English

Gopilal Acharya (Bután)

Por: Gopilal Acharya
Traductor: Arturo Fuentes

Vinieron por él de noche

Vinieron por él de noche,
tras la masacre de las hojas de hierba.
Habíamos estado escuchando a la oscuridad,
manteniendo una vigilancia nocturna constante.

Escondimos a nuestro viejo
al fondo de la cocina,
con las cabras.

El capitán tocó la puerta:
golpes secos y furiosos, como baquetas.
Podíamos oler la sangre y la muerte,
como cigarras que cantaban en nuestros oídos.

¿Por qué tardaste tanto en abrir la puta puerta?
¿Dónde está tu marido?
¿Dónde está el traidor?

Mamá era una mujer valiente.
Mi esposo no está en casa.
No lo hemos visto desde el domingo.

Cuatro hombres entraron apartándonos,
agarrando sus armas,
Registraron los dormitorios,
registraron el sótano.

Lo encontraremos de alguna manera,
escupió el capitán,
entonces comerá balas.

Mi hermana corrió hacia el redil de las cabras
en cuanto se fueron los hombres.
Mi padre salió maldiciendo:
Cabras sucias, sangrientas,
huelen peor que axilas.
Preferiría comerme las balas del enemigo.

Ellos volvieron en la mañana.
Estábamos agotados ​​de la guardia nocturna.
Lo sacaron arrastrado de la cama
lo ataron a una gran higuera
en medio del pequeño pueblo
que llamábamos hogar.

No había mucha gente despierta.
Pero los Kalash asustaron a los cálaos
que se habían posado por la noche
en el árbol extendido.
Velozmente tomaron vuelo ante los disparos.
Recuerdo haber contado ocho bellos pájaros.

 

 

Shunyata de la matriz

 

                                La matriz que me tuvo es estéril ahora
                                Así es la cuna donde reí y lloré por vez primera
                                La matriz de este sueño místico ahora está vacía
Así es mi gurú, quien me enseñó la tonta sabiduría.

                                 Mi madre, mi padre, mis hermanos, mis hermanas
                                 Mis amantes, mis amigos, mis enemigos, mis maestros,
                                 Todos me dijeron que me aferrara a esta querida vida
Nadie dijo nunca que yo podía cruzar a la otra orilla.

                                  Limitado por la realidad de esta vida
                                  Las ataduras vacías de deseos e ilusiones
                                  Ah el dulce llanto de mi primogénito
Los suaves susurros de mi amante secreta, el fin de mis fuerzas.

                                   Y ahora me cuentan sobre el viaje transitorio
                                   Sobre verdades falsas y falacias inmutables
                                   Sobre nubes astutas y el perfecto cielo azul
De sombras reales y vacuidad inmaculada.

                                   Cuando bajaron los osos de las colinas
                                   A alimentarse de moras agridulces en mi jardín
                                   Destruyeron los muy providentes arbustos
Como si conocieran la rueda eterna.

                                  Solitario, esperé la nieve, ocupándome de mi casa en ruinas
               Alimentándome de panqueques de trigo sarraceno y suero translúcido
                                 Temeroso de la muerte y la soledad
Murmurando oraciones de ira, amargura y autocompasión.

                                    El ciervo en mí, el lobo en mí
                                    Las ataduras de los hombres, las ataduras de las bestias
                                    Desgarran mi conciencia quimérica
Arrancando las costras de la ignorancia y la vergüenza.

                                     Me fui lejos de mi patria ...
                                     (¡Mi patria semejante a una montaña blanca!)
A curar las heridas y a aprender a olvidar.

                                     Oh ¡qué despertar!
                                     Envuelto en una túnica de maya
                                     Miro hacia el oriente y pienso en aquel viaje inútil.
                                     Los osos que robaron mis moras
     Y los suaves susurros de mi amante, todos prisioneros de mi conciencia
                                      Se han ido todos, todo se han ido, se han ido más allá
                                      Más allá de este cuerpo, esta mente, este discurso
  Esta forma, esta ignorancia, esta sabiduría.

 

                                    Y ahora no hay alegría, no hay origen, no hay sufrimiento
                                    Ni osos, ni moras, ni panqueques
                                    Ni ciervos, ni tigres, ni montañas blancas
                                    ni muerte, ni soledad,
Sólo queda la shunyata, pero no la matriz.

 

 

Lo abracé como un cangrejo

 

Como un relámpago juzgas la piel
Saltando hacia conclusiones apresuradas
A veces con hambre de carne
Mordemos nuestra propia lengua

A los ochenta y siete siento que no soy yo
Un extraño ha vivido siempre en mi casa
Como un huésped vagando tranquilamente
Por la mansión desconocida

Y entonces, ¿no debería conocerme a mí mismo?
Después de una vida tan larga
Dime cómo voy a conocerte
Tú que llegaste a mi vida
Como una ventisca cegadora

Mira, soy un testigo condenado
Cuyas puertas del vivir siempre han estado cerradas
Hasta que uno a uno se fueron todos los extraños de mi casa
Fue entonces cuando entró el invitado tranquilo

Y lo abracé como un cangrejo

 

 

Salir del útero

 

—¡Muerto, señor, muerto en efecto!

La verdad, como el agua, se escapa entre tus dedos.
El detestable cazador de almas se acerca aún a otro
trofeo mientras te desesperas por terminar la pesadilla.

Habla sobre el más dulce de tus sueños,
como el perfume de una mujer sin rostro que cargas a casa en tu memoria.

La pila de mentiras que es la suma de tu vida,
-negación engendrando negación-.
¿No te advirtieron, emitiéndote un memorando oficial?
¿Dónde estabas cuando el barquero gritó tu nombre?

Mides la vida a través de la vida de otros, ese viejo frugal
que registra diligentemente el costo de la vida, como su última voluntad y testamento.
O digamos, como las implacables manecillas del reloj sobre tu pared
que refuerzan su apretón sobre ti, como los sueños pacíficos de tu hijo
atestiguan la expiración del último aliento en tu ataúd de oro tic-taqueante.

Cómo, cómo quisieras que el cruce finalizara...
(Sus labios hinchados con deseo de tierra fresca).
Cómo, cómo quisieras que las posibilidades cesaran...
(Luces tu vejez como un abrigo repleto de pulgas).
Cómo, cómo quisieras que la visión se desenfocara
(Tú y yo, que podríamos haber vivido y muerto juntos).
Cómo, cómo quisieras que el telón cayera.
(La gran posibilidad ahora pende entre nuestros últimos suspiros).

El Buda parece siempre tranquilo y sereno.
Hoy, te mira a través del velo de gasa de nubes ebrias,
y más allá de él, ves los desechos de tus oraciones,
vidas mutiladas, esperanzas rotas, desintegrando sueños.

Las patas de tu silla gimen en el dolor de tus pensamientos heridos,
mientras empuñas aquella bolsa de sueños de una almohada para reclamar el pecado original de tu padre,
y le pides a tu sombra que sea testigo de la fragilidad de tu vida,
un abrazo eterno de dos desconocidos buscando su lugar de descanso final.

 

 

Democracia birmana

 

Mi día inicia sin inspiración
                  en medio del olor a pescado al horno y perfume de diseñador,
entre bien vestidos japoneses de negocios
                  que llegaron a un nuevo país
                  a cerrar tratos con hombres uniformados.

¿Qué dijo Orwell, el policía imperial?
                   —Nativos inferiores matándose entre ellos
                     derraman sangre sobre la estrategia de la Corona.

Hoy, modestos hombres de verde
          miran a través de la niebla matutina
sospechosos de un levantamiento campesino
          que podría quebrar los bancos de Irrawaddy
          y convertir su agua en un río rojo.

Mi día sigue trágicamente sin inspiración
                    en esta tierra de gente amable
                    donde monjes budistas no violentos
Frecuentemente piden con frecuencia cabezas musulmanas.

(Los musulmanes tienen todo el dinero
                    y tienen a nuestras mujeres.
                    Pronto pedirán nuestras cabezas
                    desentrañarán nuestro longyi poco a poco).

Birmania, Joya del Oriente perdido,
                 sus vastas llanuras rodeadas por infinitos cielos azules
                 donde pagodas doradas brillan bajo la dulcemente cambiante luz
                                                                                                de la luna.

La Delgada Dama del Lago Inya
                     confinada a la mansión colonial
                     alguna vez tejió un sueño de democracia
su conciencia, pensaron muchos, era un espejo impecable,
                    -donde millones de voces resonaban como una-
                     un llamado a poner fin a la maldición de la junta.

Entre Dios y los hombres musulmanes
                   hay una mujer budista.
Entre la vida y la muerte
                   oscilan los Rohingyas sin hogar.
Entre la certeza y la duda
                   sobreviven campesinos sin tierra.
Entre democracia y oscuridad
                   se alza un ejército ignorante.

 

Recuerdo

 

Mientras el sol se oculta
En el seno de una colina abandonada
Donde viven los asesinos

El camino trillado
luce huellas de muertos
Y de aquellos que desaparecieron silenciosamente

Un par de sombras caminan una junto a la otra
El mismo camino trillado
Que luce sus huellas

Con un sol dorado sobre sus espaldas
Ellas se abrazan con extraña familiaridad
Y lloran por sus asesinos


Gopilal Acharya nació en Gelephu, Bután, en 1978, y se educó en Bután y Suecia. Es poeta, periodista, autor de Cuentos populares de Bután (del este y del sur) y de Bailando hasta la muerte (una antología de poemas) publicada en 2011. Su primera novela, Con una piedra en mi corazón, fue seleccionada para el Premio Literario Man Asian 2009. Sus poemas han aparecido en varias antologías internacionales como The Quest, Blossoms y Rustling Breeze. Su más reciente publicación es Byline, 2020 (antología poética, ensayos, periodismo).

Links a Gopilal Acharya:

-A poem by Gopilal Acharya. Asia Literary Review
-All she had to say. Fiction. Gopilal Acharya
-Articles by Gopilal Acharya. Scroll.in

Publicado el 17.03.2021

Última actualización: 10/12/2021