José Gregorio Vásquez (Venezuela)
Por: José Gregorio Vásquez
De Los deshabitados (Inédito)
1
ABANICO mi último día
lento
dejando pasar toda huella borrosa
impura
Ya nada me es ajeno
en este lado de la derrota
Todo lo ofrecido es condena
La fatiga inmerecida de lo súbito
a fuerza de fracasos
de falsas maniobras
de palabras vacías
que aún me acompañan
corroe mi ya cansado destino
No he abandonado el límite
ni he cruzado una calle antigua
para desmerecerlo
Desvelado e inseguro
ato mi cintura la doblego negándome
y emprendo el largo camino de regreso a casa
Despojado
olvidado de mí inmerecido
persisto ante la tormentosa furia de esta noche aciaga
Busco en ella un lugar donde para el reposo
Me despojo de mí descalzo solitario
Esquivo así
en el camino de mi último instante
la mirada temible de la vieja Erinia
la sombra infausta de sus promesas
la palabra desdibujada que siempre me condena
Cansado llego al lugar
mi otra estancia insondable última
mitigando algunas de esas palabras heredadas
algunos viejos sonidos:
los abalorios salvajes que me acompañan y me niegan
Entre tanto ruido regreso solitario a la mudez
aún sabiéndome en ella
bajo la misma intemperie
esperando mitigar
la antigua furia de este día
De Heredad, (Inédito)
1
Se desprende de las hojas de un árbol
olvidado
y cae
a pedazos en la tierra
Desperdigado
no tiene otro destino
sino el regreso
Atado por el olvido
busca a tientas la otra casa
Anda a ciegas
lejos ya de los mayores
va naciendo reseco roto con el viento
emprendiendo un lento ir y venir de rama ciega
aturdida
solo así se guarda en lo más callado
en lo más solitario de este mediodía
Sus noches vienen de lejos
no sabe cómo
Se arranca por dentro
y trae a pedazos lo heredado
hasta esta tierra árida
que también lo condena
El viejo abalorio salvaje
y duro
del silencio entra en su corteza
La raíz intacta
de los nombres
inmerecidos
aún sigue tatuada en su frente
en sus raíces en sus delicados musgos
La luz
esa luciérnaga inmóvil
que vigila las entrañas
y enciende las palabras
escondidas
también es la luz que lo guía
La heredad del antiguo sonido
del canto sigiloso
de los dioses
viene a darle un último aliento
El viejo acorde
en las entrañas de los otros árboles
Un misterio
arrastrado de noche en noche
con sus antiguas ceremonias
Sus manos ahora raíces
se acomodan para escribir
los signos más sublimes
de esta intemperie
Todo
en un papel lleno de tiempo
impregnado ya
por otros atardeceres
2
Es un temblor de la tierra
el que enreda las palabras a su negado origen
llevándolas hondo
dejándolas ahí
sembrándolas de nuevo
sin lamentos
sin otro sonido lejano
Todos aguardan la calma
la fatiga del adiós
Algunos esperan que vuelva a decir lo efímero
la inútil queja del abandono
y regrese calladamente al olvido
esa casa inmóvil que lo arrastra
To en él es un temblor de sombras
La tarde se enreda en las horas más oscuras
y todo vuelve a comenzar
Es la triste e insegura vuelta del regreso
3
Qué espero de tu memoria
de las marcas que han tatuado
los dolores en tu corteza
de las grietas que duermen
en tu frente
en la piel mortuoria de tu recuerdo
No sé esperar la agonía
No sé hacia dónde me lleva este aire enfurecido
Me abandono en él
mientras se quiebra levemente el dolor en mí
y se hace de nuevo palabra
4
Padece la palabra
cuando desciendes profundo
hacia el olvido
Te va golpeando la piel
te va hiriendo
Despoja tu aliento
mientras agonizas
Quiebra desde lo más oscuro
desde adentro
desde la extrañeza
todo a su paso
Busca consolarte
anda lenta
bajo otro acomodo
otro sonido
uno que aún no sabes
pero solo es el silencio
la embriagante nada
la dura piel que se rasga
sin tu presencia
Sabe a qué horas viene la muerte
Sabe que nadie
puede irse ileso de una noche antigua
lejana e inclemente
Los más distantes
se acercan con ofrendas
Vienen a traerte
sonidos recuerdos aromas
penas
penas
penas
Todos saben que no hay regreso
Lo inmóvil
se hace inmaculado
La noche aciaga
es la única compañía
Nada pueden… solo regresan
con el luto a cuestas
vacíos
marchitos
temerosos
devastados
Reclaman otras ceremonias
Solo pueden darte el sepelio del último día
antes del inmerecido olvido
Se van
cómplices de otro abandono
aún con este sofocante aroma a muerte en la piel
con aire de noche adormecida
heridos queriendo encontrar otro destino
Se van…
Todos saben que andan muriendo lentamente
lejanos y advenedizos
5
Todo aquí ya es noche. Solo me queda el trazo borroso, la tinta reseca, el temblor doloroso y nefasto de mis manos dilapidando lo poco que puedo decir. Las palabras ya no traen silencio. Es oscuro todo en este papel. Yo ando a ciegas. Lejano. Enmudecido…
Me llevo a cuestas por la casa. Me arrastro. Me detengo a contemplar las otras palabras que me habitan, las más lejanas, las que no volverán. Ando a ciegas. Camino ya sin tiempo. Lo poco que quiero me abisma. El secreto aciago de estos años me devora.
Ando lejano, ausente de mí, forastero en mis propias manos, agonizando en este papel desprendido de mis años.
El alma sufre ante el olvido. La palabra queda atrapada en un rastro de tinta que corroe el papel.
No soy si me faltan los recuerdos. No soy sin las palabras: los sonidos de las palabras aún me permiten respirar.
6
Cuando escribo todo se aquieta. Secreteo la casa donde habito. La casa que me sostiene. He dibujado una casa a la orilla del tiempo. Entro en ella. Salgo en ella. Me dejo en ella. El agua, el amanecer, el silencio, los nombres de los otros, los recuerdos, la memoria de la infancia… Todos llegan temprano a acompañarme. El sol por dentro. La noche por dentro. Todos me esperan. Me despiden.
Frente a mis ojos arden los recuerdos.
Todos los días voy buscando regresar a esa casa. La casa con mis años. La casa que sostiene estas palabras.
Persisto, aunque sé que todo ya es definitivamente noche…
7
No hablo
No puedo herir el sonido
para decirme sin aliento
Solo dejo que pase el día
que salga el quejido animal
el bostezo:
esa lejana palabra
de abajo
de adentro
de todas partes
que no llega plenamente
Y sigo en lo apagado
en lo oscuro
de un lenguaje
que no se hunde
Así comulgo
ciego en la noche
mientras voy despidiéndome
lejano de mí
Testigo inútil
de mi ausencia
De qué me sirve todo
si no tengo la palabra
La tormenta consume
los restos de mi aliento
No puedo continuar
Mis labios imprimen
un secreto que me atraganta
Nada arriesgo
porque se vuelve peligroso cada instante
Sigo mi andar
detenido
Una vieja canción de otros dioses
me acompaña…
8
El alma enferma con los días
no hay otro destino
que la proteja
Nada consuela mis los quejidos
más secretos horrendos inmerecidos
Salta al vacío
e implora a los dioses estas penas
no otras
no unas menos dolorosas e inclementes
Pide que se lleven la cólera que se hunde en la piel
en los huesos
en los cansados días del final
Es la mezquindad de los días por venir
ya envilecidos
No puede No tiene fuerza Se ha vencido
Sale bajo el aire de la derrota
humillando su secreto
ese que grita en la piel
en la sangre
en la oscura sombra de su nombre
Ahora
los otros lo devoran
le hacen daño
Nadie puede seguirlo
Lo poco que le queda es ya tormenta
una que socava lentamente
todo su silencio
Quiero irme lejos junto al cuerpo -dice
huir
olvidándome de mí -grita en lo más profundo
comenzar de nuevo
con menos culpas
Su silencio se desvanece
(Venezuela, 1973). Poeta y editor. Profesor del Departamento de Literatura Hispanoamericana y Venezolana de la Escuela de Letras, Integrante de la Red Internacional de Investigadores de la Literatura Comparada (RIILC) de la Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela. Ha publicado: Palabras del alba (1998), Lugares del silencio (1999), Ciudad de instantes (2002), Bogotá siempre palabra (2002), El vago cofre de los astros perdidos. Antología del poeta ecuatoriano César Dávila Andrade (2003, 2011), El fuego de los secretos (2004), La tarde de los candelabros (2006), Ingapirca (2011), Cantos de la aldea (2012), La noche del sol (2013) antología que reúne una selección de su poesía, Solamente el olvido (2014), Mínimo esplendor (2016), Decir un día (2018).
Ha sido compilador de la obra ensayística de J. M. Briceño Guerrero, uno de los pensadores más singulares sobre la realidad de América, bajo los títulos: Mi casa de los dioses y El alma común de las Américas. Su trabajo de investigación se dedica al estudio de la literatura venezolana y al estudio y comprensión de la poesía, temas que ha abordado en sus libros y artículos publicados. Actualmente se desempeña como director de la Escuela de Letras de esta casa de estudios.
Bajo su sello editorial La Castalia, lleva hoy día la colección de poesía Alfabeto del mundo junto a la editorial Ediciones de la Línea Imaginaria, Quito, Ecuador. Una colección con más de 22 libros con voces muy singulares de la poesía iberoamericana. Una apuesta editorial muy vital para estos tiempos… Esta colección se encuentra totalmente gratuita en la página web lacastalia.com.ve
Publicado el 24.05.2021