Luis Aguilar, México
Por: Luis Aguilar
De Debe ser ya noviembre
(Cuadrivio Editores, 2019)
greco
con frecuencia, no quiero negarlo,
me distraigo. pienso en el rostro de nube
y la distancia y esa planicie en uve
que los pinceles abren y tu ombligo reconcentra.
la mirada se enreda en tu sudario diminuto,
desde donde imagino todo, completo y gigantesco
para el cardenalato que a día y noche
dispone de tu gran tamaño
en las alturas que domenikos hizo de tu cuerpo
[con lo que desparpajadamente ahora
ha comenzado a hablarse de tamaños]
¿en qué piensan los curas que te tienen, niño
de escasos años,
perfectos como fruta,
cuando se enredan
como yo en la irreverencia carnal
que nos legaron luz y lienzo?
¿también será que lo imaginen todo?
todo
: la fragilidad de tu mano ante el martirio
: la fragilidad de tus ojos extraviados en el tronco equino de una nube
: la fragilidad de saberte sin haber tenido nunca mi martirio,
quince minutos en la tevé,
algún sudario de largos amaneceres
y mejores tiempos;
siendo apenas un pecador innoble que se hunde
noche a noche en averiguar los cómos imposibles.
cómo, si la plaga fue siempre de los otros
y dios,
apenas,
un simple plan siniestro.
asaeteado
ícono de la estética del deseo
—más vivo que la penicilina—
tu cuerpo repetida constancia de portadas,
ardores y erupciones.
santo patrono del sadomasoquismo,
tu abandono al martirio
es ejemplo a seguir en los consabores del deseo
cuando se apaga la luz para que el mundo
llegue:
tanlúbrico
tanmóvil
tanfértil
tanplácido
tanhúmedo
tansórdido
te contemplo en la tensión de las sábanas
al borde de un blanco que abre la ducha de mi
cíclope:
tanlúbrica
tansórdida
tanláctica
tanríspida
tanhúmeda
tanhúndete.
tus muslos dejan atrás el renacimiento
y casan lo volátil con la carne;
trozo y espíritu hacen uno
para que se abra sin telas el encanto
de lo que se oscurece:
las cosas ya son como aparentan,
y cuerpo y alma hacen uno
que abandona enfermedad,
muerte y pecado,
desbocando estallidos
si digo mañosearte:
no
hay belleza más bella en dios que tu
cuerpo,
desnudo,
fantástico
mosso d´esquadra,
a quien tapo las manos con mis
ojos
para sentir cómo arden leónidas y
santo.
pandemia
pero llegó tu waterloo:
y el mío:
1980:
rock hudson estremece la tevé
—las redes sociales eran cosa del futuro—
y, como todo santo cuando se le necesita,
tú no estabas.
la noche que llegó el marido
o algún otro
—la santidad no impermeabiliza
ni fui agámico—
para colgar del blanco de mis ojos
cosas que se acentuaban como pétalos
pero eran:
úlceras
apéndices
coágulos
pústulas
catástrofes
atónitas,
dos sílabas brevísimas:
:si - da
qué palabra tan honda
que encoge el corazón
y nos lo aprieta.
donostia
para Juanjo Esteban y Arantxa Azcue, por la ciudad y la mirada.
los peces no hablan con los muertos porque los muertos se hunden, permiten sólo
una palabra de alga, flotante, ligera, insuficiente. y yo, que generalmente me hago
poco caso, no supe qué decirles. ¿por dónde se van cuando se van los santos? la
ciudad que se incendió seis veces en dos siglos y las monjas y sus diez éxodos frente
a la fe no iban contigo, sebastián. pero no has de quejarte : no apareciste tú en
medio de la sangre de mathew sheppard [ya ves: somos lo mucho que rápido
se olvida y lo poco que a veces nos perdonan–
sentencia
por entonces el dictamen positivo
no era una sentencia de muerte
:era la muerte.
y los saunas
y las discotecas
y las calles de san francisco
y las sacristías pederastas
y las casas de los abusados por los pederastas
y los cines porno
y las piazzas de roma
y los saunas de río
y los baños públicos
y los cuartos oscuros
y la estación del metro
y los moteles
y los mingitorios de la terminal tieté
y los montes solos
y la casa de al lado
y mis sábanas
y los solos
fuimos llenándonos
de muertos. podría
estar hablando de la peste,
pero también del tedio.
bastaría
voltear a vernos —unos
contra
los otros—
al lado de los medicamentos
de última generación;
ver cómo avanzamos
en fila al matadero,
en una doble dosis curvada
mientras pagamos los recibos,
acudimos a la escuela,
vamos al cine,
cuidamos de no mojarnos en la lluvia,
entramos y salimos de la casa
y decimos buenas tardes
[porque,
de pronto, ya nadie se altera
y todos nos saludan y el bichito
—buzo alegre en el verde azulado del ochenta
y ocho por ciento que ya no plastifican su deseo—
navega en la pasión adolescente
cuyo único futuro es lo inmediato–
y brota del animal la mueca parecida a una sonrisa
porque ninguna victoria
es mas permanente que los hábitos.
Luis Aguilar nació en México en 1969, falleció en Tamaulipas, Mexico, el 15 de diciembre de 2022. Escritor, ensayista, poeta, traductor y gestor cultural. Ha publicado, entre otros, los libros: Eclipses y otras Eclipses y otras penumbras, 1988; Tartaria, 2003; Los ojos ya deshechos, 2007; Decoración de interiores, 2010; Lateral izquierdo, 2011; Fruta de temporada, 2011; Gatos de ninguna parte, 2013; No quimio, 2015; Travestiario, 2015; Libre de sospecha: Antología boreal, 2016; Diario de Yony Paz, 2016; Muchachos que no besan en la boca, 2016; Los cuerpos imprevistos, 2016; He decidido casarme cuando acabe la guerra, 2016; Ak-47, 2017; Muchachos que no besan en la boca, 2017; Debe ser ya noviembre, 2019; Qué bellos los ojos de este idiota, 2022; y Fibonacci, los conejos y un bartender que no dijo su nombre, 2022. Ha recibido varios reconocimientos, entre ellos el Premio Nacional de Poesía Rodulfo Figueroa 2021, de Chiapas.
Su obra está compilada en Verso Norte (PostData Editores, poesía, 2009); Los primeros once (Fondo Editorial Nuevo León, poesía, 2010); Territorios de la violencia (Conarte, ensayo, 2007); Versos veraniegos (Conarte, poesía, 2006); La difícil brevedad (CRIPIL Noreste, cuento, 2008); Poesia (Rumania, poesía, 2011); Trece mantis en un jardín germano/Dreizehn Mantis in einem deutschen Garten (Colegio de Puebla, poesía, 2013); Caravansary (Colegio de Puebla, poesía 2014); Versiones acústicas (Mantis Editores, poesía, 2014), y en Después del desierto: nuevo cuento regiomontano (Analfabeta Editores, cuento, 2016). Poeta invitado por la Convocatoria del 32º FIPMed.
Publicado el 31.05.2022