Betsimar Sepúlveda, Venezuela
Por: Betsimar Sepúlveda
El hombre ordenó la luz
y la llamó día
amasó el pan
cebó el cerdo
fermentó el grano para la cerveza
Fatigado
advirtió que no todo cabía en el lenguaje
-lo inverbalizable-
Precisó entonces, ordenar la oquedad
ese párpado monstruoso cayendo triste sobre el mundo
lo llamó noche
-verbo del misterio-
Desde entonces
al deseo lo llamó flor oscura
a la vendimia del vientre hinchado
lo nombró hijo
a la metáfora de su carne opuesta
torpe y vertiginosa, la llamó Dios
Y volvió a nacer impuro y colmado sobre la tierra
y aunque no pudo hacer más bella la rosa
ni más brillante la estrella
vio que era bueno
En la desnuda redondez de mi hombro
comienza la franja de un nuevo lenguaje.
Un yo de minúsculas selvas
la sustancia de un espléndido animal
fugado al epicentro de tu mano
Borges conoció la condescendencia
en una caricia sobre el lomo arqueado de Beppo
el gato más “remoto que el Ganges o el poniente”.
Stravinsky hizo de la música un pájaro de fuego
para los jardines encantados de Arcadia, su gata egea.
Pierre Bonnard descubrió en el lienzo
que el misterio apacible de la melancolía
tenía forma felina, la sinuosidad erótica de la luz.
Sentada en el filo del balcón está Fermina
espera en cada atardecer la reverencia del sol
que mansamente se diluye
entre las hendijas de sus pupilas amarillas.
Como Fermina, deseo no temer a la caída
como mi gata, tendré que alimentarme
de los abismos y la arrogancia de cada corazón
de pájaro devorado
A Negma Coy, hermana maya kakchiquel.
A ti, que tienes un corazón emplumado
Tuve una vez un colibrí en la palma de mi mano
bastaron unos segundos
para que los latidos de su minúsculo corazón
me revelaran el peso y color exactos
de los océanos, los siglos, los vientos y los astros
y fui su néctar y su altura.
Al despegar la estrella fugaz de mis dedos
quedaron dos chispas de pluma
brillando en la geometría de las líneas de mi mano
una tan efímera como la belleza
otra tan frágil como el amor.
Y fue así como vino un día la diminuta flecha de jade
pequeño colibrí
a enseñarme las eternas formas de la nostalgia.
Mar,
partir hasta los confines azules del último oleaje
abrir mis venas a la belleza de sus criaturas
quizás salvarme en la ingravidez de su alma.
Hundirme
en la insondable
luz de sal
ascensión circular de oxígeno
evanescencia de huesos
c a l m a d e a l ga s e n l a g a r g a n t a
voz anegada de espuma
zozobrar… sin más
no tiempo
sólo silencio
hundirse…
…porsiempreenelmar.
De la nervadura abierta de la luz
cae un pájaro herido de cielo
Desciende como ruina del viento
trueno rojo en el fin de su vuelo
Lloro la belleza de su canto desperdigado por la tierra
Pero la tierra sabe que de pájaros y poetas
se amasa la hostia
en el hambre de Dios
Sobre mi lomo
la soledad es una serpiente que muerde su cola
Entumecida y alucinada
hiende flores y plumas en la carne del amor
Reconozco mi nombre en el eco obsceno
en la permanencia del olvido
Muero de miedo
y mi soledad
muere de mí.
Betsimar Sepúlveda nació en Táchira, Venezuela. Escritora, gestora cultural y fotógrafa. Directora del Festival Internacional de Poesía de Cali. Tiene cuatro poemarios publicados. Coordina el espacio “poesía en la esquina” en el teatro Esquina Latina. Conduce el programa “Entre libros, arte y cultura” de la televisora de la Universidad del Valle. Imparte el módulo de apreciación y creación poética de los talleres “el traspatio del cielo” y “escritura creativa” del Centro Cultural Comfandi. Ha sido traducida parcialmente al inglés, francés, italiano, árabe, portugués, hindi y macedonio. Parte de su obra ha sido publicada en diversas antologías.