Karl Schembri (Malta)
Por:
Karl Schembri
Traductor:
Antoine Cassar
Esta es mi isla
Esta es mi isla
follándose entre hojas secas
y tiestos de alfarería.
Mi corazón se acostumbró
a las sequías del verano
y a las heridas de las chumberas.
Aborrece la vetusta humedad
de las granjas desgranadas,
los altares, los que quedan
tallados en la caliza
con la sangre de mártires olvidados,
los templos de felicidad antigua
llevados por el boca a boca
por vecinos que desaparecieron.
Mi isla, extraviada, retozando
entre Leli de Ħaż Żgħir, Fredu Gambin y los nietos de Venut
que este verano se fueron de compras a Dubai
y el año que viene irán a ver al AC Milan.
Mi pobre isla
que se enamora de gente sin corazón
y bestias sin víscera,
intimidando a enanos
y a veces cabreando a gigantes.
Tañe las campanas para santos de cartón piedra
mientras su amado le pone los cuernos
en medio de la plaza
eyaculando cerveza.
Allí va ella, confundiendo siempre
la valentía con la ignorancia,
la ola con la riada,
timidez vacía con drama insular,
puritanismo heredado de su último conquistador -
y no sabe si ha de seguir venerándolo y dejarlo
penetrarla por el ano
o si echarlo ya de una vez
y decapitarlo
como hicieron con el asqueroso Barbazul.
Amo a mi isla
con la distancia del astronauta
que nunca sabe
si volverá a casa
vivo.
Nota
Leli de Ħaż Żgħir, Fredu Gambin y los nietos de Venut son personajes inventados por tres autores principales de la narrativa maltesa. En Leli ta' Ħaż Żgħir (Manuel de Pueblo Pequeño), novela psicológica escrito por Gużè Ellul Mercer, Leli es un ilustrado considerado loco; en Il-Gaġġa (La jaula) de Frans Sammut, el antihéroe Fredu Gambin lucha contra la mentalidad insular; y Ulied in-Nanna Venut fl-Amerka (Los nietos de la abuela Bienvenida en América), de Juann Mamo, es una sátira de un grupo de malteses emigrados a Nueva York.
Billete abierto
Soy ciudadano con valija
mi país es color del sol
mi lengua va lamiendo los dialectos
mis piernas bailan con el viento
mis ojos conocen las mujeres de la calle.
Billete abierto, diario vacío,
restos de la memoria
un pasaporte con el rostro de los pueblos que amé
la dulce sonrisa de ayer
y un folleto del museo de las historias
llevo conmigo.
Mi isla navega con las corrientes
se echa polvetes en los aeropuertos
se tumba a descansar en los alféizares
de las ventanas abiertas del tren.
El mapa de mi tierra
se dibuja cada mañana
un mosaico de iglesias vacías
y de plazas abarrotadas
cantaores en los callejones
niños comiendo helado
esquinas oscuras
muros iluminados
lugares de pecado
para los pícaros
en esta tierra mía infinita
el tiempo se ha detenido
el yihadista
se emborracha con el Papa
y llama a los feligreses,
los feligreses toman al almuecín
por arlequín
y lo mandan a la mierda
en este sueño de mi pueblo
sin despertador
el tiempo se ha detenido.
*
Los espíritus asedian la noche de palabras
hilando rimas gemelas en profusión
parpadean en los cruces las linternas
con su litanía de creación.
Canto en mi lengua el salmo de lo bello
mi lengua que lamió los sudores de todos los tiempos
voy versando en proverbios las fábulas de los ancestros
y las verdades del yo entono en cuentos.
Escuchad el campanario que se mofa de nosotros
al recordarnos la hora en este día infinito
mientras el incienso nos acaricia las narices
con gotas de reposo aún prometido.
En los escalones de la iglesia reniego
las biblias que me dieron de comer sin gana
los tabernáculos dorados en los altares
cerrados con llave por mano humana.
Porque yo creo en los rumores de los tontos
en versos grabados con rabia en el muro:
'te amo', 'no a la globalización', 'te quiero a mi lado',
'jódete', 'no', 'a tomar por culo'.
Caminé y caminé hasta descubrir todo esto
caminé y caminé sin nada encontrar
me tumbé en una cama de hotel
que según la recepción era matrimonial.
Conozco un sol que brilla sólo a final de tarde
conozco un mar oculto bajo el desierto
conozco una chica que vive de la tierra
conozco un árbol negro en un ocaso incierto.
Conozco a un chico brasileño
que mira un avión en pleno vuelo
y se pregunta cómo hace la gente
para subir allá arriba y traversar el cielo.
Conozco a un preso tunecino
clandestino.
Conozco a un japonés
al que le robaron la bici.
Conozco a un libio sin pasaporte
que trabaja en una cantera.
Conozco a una chica del Kósovo
que toca un piano hundido.
Conozco a un palestino
que visita la tumba de su hijo todos los días
conozco a su madre que no quiere hablar
y a su amigo que estaba con él aquel día.
Conozco a un bailarín catalán
tan ágil que su sombra se queda atrás
va trazando círculos en la arena
mira la luna que baila al compás.
Esta es mi tierra
este es mi pueblo
esta es la hora
en que me llevo el viento.
Esta es mi tierra
mi pequeño universo
esta es la historia
que en la valija llevo.
¿Qué te dijeron?
¿Qué te dijeron los abuelos
entre cuento y cuento
aquella noche de enero,
la noche de los monstruos,
mientras el viento burlón
silbaba tras la ventana
bajo la luna y su orgía de nubes?
¿Qué te dijeron al meterte
bajo la manta gruesa
con sus cajitas de corazones
de todos los colores
y con el osito risueño
y los demonios bajo la camita?
¿Qué te dijeron, hijo,
cuando se fue la luz
y te escondiste en el armario
esperando a que se callaran
las voces en lo oscuro,
o cuando subiste a hurtadillas
la escalera desgastada
hasta el techo
y te bajaste temblando,
pálido,
amortajado de telarañas?
Recuerda esas manos
acariciándote el rostro
embadurnando lágrima y moco,
recuerda el latido de tu corazón,
la voz de tu madre mandando callar
a los dragones y a las hogueras de tus ojos,
la voz que te reconfortaba
con nuevos cuentos
cuando aún no llegabas a tocar
los pomos de la puerta
y las mesas eran demasiado altas
para entender
las discusiones complejas
durante la cena
bajo el neón intermitente.
Ya volverán el monstruo,
la oscuridad, la telaraña,
la escalera desgastada,
ya volverás a temblar y tiritar,
a escaldarte, a ahogarte, a subir y estrellarte.
Los cuentos que te ayuhentaban,
que te dijeron de olvidar
con una simple sonrisa,
que no eran reales, te prometieron
con rostros de viejos sabios,
toparás con ellos en cuanto empieces a caminar -
no te huyas.
Te mirarán desde el espejo
te tocarán con las sombras
te escucharán de los agujeritos de la pared,
caminarán contigo, en tus zapatos,
saborearán cada paso tuyo.
No te huyas,
sólo quieren que vivas con ellos,
que los abraces hasta que duela,
y que sigas jugando a la rayuela
bajo la lluvia.
Le pegaron un tiro a Bastjan
Para Bastjan Borg
paciente psiquiátrico asesinado por la policía
en Qormi, el 4 de mayo 2007
Le pegaron un tiro a Bastjan en Qormi,
se la estaba buscando.
No quería escuchar,
despertó hasta al sargento,
mientras su navaja
de más de tres dedos de largo
iba cortando la sombra fría de la luna,
entre le umbral del bar local
y la puerta de Lieni.
Resulta que esa noche
el psiquiatra trabajaba de privado,
resulta que el psiquiatra no rompe el pan
con los panaderos de Qormi:
el pan de Qormi deja mucha miga en el mono,
cruje entre los dientes de los furiosos,
sobre todo los dientes de algún loco como Bastjan,
quien espanta a todo un pueblo
cada vez que le abren la casaca blanca.
Blanca, más bien amarilla, apestando a sudor indignado
y a golpes desesperados de la cabeza
contra las columnas del hospital,
acostumbradas ya a los arrebatos de Bastjan
a la menor tomadura de pelo.
Como aquella vez que no encontraba
el pantalón de su nuevo traje,
o aquella vez que le robaron las naranjas
de su mesilla de metal,
o aquella vez que pilló al enfermero
hojeando con desdén los escapularios
y las fotos de su madre
que guardaba en un fardo
debajo de la cama.
De ese hospital
que huele a pis,
a caldo de pollo,
a recetas médicas fermentadas
e imágenes de la Virgen
carcomidas,
embadurnadas con la flema
de la vida, de la religión,
de teología bipolar,
de un parlamento atragantado,
de tribunales de jueces
resoplando farlopa
y vomitando el amor al Estado
en la cuna de la bondad,
mientras se limpian la lefa
bajo la toga
en las salas de la corte criminal
y en las salas de hierro armado
como gallineros.
Salas
Capillas
Aulas
Encierro
El chip
Confesionario
Gran Hermano
Reality Show
Mírame, voy a por ti
mírame ahorcado
mírame con el dedo en el gatillo
mírame con los sesos salpicando la pared
mira cómo vuelo, a un metro del suelo
mira cómo trago una litanía de píldoras
mira cómo beso el borde
y abrazo la tierra
mira cómo tiro agua bendita a la cara de Dios
mira cómo huyo, corro, vuelo y vuelvo
mira cómo corro, corro, corro, corro
y me sigue
una manada de policías
con sus revólver y sus calmantes
hasta la fuente de San Bastjan
entre el umbral del bar del pueblo
y la puerta cerrada de Lieni.
Le pegaron un tiro a Bastjan,
uno, dos,
tres, cuatro, cinco tiros,
llegando más adentro
que la jeringa del médico
con sus litros y galones de espíritus
que le bebieron el alma.
Bastjan Borg nos ha dejado,
se lo iba buscando.
Ahora sólo falta limpiar un poco la sangre
con la investigación del delito
y finiquitamos la emisión
como se debe.
Que Dios le perdone.
Yakubu / Centro de internamiento Ħal Safi
A dos pasos
del aeropuerto
Yakubu
está arreglando la tele
para que en lugar de la nieve
surjan
colores e imágenes emitidos
de todos los rincones
incluso tal vez
de los pueblos de donde vinieron
Yakubu u sus compañeros.
Por la ventana
se ve un avión tumbado en un hangar
en reparación.
Los ingenieros son listos cuanto Yakubu
pero más rubios,
mejor vestidos,
más afortunados.
Los turistas que llegan en avión
no son como aquellos que vienen en barco;
les dan de comer durante el viaje
y el billete
no se lo pagan con la vida,
no les inspeccionan por si traen
alguna enfermedad,
sólo les quitan los líquidos,
alguna cuchilla que habrán olvidado
en el equipaje de mano,
y tal vez algún bote de gas
para llenar el mechero.
Yakubu no,
Yakubu huyó,
Yakubu no tenía billete
a pesar de haber pagado
mil dólares para subirse
al barco
con veintiséis otros
ocultos en la polvorienta noche
de Trípoli.
Durante seis días, las olas,
los dientes de la boca del mar,
intentaron arrancar la panza del barco
bajo el sol desinteresado.
La policía no perdió tiempo en preguntar
si tenía algo para declarar,
la aduana ya se pagó,
Yakubu y sus compañeros son los recibos
vivos, perdidos,
consumidos, asados,
apilados en el bus negro
mirando fijo por los cristales
hacia el barco negro, pestilente,
en el cual habían visto sus sueños
hundirse uno tras otro
y ahogarse
en el fondo del mar.
Karl Schembri nació en Malta en 1978. Es poeta, novelista y periodista investigador. Estudió Sociología en la Universidad de Malta. Editor del diario Malta Today. Ha vivido por largas temporadas en Gaza y en Jordania, donde ha sido corresponsal del Concejo Noruego de Refugiados. Sus constantes viajes reveladores a campos de refugiados en Irak, Palestina, Siria, Libia, Kosovo, Albania y Yemen, han alimentado profundamente su obra y han develado al mundo un sinnúmero de injusticias contra estos pueblos oprimidos. Ganó el Premio de Prensa de Malta en 2000 por sus informes e investigaciones.
Autor de los libros de poesía Rayuela bajo la lluvia y Recuerda el futuro, es coautor de la antología de poemas Frecuencias de espíritu ebrio, 1997 y coeditor, con Adrian Grima, de La sangre sube como la lluvia, 2009, una antología de poemas en solidaridad con el pueblo palestino. Ha leído sus poemas en festivales de poesía en Malta, Francia, Irlanda, Indonesia, Australia y Nicaragua. Su poesía ha sido publicada en árabe, español, inglés, francés, griego, rumano y esloveno.
Links a Karl Schembri:
-Cinco poemas – Karl Schembri. Buenos Aires Poetry
-Yemen, la vida en medio del conflicto. Los olvidados de todos. Por Karl Schembri. Rebelion.org
-Karl Schembri’s poems, Translations by Albert Gatt Poeticanet.com
Publicado el 4.04.2021