Ángela Briceño, Colombia
Por: Ángela Briceño
Suenan sierras
El
A
Gua
Elaguaquierenacer
N a c e r
N a c e r
N a c e r
Nacer y no la dejan
aserrín invade cada micra de este paisaje
desde la raíz
sube por la planta, atraviesa cortezas devastadas
disección, pétalo roto
flor que estallido helado petrificó
Pero el agua quiere nacer
no queda lágrima en el frailejón
Porque El agua quiere nacer y no la dejan
no la dejan, no la dejan
34 B
Después de cinco meses
y tres días
mamá regresó muy pálida
tal vez tan frágil como las plantas del patio últimamente
Sus pasos suaves
la voz más baja
no débil, sin embargo
metástasis, música de una nueva palabra que
mi mente niña asimiló
La primera noche
la acompañaremos hasta la hora plena del descanso
La segunda en abrazarla ha sido Helena
cuántas historias se llevaron, ¡pero ella está bien!
En el pecho de mi madre
el abrazo es esta noche
ausencia de una teta
Antes de ir a dormir, haremos la primera curación
Las tres en punto
la tarde caliente
la madre mira al padre
Cuánto ha palidecido su rostro
-serenidad-
El hilo de luz cumple la cita.
El padre es ciego
poco ha cambiado
la firmeza en su mirada
Qué más hacer para
lograr nombrar el tiempo detenido
o eso que el sol cobra en la piel de los retratos
Cuarteada la pared, insiste
Algo diminuto blanco inerte
se mece en una telaraña
Y cómo cambia el papel fotográfico con los años
Nadie limpiará el polvo
que cae
sobre los ojos de la madre y el padre
La luz imponente de su mirada brillará solo para ellos
Altar
Aprendimos a dejar
las pastillas rojas en su lugar
detrás de las fotos
—No, le digo que atrás
El agua fría es la llave de este lado
Sus manos débiles llenas
de enormes manchas cafés
salpicar de jabón y agua
agua y espuma, lavaplatos
juego y respuesta a nuestra manera de no entenderla
Ni las cataratas
ni esa cuerda de vértebras
que se desarmaba y armaba
cada vez que se doblaba
impedían que anduviera todo el día
para abajo y para arriba
Diez
y siete
escalones contamos
el mismo mármol que conoció nuestros primeros pasos
Y que las cosas de las plantas y que las niñas
y la escuela
y que las astromelias blancas y amarillas en la mesa
Advertimos que no había un lugar para los santos y las velas
y el retrato de nuestros padres
Lo construimos
—¡Ah! es el olor de la casa
ya viene la abuela secándose las manos
¡mira cómo no paran los juegos pirotécnicos!
Será fuego la noche, frente a nosotras velas nuevas
La ventana es grande pero
cada día
delante de sus ojos la construcción borra otro pedazo de cielo
—¡Silencio, hermana!
Abuela busca la mecha, abuela busca la candela
Aniversario: cantos, oración deshecha
llora y sonríe, respira, reza
y todavía reniega porque nos mató la guerra.
Abuela prende las dos velas
Posición fetal
Cuando nos encontraron
arrancaron nuestra lengua
con tal incandescencia que no pudimos
desde entonces
volver a ver
Deambulamos inciertos, escuchamos atentos
la respiración de las raíces, de las rocas
el secreto del agua
Cada poro de nuestra piel se fue adhiriendo
l e n t a m e n t e
a la oscura promesa. Caminamos a tientas
Al principio
temimos andar sin antorcha
pero la danza de las cosas nos acogió
No era terrible la oscura sombra
esa noche inclemente
que nos anunciaron
cuando nos dieron el miedo y
nada más
Nos mecimos sostenidos por la penumbra
pero ya no fueron las tinieblas
que temimos
no el desborde
Fuimos júbilo y coro, percepción universal
y un espejo líquido nos abrazó
Adquirimos la facultad de penetrar las cosas
nos fundimos en ellas
sensación dolorosa quemó todo temor
No nos habíamos desintegrado por completo
cuando escuchamos
algo que se parecía tanto a la luz
pero que no nos hería
Eran las palabras
que lentamente aparecían
instintivas
serenas
ya furiosas
imponentes
Las primeras palabras de este poema
Llueve
pero las voces
aún bien bajas
allá adentro. Agonía y furia sobre la teja
empuja sílabas huérfanas que chorrean por la calle
atraviesan la cancha de deporte de infancia
aún las puedes oír
Desteñida la bandera que te abrazaba
mancha libretas de versos
tinta escarlata anunciada
tus ojos
niño
bien abiertos bajo la cama
no hay calma, las hélices conducen tus latidos
ya ni miedo, ya no llanto,
solo hay sombra de palabra que se empuña
Cabezas caen aún en tu recuerdo
las oyes rodar con todo y la risa
Vienen
en lo que creciste creyendo
revienta hoy contra el pavimento,
sobre los pasos de tu hermano
Orfandad,
matria no es arrullo ya
Pero la lluvia no se lleva toda palabra
Caerán también sus dioses
truenos serenos se esparcen en esta piedra
Ya casi llega la noche
Antorcha y coro, peregrinación
Porque la lluvia no se lleva toda palabra
Porque los goterones no apagarán tu canto
Ángela Briceño nació en Tunja, Colombia, en 1987. Poeta, periodista, docente, actualmente intercesora en la Fundación Pedagógica Rayuela. Licenciada en Idiomas Modernos y estudiante de Maestría en Literatura (Uptc). Formación en periodismo, Código de acceso (Casa editorial El Tiempo). Transitó el periodismo narrativo con Periódico El Lunes, semanario impreso (Boyacá). Su escritura se sitúa en el relato corto y la poesía; explora el performance. Ha publicado Microrrelatos y poemas en La esquina delirante, El Espectador; antología Pandemias crónicas, Corporación Cultural Alejandría (2021); Antología Profana, poemas de amor, de locura y de muerte en el siglo XXI, Perro Gris, Argentina (2021). En poesía visual y performance participó en: Veneris, XXI Salón de Arte Religioso Tunja (2021); Un peregrinar de los leprosos, 48º Festival Internacional de la Cultura, Boyacá (2021); Apenas una palabra, Arte participativa y performance relacional, Brasil (2021); Los pasos del tren y Videopoema del cuerpo para la libertad, Programa Departamental de Estímulos Boyacá reactiva la Cultura (2021). Sus libros son: Luz al vórtice de las palabras, cartografía poética de mujeres colombianas, Escarabajo Editorial (2022); Todo ocurre bajo un paraguas (y otros mundos acotados), Tintababelia (2022).