Daniel Freidemberg, Argentina
Por: Daniel Freidemberg
No se tienen noticias de Néstor Martins *
I
Y es posible que en este momento,
de su cuerpo
se estén desprendiendo pedazos
cada vez más chicos,
—pedazos tibios, compactos, doloridos—
pedazos iracundos que ruedan
y que van desprendiendo, a su vez
más y más pedacitos
hasta entrar
en silencio
en el polvo dorado
de las últimas hojas que caen de este otoño.
Tal vez recorra ahora las raíces
con sus cuatro golpeados retazos de ternura,
sienta golpear la lluvia
a través de sus costillas,
sienta el sonido en general
de nuestras cosas
grandes o pequeñas,
mientras su nombre anda por el invierno
con nosotros.
II
Tal vez ahora mismo
alguien,
de pronto
esté alzando la mano,
una gran mano abrupta,
apriete bien su corazón
con esa mano
y grite,
y grite,
ante el gran desconsuelo de la muerte,
alguien
golpee las paredes de la muerte
y él,
desde cada rincón
de sus pedazos
la golpee,
y alguien,
muerto de frío,
triste,
vecino
o fugitivo
sienta
cómo su nombre
por el invierno
anda,
en contra de la muerte
con nosotros.
* Néstor Martins fue un abogado defensor de trabajadores, vinculado al Partido Comunista, que al salir de su estudio con su cliente, el metalúrgico Nildo Zenteno, en pleno centro de Buenos Aires, fue secuestrado por un grupo de tareas, el 16 de diciembre de 1970, durante una de las varias dictaduras militares que padeció Argentina en el siglo XX. Nunca más se supo de ellos, y están entre los primeros casos de desaparición forzada, que años después se multiplicarían por decenas de miles en el país.
De Blues del que vuelve solo a casa (1973)
Luces que a lo lejos
Viejos dibujos de las ramas:
hojas
no quedan
-se volaron-
ni
sombras que añorar
ni
plata en los bolsillos
nada hay
(sólo gestos
como venidos de otros gestos
"tres o
cuatro palabras"
que el viento no pudo arrasar)
Esto hay: el
fuego en la cocina
el
poco de amor
que sobrevivió a la intemperie
(y entre la lentitud de la nostalgia
uno
se preguntaba a qué volver)
Todo el cansancio se ha juntado
(es un punto)
el dolor estalla como sol
(despacio las
hojas
vuelven a caer
como creando el
aire en que se mueven)
Uno quisiera juntar todo
hacer
algo con todo: un
humo que
nada pueda apagar
Bajo el burlón
mirar de las estrellas
uno se atreve a preguntar
por el capítulo que viene
y es alto el cielo y
no hay respuesta
Ahora se acerca la
cercanía de las cosas
la concordancia de un lugar
que
tal vez siempre estuvo ahí
alguien
-ahora-
silba o
se mueve tras los vidrios
como empañados de algo
que
ya no importa qué es
De Diario en la crisis (1986)
En caso de que
Si rompen la puerta, si
con un golpe inconfundible y preciso
la echan abajo y
se oye a mi hijo llorar
¿Qué va a entrar? ¿El
invierno (hojas -de plátano o de un
viejo diario- incluidas)? ¿El
silencio eterno de los espacios infinitos?
¿Santos marchando acudirán? ¿La lluvia acaso y
tiemblen las cortinas?
Y si, supongamos que ocurre, la rompen y
el visitante parpadea, dice "perdón",
se quita el sombrero, "estaba equivocado"?
Habría que hacerle pagar entonces los
daños, exigirle una explicación
por el flagrante incumplimiento de
lo que esperábamos de él yo y la historia.
De Diario en la crisis (1986)
Mirada de perro
Urdía el rumor de una mujer la calma
una mujer
que contaba los ángeles del cielo
como si condensara el mundo en sí
y yo era como un perro a la siesta, mirando
el sucederse de las cosas
que ah sí estallaban sí y también
sabían recomponerse
como diciendo "a ver qué pasa"
y eran los días y las noches, y era
la nitidez de una naranja al sol
como diciendo "una naranja"
"¿Sí?" dice la mujer pregunta "¿naranja?"
"Sí" dice el coro
¿Sí?
Ni ella ni yo lo comentamos, ni ella ni yo
sabríamos alcanzar
ciertas palabras
tal cual los ángeles del cielo que ah estallaban
al roce de un cambio de luz
y eran caídas plumas de ángel que
los dos juntábamos
como diciendo "algo a juntar"
Y esa es la historia ¿esa es la historia? un hombre
a su manera ordena el caos
que resplandece ante sus ojos
y la mujer cuenta los ángeles, los hace danzar
al ritmo de sus lentos modos
como reflejos de oro lento en las nubes
que anuncian tormenta
Y ella sospecha
que entre ángeles y perros
hay un secreto que debe descifrar
"todo ángel es terrible" dice,
quién sabe si al perro o a mí.
De Lo espeso real (1996)
Lo espeso real
Ahora que fuimos expulsados,
gracias a Dios, del Paraíso,
se largó a llover
un agua débil que se alarga
en redes de grisura y música.
"Esto" dijiste "no debía ser así"
pero es así. Más que
maneras de filtrar la luz, más que
armarle al alma un orden suave
de lo que se presenta ¿pasos?
¿algo así como pasos? ¿un
lento acercarse
del fondo de la materia a los ojos?
¿a algo que mira detrás de los ojos? "Ya
no vamos a volver", te dije, pensaba "esta es mi casa",
"lo que se mueve -pensé- afuera y adentro es lo mismo".
"Estás pensando demasiado", dijiste, y mirabas
esa otra agua, la de mis palabras,
también cayendo, quebrándose también
contra la piedra de todas las cosas,
ni transparente agua ni opaca, agua de aire confuso.
De Lo espeso real (1996)
Si algo quiere decir ese breve manchón (la mosca)...
Si algo quiere decir ese
breve manchón (la mosca
posada junto al plato)
yo no lo sé:
antes creía saber, pero las cosas
pasaron de otro modo.
Ahora digo "mosca" y es bastante:
ni ella responderá, ni la palabra
se acercará a tocarla
ni yo sabré algo más.
Y aunque esa forma ajena
se vaya volando,
la palabra está acá
llena de pelos, oscura, intratable.
Sean, cuando abro los ojos...
Sean, cuando abro los ojos, tus ojos,
sea un perfil que sea el tuyo,
sean,
todas las veces que la distancia llame
como sirena a los desesperados,
los movimientos que te dan a ser
cual si vinieras o si te alejaras,
impronunciable, al estilo del mar
y sea,
como la mar entonces,
tu roce en las cosas,
venga a mí el tu dolor
para que me hable, para que descanse y
sea en nos la palabra
como lo que en la niebla se acercaba
y es de la niebla que su
forma arranca: materia de fondo.
De Lo espeso real (1996)
Agosto
Roja la carne de sucia paloma y – plumas blancas,
después del paso – de la rueda del taxi:
no símbolo de alguna cosa en derrota, et-
cétera, nomás carne, roja,
asco de ver carne en el suelo. Sucia,
de paloma pisada – por la realidad,
sucia. ¿Hacer polvo los ojos? ¿La rebelión
de mirar una rosa? Carne,
repetir eso, "carne", y – no está,
ni plumas, ni nada. Sólo asfalto al sol,
formas, ruidos, que pasan.
Y un poco más arriba, en
un balcón, sábanas, plantas
que el aire por momentos mece. Va a llover.
De En la resaca (2007-2022)
Daniel Freidemberg nació en Resistencia, República Argentina, en 1945. Desde 1966 reside en Buenos Aires. Fue maestro de escuela, empleado bancario y periodista. Libros de poesía publicados: Blues del que vuelve solo a casa (1973), Diario en la crisis (1986), Lo espeso real (1996), La sonatita que haga fondo al caos (1998), Cantos en la mañana vil (2001), En la resaca (2007), Sonidos de una fiesta ajena (2012), Abril (2016), Días después del diluvio (2018), Arte dificultosa (2021) y Un hilo naranja (2021). Acaba de ser publicado en Buenos Aires, y próximamente en Madrid, En la resaca. Edición definitiva, reelaboración del libro de 2007.
Ensayo y crítica: La poesía del 50 (1981), La palabra a prueba (1993) y Cómo se escribe un poema (en coautoría con Edgardo Russo, 1994). Compiló veinte antologías de poesía, mayormente argentina e hispanoamericana. Ensayos suyos fueron incluidos en dieciséis libros. Próximo a publicarse: Puesta en juego, con trabajos sobre poesía argentina.
Desde 1978 viene publicando textos críticos y ensayos en revistas y suplementos culturales. Dirigió la sección de poesía de la revista El Ornitorrinco, entre 1977 y 1980. En 1986 integró el grupo fundador de la publicación trimestral Diario de Poesía, de cuyo Consejo de Dirección formó parte hasta 2005. En 2014 recibió el premio La Rosa de Cobre de la Biblioteca Nacional de la Argentina a la trayectoria poética.
Publicado el 22.03.2022