Craig Santos Pérez, Nación Guam
Por:
Craig Santos Pérez
Traductor:
G. Leogena
Era de plástico
El médico hunde la sonda de plástico
contra la barriga de mi esposa.
El plástico se chupa químicos estrógenos y tóxicos.
Ondas de ultrasonido pulsan entre plástico,
tejido, fluido, y hueso hasta que el embrión
hace eco. El plástico hace que esto sea posible. Mi esposa
da a luz en casa dentro de una bañera inflable de plástico.
El plástico interrumpe los sistemas hormonales y endocrinos.
Luego del parto, ella guarda su placenta
en una bolsa de plástico de congelador. El plástico es la creación
perfecta porque nunca muere. Nuestra hija succiona
un chupo de plástico. Las ballenas, el plancton,
los camarones, y los pájaros confunden el plástico
con la comida. La bomba de plástico zumba,
leche materna gotea en la botella plástica.
El plástico mantiene comida, agua, y medicina fresca—
Pero cuán vacío se debe sentir el plástico
al ser traído a la luz, usado, y luego descartado
por nosotros; degradantes creadores. En los océanos,
una tonelada de plástico existe por cada tres toneladas
de peces—cuán libre se debe sentir el plástico
cuando al fin llega al paraíso
del giro Pacifico. ¿Hará la vida imposible
el plástico? Nuestra hija se duerme
en una cuna de plástico, y yo sueño
que ella está compuesta de plástico,
para que ella, también, sobreviva
a nuestras manos desperdiciadoras.
“El plástico está totalmente envuelto en la realidad de ser utilizado: eventualmente objetos serán fabricados con la única utilidad de dar placer cuando son utilizados. La jerarquía de las sustancias es abolida: una sola sustancia las reemplaza a todas: todo el mundo podrá ser plastificado, y hasta la vida misma…”
-Roland Barthes, Mythologies (1957)
Fronteras que mudan dientes
Nuestra hija no cesa de llorar,
entonces le masajeamos las encías rojas e hinchadas
con nuestros dedos y cantamos: “Rema, rema, rema
tu bote, por el arroyo suavemente,
feliz, feliz, feliz, feliz, la vida es
sólo un sueño”. En las noticias,
un bote improvisado, lleno de refugiados
se volcó en el mediterráneo.
Aquellos con chalecos salvavidas
Parecían dientes amarillos y brillantes. Los demás:
tragados por la boca territorial del mar.
¿Cuántos huían de Boko Haram, de la desaparición
del Lago Chad, de las inundaciones de África oriental?
¿Cuántos más serán desecados
por el desierto de la Sahara, o macerados por
traficantes en la costa babosa de Libia?
¿Cuántos sobrevivirán sólo para ser
ruñidos por las mandíbulas de Europa?
Nuestra hija no cesa de llorar,
le damos el mordedor
para apretar. Rema, rema, rema
tu bote, por el arroyo suavemente,
feliz, feliz, feliz, feliz, la vida es…”
En las noticias, refugiados de
Centro y Suramérica son detenidos
en la frontera de Estados Unidos y México
y los separan de sus hijos—algunos tan jóvenes que aún
tienen dientes de leche. Otros: sin acompañantes.
¿Cuántos han huido de carteles de droga, hombres
abusivos, y la violencia de pandillas? ¿Cuántos más
serán devorados por La Bestia,
deshidratados por el desierto de la Sonora,
y despedazados por los dientes incisivos de La Migra?
¿Cuántos sobrevivirán sólo para después ser
escupidos desde las cavidades podridas de América?
Nuestra hija no cesa de llorar,
Y le damos un tetero frío para amamantarla.
“Rema, rema, rema tu bote,
por el arroyo suavemente…” Más de la mitad
de los muros de frontera alrededor del mundo
se han construido desde el 2001—“justificados”
por guerras contra el terror. El terror verdadero
es que 34,000 personas son sacadas
de sus casas cada día, y para el fin
de este año, 65 millones serán desplazados,
y en los años que vienen, el cambio climático
desplazará millones más—la mitad de ellos serán
niños. Envolvemos a nuestra hija
en nuestros brazos. “Rema, rema, rema…”
Una “caravana” de migrantes se acerca a
nuestras fronteras que mudan dientes. ¿Construiremos
un país tierno, donde los únicos
papeles necesarios para la ciudadanía
son sueños de un santuario?
“Fronteras se establecen para definir cuáles sitios son seguros e inseguros, para distinguirnos de esos sitios. Una frontera es una línea que divide, una raya angosta por un borde pendiente. Una región fronteriza es un sitio incierto e indefinido, creado por un residuo emocional de una frontera artificial. Está en un estado constante de transición. Lo prohibido y lo exiliado son sus habitantes.”
- Gloria Anzaldúa, Borderland/La Frontera: The New Mestiza (1987).
Anillos de fuego
Honolulu, Hawaiʻi
Somos los anfitriones en el primer cumpleaños de nuestra hija
durante el abril más caliente de la historia.
Afuera, mi padre asa carne sobre el carbón;
adentro, mi madre cocina arroz al vapor, y hornea
vegetales. Han viajado desde California,
donde la sequía talla los árboles, los vuelve leña—“El Paraíso
está en llamas”. Cuando la primera fiebre de nuestra hija llegó al máximo,
el médico dijo, “Es una señal de que lucha contra la infección.”
La cantidad de sangre derramada sube con las temperaturas globales,
que no conocen fronteras. “Si su fiebre no se nivela,”
continuó el médico. “llévenla a la sala
de urgencias.” Bombardeos detonan hospitales
en Yemen, Irak, Afganistán, Sudan del Sur…
“Cuando asomó la corona,” dijo mi mujer, “sentí anillos
de fuego”. Los volcanes entran en erupción por las fallas geológicas;
ondas bochornosas de calor calcinan Australia;
bosques en Indonesia arrasados para sembrar palmas para aceite—
sus cenizas migran, como pájaros espantos, a nuestras
cajas torácicas. Sin embargo, se me antoja un cigarrillo sin filtro,
aunque los dejé hace años, y mi aliento
ya no huele al cenicero rebosante del abuelo—
su tos seca aún punza los pulmones negros
del cáncer y de la negación. “Si le da brega respirar”,
aconsejó el médico, “denle un inhalador para el asma”.
Pero esta noche cantamos “Feliz Cumpleaños” y soplamos
las velas juntos. El humo tiembla
como si todos hubiéramos
exhalado el mismo deseo inflamable.
Un soneto al borde del arrecife
el acuario de Waikiki
Hundimos nuestras manos en la exhibición al aire libre del arrecife
y tocamos el pepino de mar y el erizo rojo
mientras pasan nadando los peces mariposa. Un docente explica:
una vez al año, después de la luna llena, cuando la marea crece
hasta cierta altura, y el agua salina alcanza la temperatura
perfecta, sólo en ese momento el océano incitará a
los pólipos de coral a engendrar, sincronizados, una galaxia de gametos,
que danza hasta la superficie, fertiliza, se abre,
forma larvas, se arraiga al fondo del mar, y crece, generación
tras generación. En casa, le leemos un libro
para niños, La Gran Barrera de Coral, a nuestra hija
acurrucada entre nosotros en la cama. No mencionamos
el blanqueamiento de los corales, su propagación en laboratorios, o congelados.
¿Y nuestro silencio, no será también un tipo de refugio?
Cuidar
para el Día Mundial del Refugiado
Nuestra hija despierta de su siesta llorando.
La levanto, y la aprieto contra mi pecho,
y murmuro: “Aquí está papá, aquí está papá”.
Aquí está la isla de Oahu, a 13,600 kilómetros de Siria.
¿Pero qué tal si los vientos del pacifico de repente
se convirtieran en llamas y esquirlas indiscriminadamente
acercándose a alta velocidad? Si las sombras arrojadas
sobre nuestras ventanas no son ramas de plumería
sino soldados y terroristas marchando?
papá está aquí, papá está aquí, murmuro.
¿Sí llegaríamos al mediterráneo a tiempo?
¿Sí soy lo suficientemente fuerte para estirar mis piernas
y convertirlas en un mástil balanceado con el vaivén
de las corrientes? ¿Soy lo suficientemente valiente para cargarla
sobre los alambres como cuchillas de países extranjeros
y odio racial? Podría rogar: "Por favor,
ayúdennos, por favor, sólo déjennos pasar, por favor
no somos bombas suicidas." ¿Será que yo podría
seguir caminando si mis pies se rajan como los campos de ají de Halaby
después de cinco años de sequía, después de esta sequia
de humanidad? “Papá está aquí, papá está aquí".
Trenes y buses se mecen para allá y para acá,
para allá y para acá, para allá y para acá, a centros
de detención. Pero y ¿si nuestro barco desesperado
se volcara?
¿Podré inflar mi cuerpo en una boya
para mantenerla encima de las olas bruscas?
"Aquí está papá, papá..."
¿Será ahogarnos la última canción de cuna
del mar?
¿O podremos cargarnos
uno al otro
hacia el horizonte
del cuidar?
Craig Santos Pérez nació en Guam y reside en California. Pertenece a la Nación Chamorro. Tanto en su labor creativa como editorial y docente, ha explorado con rigor singular y crítico los distintos procesos a través de los cuales se incorporan los territorios (y los lenguajes) más lejanos. Tanto en sus plaquettes Constellations gathered along the ecliptic (Shadowbox Press, 2007), All with ocean views (Overhere Press, 2007), y Preterrain (Corollary Press, 2008), pero sobre todo en sus dos libros más recientes From unincorporated territory [hacha], publicado por Tinfish Press in 2008, y From unincorporated territory [saina], publicado por Omnidawn Publishing en 2010, Craig Santos Pérez ha intentado crear un “espacio extraído”, no tanto des-territorializado como re-territorializado, en el espacio del cuerpo y de la página. Ahí, entre el océano de palabras en inglés, encontrarán sus sitios movedizos y procesionales algunas del nativo Chamorro que no logró aprender (ni olvidar del todo) en los sistemas escolares de las Islas del Pacifico.
Publicado el 06.06.2022