleas ridículas
Las moscas
Que sobrevolaban el veneno disuelto en agua
En lo alto del barril recortado
De bordes rugosos,
No eran moscas normales.
Eran helicópteros.
Los zancudos
Que se posaban en los hoyos de nuestros conductos lagrimales
No eran
Zancudos comunes.
Era una pandilla de asesinos
Con dagas en sus patas
que agitaban en nuestros rostros.
Mientras intentábamos descansar en la tarde abrasadora
Y en las noches claras
Adornadas por estrellas colgando de hilos falsos.
Sucedían peleas ridículas
Como si yo empujara a mi hermana con la punta del codo,
Como si mi madre me pellizcara la mejilla,
Como si el burro pateara al hijo de nuestro vecino,
Como si la máquina de rociar pesticidas se averiara,
Como si lloviera,
Entonces no íbamos a trabajar al campo
Parecía como si el mundo entero estuviera contra nosotros.
Mi tío Mahmud
Mi tío recogía moras blancas
Del Eucalipto,
Un árbol alto,
Su campo se extiende al paso de los hombres.
Ellos estaban cargados, un enorme árbol de domo detrás de ellos.
Y cuanto más caminaban, pareciera que no salían desde abajo del árbol de domo,
Más bien parecía que el árbol caminaba con ellos.
No vi mujeres residiendo en la funeraria,
Pero sus voces y el reumatismo de sus huesos estaban en mí
En mi voz sofocada
Y en mis huesos sollozantes.
Caminé con mi tío por mucho tiempo
Sus manos iban más rápido que las mías
Mis manos seguían las hojas delgadas
Yo no olía el aroma del eucalipto que amaba
No comía las bayas que simulaba recoger.
Pero yo no rellenaba nada
Ni mis bolsillos
Ni mi boca.
Esta noche fue un largo funeral
Que se comió la noche entera
Dejándome sola al comienzo del día.
Me convertí en mí misma
Un día fui un bulto de papas
En otro fui una piedra
En otro fui un arado
En otro fui una abeja
En otro fui un graznido
En otro fui un pájaro
En otro fui una cucaracha nocturna
En otro fui un grano de maíz
En otro fui un beso
En otro fui perro
En otro fui un hoyo en el suelo
En otro fui una jarra plástica
En otro fui un palo de madera
En otro fui una fruta magullada
En otro fui una codorniz
En otro fui un camello
En otro fui una sed de noche
En otro fui tristeza
En otro fui una verdura en rodajas
En otro fui una manta de lana
En otro fui un pescuezo de gallina
En otro fui el cuello de un pájaro
Luego llegó un día
Y me convertí en mí misma.
Tractor
Esta mañana desperté divagando con un poema
Era sobre un camino de tierra por el que tenía que pasar
Y sobre otro camino
Cubierto de asfalto, donde pasan camiones.
Tenía esa imagen en mi cabeza al despertar
Un estrecho camino de tierra,
En mi infancia solía escabullirme desde éste entre los campos
Este conducía a la casa lejana al lado del invernadero
Hasta la escuela ubicada al oeste
Al frente de la tienda de Hajj Marwad
Haji Marwad vestía trajes tradicionales ajustados,
Permanecía allí como una cerilla roja en los campos verdes,
Esperando que le compráramos algo,
Pero lo decepcionábamos
Por ser quiénes éramos
Hicimos una fisura en el corazón del anciano
Que vivía solo y miraba la calle.
Al que le comprábamos era al dueño de la carretilla,
El gordo del bigote y la panza
Conocido como Abu "Al-Akbash".
Una cerca bajita rodeaba las aulas de clase,
Una quebrada pasaba desde la plaza,
Árboles sombreados de Poinciana se concentraban en el patio de recreo
Y un jardín de trompeta de ángel custodiaba el gran portón.
De repente volví a entrar en el poema
Cargado mis pantuflas en ambas manos,
Salí corriendo del camino de tierra
Paralelamente con un camión de verduras que corría sobre el asfalto
Seguí corriendo con el camión
Hasta el infinito,
Mientras niños de segundo grado
Me animaban
Mi velocidad aumentaba
Como un tractor agrícola sin frenos.
Ahlam Bsharat nació en la aldea Tammun, provincia de Jenin, norte de Palestina, en 1975. Es poeta, narradora, novelista, autora de libros para niños, y profesora de escritura creativa. Sus libros han tenido un gran éxito a nivel local e internacional. Han sido incluidos en las listas de La Organización Internacional para el Libro Juvenil (IBBY), preseleccionados para el Premio al Libro Palestino (Reino Unido) y para el Premio Etisalat de Literatura para Niños (Emiratos Árabes Unidos). Ha dirigidos talleres de escritura creativa en el Festival de Literatura de Emiratos en Dubai y ha participado en numerosos foros de escritura creativa en Europa.
Dos de sus novelas, Mi nombre de guerra es Mariposa y Árboles para los ausentes, se han traducido al inglés y sus novelas juveniles árabes más celebradas son: María, la dama del astrolabio; Jengibre y Fábrica de recuerdos. Su última publicación, El nombre del pájaro, es un libro de poemas enraizado en sus orígenes campesinos. Ella habla de la vida del pueblo con crudeza y franqueza en estos poemas, y sin la romantización habitual de este tema. Su próximo libro a editarse, Gusto oral, cuenta sus recuerdos evocadores de la comida mientras crecía en los valles palestinos. Actualmente trabaja en un libro que narra su experiencia personal viviendo en la región.
Links a Ahlam Bsharat:
-Libros de Ahkam Bsharat. Neem Tree Press
Publicado el 11.03.2021