Dimitris Angelís, Grecia
Por:
Dimitris Angelís
Traductor:
Manuel González Rincón
1.
Comienza el nuevo día, puntiagudas horquillas
las dos primeras lanzas del sol.
Abre tu cuaderno, poeta –escribe
cuán suaves respiran aún
los cabellos casi siempre enfadados de María.
Cuídate de los jóvenes lanceros, inmigrante –en algún
enfangado rincón
tienes hermanos.
Araña el musgo de la pared, niño madrugador,
–vive en tu propio jardín.
Porque cada mañana tiene su niño, su poeta y su inmigrante.
Y cada noche su ineludible pared, su amargo libro,
su rudo capitán de armas.
Y mientras vistes ahora tu belleza para comenzar tu galope
Yo me mantengo a un lado y te contemplo reverente
como a un corcel
de mi
más propia
estepa.
3.
Escribe mientras te retiras, escarcha de la mañana, los condenados a muerte
del día de hoy
y añade también este humo de sacrificio que se eleva frente a mí
es de los versos que no escribí y que zozobraron a deshora en mi café
es de los versos que hoy tampoco quisiste leer conmigo, María.
Escribe también, escarcha de la mañana, la inquietud de María mientras espera
el autobús bajo la lluvia
y el autobús repleto de hálitos humanos se retrasa, hace frío y lleva en el bolso
dos recibos para pagar
un coche rojo pasa, alguien la llama desde dentro y desaparece durante los siguientes
veinte años.
Escribe también sobre este miedo mío diario a que María se pierda para siempre
en un lugar sin lluvia, una mañana sin versos.
5.
Intentaba vestirme como vosotros, pero no encontré la manera.
Un niño se vistió de tarde de miércoles antes del conservatorio porque su padre
se había vestido de tractor
Un obrero se vistió de noviembre antes que su mujer se perdiera en una curva
del camino vestida de autobús
Un taxista se vistió con el humo del cigarro del obrero antes de ascender al cielo
Una muchacha se vistió de árbol navideño con campanillas pero nadie se percató
Un árbol se vistió de cinco ahorcados y una Antígona con pala
Una mujer se vistió y se desnudó y después confesó que no se llamaba María
El loco del asilo cogió la sierra y se vistió de esquela de difunto
Un perro pasó ante nosotros completamente desnudo
Un hombre sin perro se vistió de habitación vacía y yo
No puedo vestirte cuando vuelvo a casa.
No ha quedado nada que puedas glorificar.
10.
Las únicas promesas de la democracia son los bancos.
Las únicas decisiones del gobierno son para comprar armas.
Y tú vienes a buscarme un sábado errado
con rublos en la mano para pagar nuestras bebidas
y recitando versos de Maiakowski.
Esta noche, víspera de Año Nuevo contigo
no hay celebración en la plaza grande.
Son los bancos los que nos ahogan y un cuerpo-barricada.
Es el pan enmohecido de Ajmátova.
Es aquel ciervo blanco que llora
sobre mi cama.
16.
Instrucciones para meter el invierno en una caja de zapatos
1. Ahorra: lávate los dientes y luego los platos con arena del mar y prefiere siempre al sencillo sacristán antes que al camarero.
2. Coloca en la mesa de noche un despertador con la hora de Malasia y una luciérnaga por lámpara (he enviado a la luna a la tintorería).
3. Para calentarte invita a la niña de las cerillas a que te visite. Imagina golosinas en escaparates iluminados. Por manta utiliza a los siete enanitos.
4. Prohíbe las inútiles carreras de caballos en la habitación de atrás, el paso de los tres Reyes Magos y a Antonin Artaud cuando canta la Marsellesa (te consume el oxígeno).
5. Si sientes asfixia o estás presto a quemar la bandera de la Unión Europea, llama a emergencias. El funcionario competente, especialmente servicial, se llama Gregorio Samsa.
6. Una última cosa: tus pies siempre sobresaldrán de los cobertores y estarán fríos. Y se los comerán las hormigas.
Qué dijo René Magritte cuando le envié el manuscrito de este libro
Esto no es un poema. El poema está a tres kilómetros de distancia
tras las dunas y se acerca.
El poema huele a rojo y oculta el horizonte.
Sobre sus pliegues continúa sus vuelos nocturnos
Antoine de Saint-Exupéry con su pequeño zorro.
Comen uvas heladas y escupen las simientes entre risas
sobre los peces espada que los siguen
y sobre nuestras incautas cabezas justo cuando
los murciélagos encienden la noche.
El poema es una simiente helada:
te rompe los dientes.
Te desgarra el cuello.
Así que esto no es ningún poema.
Dimitris Angelís nació en Atenas, Grecia, en 1973. Es poeta, ensayista, narrador, traductor, editor y doctor en Filosofía. Director de la revista Frear (Pozo), considerada una de las más importantes de Grecia. Ha traducido a autores ingleses, franceses y españoles. Ha publicado, entre otros, los libros de poemas: Filomila, 1998; Una muerte más, 2000; Aguas míticas, 2003; Aniversario, 2008 (Premio Porfyras de la Academia de Atenas); Confirmando la noche, 2011; y Un ciervo llora sobre mi cama, 2015, Premio Nacional de Poesía, y Casi bíblicos, 2017. Publicó también los ensayos: Sobre la escritura, 1998; Estética bizantina, 2004; Corrientes ideológicas en la antigüedad tardía, 2005; En las fuentes de la filosofía bizantina, 2007, y Con el revólver de Mayakovski (conversación sobre la poesía con D. Eleftherakis y S. Polenakis), 2010.