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Ángela González

Por: Ángela González

Fuera de la caverna

         La poesía revela este mundo; crea otro.
         Octavio Paz, El Arco y La lira.

 

Una vez en la página
el poema
es nuestro yo erguido.
Hemos apartado las manos del sol
y nos ha desnudado la mirada.
Somos otros en la tierra del lenguaje.
Los pasos no han descifrado certezas, solo hemos dicho: —Érase el reflejo fuera del estanque. Érase un nosotros solo en la memoria—.
Con la mano imprecisa nos contemplamos.
Y el árbol se nombra con el viento
y el viento con las hojas que se lleva.
Nombro al abismo
caigo por la palabra
la enorme noche yace en la tierra.
El signo es la piel
y el significado lo que acaricia.
El nombre es el espejo
y lo nombrado su sombra.
La mano creadora escribe la metáfora:
La distancia que padece
el hombre y la palabra.

 


Lanzarse del cuarto verso


La palabra en el papel se vuelve abismo 
Cada punto es un respiro que el cuerpo necesita. 
nuestro rostro se asoma y el resto del cuerpo deja la tierra 
en silencio 
desciende 
se vuelve pájaro, niño 
dios 
se extingue contemplando su propia caída. 
No hay elección al leer poesía 
solo dejarse caer 
continuar 
continuar 
y esperar el suelo íntimo de lo real.

 


Cuando despertó, ella todavía estaba allí 

         Quizás porque no soy un buen poeta 
         puedo pedirte que te quedes quieta 
         hasta que yo termine estas palabras. 

         Sui Generis

Entre tu nombre habitan mis mujeres 
y son silenciosas. 
En las tardes 
cuando duermes y sueñas el mundo 
como un dios inalcanzable, 
hacen coronas de papel de cigarrillo 
y las ponen en tus ojos 
en tus manos 
en tu boca. 
Cuando despiertas 
y el vértigo de haber creado se disipa de tu cuerpo 
vuelves hacer hombre 
sin sueño 
con coronas. 
Queriendo morir 
me deslizo en el mundo que miras 
en los objetos que tocas 
y se caen de tus manos. 
Soy una mujer anónima 
que llora todo lo que ama 
todo lo que escribe 
y todo lo que nombra. 
Y en tu nombre habitan mis mujeres 
mientras duermes 
contemplo mi caída. 
Duermes muy lejos de mis años 
de mis dudas 
de mis noches 
y mi cuerpo. 
Pienso, entonces 
que te levantaras preguntando dónde están tus cigarrillos.

 

Frente al espejo una tarde de domingo

 

Las palabras
me alejan de mí.
La mujer del espejo solo es una historia monosílaba.
Medimos la distancia por los silencios
el mío es uno que traiciona:
mi mano continúa escribiendo.
El silencio del espejo
nace cuando me miro en sus ojos.
Cómo decirle que me muero de palabras.
Cómo decirle al reflejo
que no la nombro
que la traiciono.
Cómo decirle
que ya no soy ella.


A las mujeres del espejo

 

En su momento
no sabías de qué estabas hecha.
Cuál era el mito que narraron otras mujeres para ti
alrededor de la metáfora salvaje,
mientras te hacía la palabra.
No sabias que estabas preparada
para dejar huella de tus cuatro patas en el camino.
Lamerte las heridas y seguir su llamado
terminado en poema.
Ahora te escribo
el mito preciso que nos habita.
Contemplo y canto al recuerdo de la mujer que fuiste.
Cuido su tristeza
para que dé paso
a mi bautizo
a mi certeza de mujer
es decir, a tu nombre.
Y frente a un poema que escribas
te encuentres latiendo de luz
y sepas que siempre
estuviste hecha de mí.

 


Lenguaje

 

Esta habitación se ha reducido al poema.
Las palabras duermen y en sueños nombran el mundo.
Nunca han abierto los ojos
puedo llamarme
vacío
sombra
promesa
ciudad.
Las ventanas están despiertas
el ruido entra y sale
y mira todo, toca lo posible,
pero no se lleva nada.
El lenguaje es un veloz animal.
Nada se retiene en las manos de la memoria.
Me conservo en el sueño
el animal olvida
y teme despertar en la punta de la lengua.

 


A un costado del centro de Cali

 

Me sueltas la mano al cruzar la calle
tus señales son ambiguas a la vida.
Hay espejismos que deambulan con la boca rota.
Tus esquinas son guillotinas.
El tiempo es paciente
al bajar la cuchilla
y la sangre parece aplacar el polvo.
Tu centro es el vientre del silencio.
Estas calles herencia de un fantasma
y esta palabra, sin balas
atraviesa mis poemas.
Me sumerjo en medio de hombres
que esnifan la muerte.
En esta ciudad que habito
y que rompe mis ventanas con preguntas,
le puedo decir:
que no tengo idea de cuándo y cómo
nacerá de su vientre
unos ojos sin velo
que nos salven
de seguir ignorando al hermano.


Ángela González nació en Cali, Colombia, en 2001. Estudiante de licenciatura en Literatura de la Universidad del Valle. Ganadora del Concurso Internacional de Poesía Inédita de Cali en el año 2017 y en 2018. Ganadora del concurso nacional de poesía Altazor 2020. Fue partícipe del Proyecto Aula Flexible del Museo la Tertulia y Mi comunidad es Escuela y en 2018 invitada al conversatorio Viernes de letras de la Universidad del Valle. Sus textos en verso han sido publicados en la antología poética Nueva poesía del Valle del Cauca y en las revistas Lexikalia, Versibundos, Barbarie ilustrada y Mango. Fue elegida por la convocatoria del 31º Festival Internacional de Poesía de Medellín.

Última actualización: 28/07/2021