Manuel Becerra (México)
Por: Manuel Becerra
Carta de mareo
La marea es sencilla y es certera.
A su lado la violencia del hombre
se pierde igual que un cuerpo bajo el agua.
Por la mañana arroja a los turistas
entre despojos y estrellas de mar.
Es una máquina de hacer caballos.
Trabaja, como tú, con el abismo,
perturba con cada una de sus tablas
el pulso con el que empuñas la pluma,
y sin embargo es sencilla y certera.
Mientras escribes en tu sitio, aquí
un par de jóvenes cazan moluscos.
Abren su carne blanda sin asombro.
Las mujeres del trópico caminan.
con un conocimiento de rosa contemplada.
—Cada una le ha puesto, en el momento,
un nombre a la tormenta que se acerca—
Viven para siempre en el puerto.
Comen de la agonía de las langostas.
Lo hijos tienen hijos que no nacen.
Los aldeanos hacen el amor por las mañanas.
Duermen sin separarse ni un instante:
las manos siempre enlazadas,
como las nutrias, para no perderse.
Fotografían en la playa a un pez
diablo mientras se pudre bajo al sol.
No piensan en fantasmas, como tú
mientras escribes y ordenas papeles
como un pequeño ángel de oficina.
Aquí el mar se contonea
sin pensamientos ni ley rigurosa.
La marea es sencilla, créeme:
Detén por un momento la escritura
y escribe lo inmortal sobre la arena.
De La escritura de los animales distintos
Poema de las reses
Carne lavada y tendida en los mataderos
que aún se recuerda pastando
en los labrantíos verdes
y aún se la oye rumiar como el rencoroso.
Y así continúa la vida
mientras el carnicero, hombre de los garfios,
cuelga la piel pendular de los metales, en negra pasarela,
y de la vida que escurre
aún a temperatura del cuerpo
podría la ternera venir a mamar de la madre.
De Canciones para adolescentes fumando en un claro del bosque
Crónica de la gente que ama los gatos
Pocas cosas sabemos sobre los gatos. Sabemos que su cabeza es del tamaño de una rosa natural y que es similar en peso y volumen al puño cerrado de un niño. Pero también sabemos que el rostro del gato nunca está en un solo sitio.
Mientras permanece adormecido en las manos de Grecia, mi hija, también está en el árbol de una vida pasada, bebe leche de almendras en una casa en Estambul, cruza a los vagabundos a la otra orilla del Leteo, devuelve con una arcada una bola de cabellos o está donde alguien cincela su rostro para la tumba de un rey.
De Fábula y Odisea
Concierto del bosque
Es un acto contra la muerte el de los niños que bajan las empinadas del bosque. Este lugar arde, se cubre de aldeas y, por momentos, apresura la niebla. En su espesura reposa la sobriedad de un hombre afiebrado que sueña con baldes de agua. También en las verdes depresiones los aldeanos se aman a ojos de nadie. Hay una aldea bajo las constelaciones y una mujer que a la orilla del río lleva siglos lavando la quietud del agua. Hay también un arpista encargado del incendio de las veredas. Tiene a su cuidado la instrumentación de Sonatas de agua, Fados de transparencia y verano, Canciones para adolescentes fumando en el claro del bosque.
De Canciones para adolescentes fumando en un claro del bosque
Café Nighthawks
(SPLEEN)
Los ventanales de este lugar inician a la altura de mi rodilla y terminan centímetros antes de llegar al techo. Afuera todo es engañoso. Adentro una luz ahuesada cae sobre las cosas con la delicadeza del manto que cubre a una virgen. Nada envejece salvo yo. Detrás de los ventanales a veces se aprecia una aldea portuaria. En ocasiones es la calle Harajuku que desemboca en una pagoda a los pies de la luna. La cuestión es que el paisaje insiste en cambiar apenas levanto la mirada. El mesero está de espaldas vertiendo leche en un cuenco y aquellos dos clientes recargados en la barra insisten en portar el rostro como una fotografía mal enfocada. Me vuelvo nuevamente hacia afuera y esta vez alguien se acerca y me llama tras el cristal empapado por la lluvia; su cabeza es el enorme ojo de una ballena que agita las aguas profundas de la noche y desaparece.
De Los trabajos de la luz no usada
Otra canción de la ballena
La ballena es una isla efímera.
Alberga sobre el lomo, como un buey de mar, un cayo de pájaros.
Dentro de ella un manglar se refocila y se empobrece en cuestión de segundos cuando salta, da una contorsión y golpea de regreso la piel del mar.
Su corazón es una piedra calcárea que cada tanto vuelve a su punto de ebullición.
Tiene un espiráculo sobre su cabeza igual que un pozo en la colina:
Si el brocal se descoloca, cabe la posibilidad de la luz;
a partir de entonces la luna descubre en el interior a un hombre barbado
con un gorro de papel periódico asando un bagre en torno a una fogata.
El hombre levanta un leño encendido, contra la noche de la ballena, y alumbra sus paladares en cuyos muros está escrita la historia de las estrellas.
Su balada oscura de Silicio es tan antigua como la rotación de la tierra.
Existe otra forma de cantar, pero existe bajo el agua.
En otra vida la ballena fue una nube de tordos, un hombre que murió bajo la espada.
De Fábula y Odisea
Manuel Becerra nació en Ciudad de México, México, en 1983. Es poeta, traductor y músico de formación. Ha hecho estudios de licenciatura en Creación Literaria por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Es autor de los libros de poemas: Canciones para adolescentes fumando en un claro del bosque, 2011; Instrucciones para matar un caballo, 2013; Fábula y Odisea, 2020; Los trabajos de la Luz no usada, 2021; y La escritura de los animales distintos, 2021, entre otros.
Su obra ha obtenido diversos premios entre los que destacan Certamen Nacional de Literatura Laura Méndez de Cuenca 2020, Premio Nacional de Poesía Alonso Vidal 2019, Premio Nacional de Poesía Francisco González León 2019, Premio Nacional de Poesía Enriqueta Ochoa 2014, Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde 2011 y Premio Nacional de Poesía Enrique González Rojo 2008.
Ha participado en múltiples encuentros de literatura en Cuba, Filadelfia, Canadá, New York y Japón. Participó en proyectos de Spoken Word con música y poesía de su autoría. En 2019 el Museo Emily Dickinson, dentro del proyecto Art Rain Poetry 2019, que consiste en instalar un poema en las calles de Amherst, Massachusetts, seleccionó entre 250 participantes, uno de sus poemas. Fue elegido por la convocatoria del 31º Festival Internacional de Poesía de Medellín.