La poesía nos hará libres
Por: Diego Andrés Martínez Rúa
Estanislao Zuleta escribe en la parte final de su ensayo “sobre la guerra”, extraído del “elogio de la dificultad” que “solo un pueblo escéptico sobre la fiesta de la guerra, maduro para el conflicto, es un pueblo maduro para la paz”, dicha sentencia expone la idea de si es posible una sociedad sin guerra, de si es posible una comunidad en donde solo y únicamente impere, acaso arbitrariamente, el reino de la paz. Es de subrayar a propósito de lo anterior que en el año 1932 el médico y psiquiatra Sigmund Freud en su epístola “¿el porqué de la guerra?” le escribe a Alberts Einstein sobre la imposibilidad de que nuestro cuerpo huya de lo que él nombra “el instinto tánatos”, esto es, nuestra tendencia agresiva o la inclinación natural y biológica al exterminio del otro. En dicha carta Freud deja ver la naturalidad del homicidio y del crimen y parece recurrir a la apología de la muerte como instinto y goce.
Freud no parecía estar muy distante de lo que la psique humana ofrece a diario y más aún luego de haber atravesado la gran guerra de 1914, gracias a la cual se esparció luego la idea de que solo se logra la paz en la medida en que asesinamos a nuestro enemigo, al diferente, al que no es como “yo”, esto es, cuando invisibilizamos nuestro aparente enemigo bajo el argumento de ser distinto. Lo anterior es terrible en la medida en que Colombia, nuestro país, aún no sale de la mencionada idea, una patria boba que ha legitimado la guerra y la barbarie; en este país se asesina por envidia, por hambre, por no soportar el vecino, por codicia, por tierra, por moneda, por poder, por gusto, por amor… ya Agustín de Hipona había sugerido en su momento que el amor justifica el mal y Jesús entredijo que él había venido a traer la guerra, no la paz. Bien señalaba Estanislao Zuleta al respecto “para combatir la guerra con una posibilidad remota, pero real de éxito, es necesario comenzar por reconocer que el conflicto y la hostilidad son fenómenos tan constitutivos del vínculo social, como la independencia misma” (sobre la guerra). La idea de Estanislao no es suprimir el conflicto como esencial del lazo social, sino mejor, suprimir la forma en cómo el conflicto se resuelve con el otro.
Esto nos hace reflexionar sobre aquello de que las sociedades se han evolucionado bajo el amparo del conflicto. Se hace lejana e imposible de concebir esa idea del lazo social sin implicaciones de conflicto, es esencial señalar el famoso adagio popular del sabio Osho cuando afirma en su texto “aquí y ahora” que “la razón de ser del santo es la puta y el sicario”. No se trata entonces de dirimir sobre el antagonismo guerra-paz, sino mejor, de subrayar el carácter de festividad que trae consigo la guerra, como bien lo deja ver Zuleta. Un pueblo sin guerra es un pueblo sin preguntas y sin retos. Un pueblo sin guerra es la De civitate Dei de Agustín, sin intereses éticos y morales, la nueva Jerusalén. Un pueblo sin guerra agoniza de a poco.
De este modo las preguntas que se nos enfrentan son: ¿por qué debemos acabar la guerra e instaurar la paz? ¿Es posible un reino de paz total en este valle terrenal de violencia y decadencia? ¿Se puede controlar el instinto tánatos o de muerte en una sociedad viciada por el crimen? Si bien el conflicto es inherente a la naturaleza humana, existen según nuestro criterio, formas de menguar su naturaleza. Las dos formas más precisas de considerar han de ser entonces: la educación y el arte, en otras palabras, la ciencia y la experiencia estética del mundo.
A propósito de lo anterior y como remembranza es de anotar el estudio psicológico que se realizó en el año 2005 de más de 600 casos específicos de desmovilizados en armas de las autodefensas unidas de Colombia (AUC), los hallazgos encontrados allí fueron notorios y particulares cuando demostraron que más del 70% de los desmovilizados eran analfabetas, por lo cual se pudo arribar a la conclusión de que entre menos acceso se tiene a la educación, más violento es el hombre. Por otro lado, y además de la educación es de tener presente que la experiencia estética posibilita una mirada sensible del mundo, abre horizontes a la hora de comprender la vida, la muerte y la forma en cómo se ha de asumir el presente que ofrece la historia, sobre todo el presente político de un país. La experiencia de la creación artística unida al acceso a la educación permite que se pueda hablar de una pedagogía de la paz.
¿Por dónde ha de ingresar esa pedagogía de la paz a las presentes y futuras sociedades? Pues sencillamente por vía de las practicas pedagógicas dominantes, en los espacios académicos y de arte se ha de promulgar un nuevo lenguaje esta vez abocado y atravesado por la paz. De este modo, nuestras tendencias agresivas y de exterminio del otro de las que se habló al principio, podríamos decir que se pueden transformar en prácticas de paz y en sociedades de paz en la medida en que sean habitadas por la ciencia y el arte, sobre todo, el arte poético.
La poesía y la enseñanza de esta puede traer consigo la posibilidad de habitar desde el logos u la palabra nuevas formas de sentido y de comprensión del mundo, nuevas formas de entendernos y de nombrarnos, nuevas formas de conservar la memoria y la historia, nuevas formas de ser espiritual y político a la vez. La poesía sería la experiencia de libertad y, por ende, el fenómeno más revolucionario en aras de la paz.
El conflicto se solucionará con la educación, el arte y se dirá entonces a través de la poesía, esta es, la paz, la paz poética.
Diego Andrés Martínez Rúa nació en Girardota, Colombia, en 1986. Licenciado en filosofía, magister en filosofía y estudiante de doctorado en filosofía. Docente de literatura y filosofía en el Instituto Jorge Robledo de Medellín. "La poesía llegó para quedarse en mi vida desde mi adolescencia. A través de la escritura experimento la libertad y las otras posibilidades de ser". En su libro Preludios, poemas y presagios, procura explorar la relación del hombre con lo trascendente desde el fenómeno poético y es precisamente este el tema que roba su atención en la poesía, entendida esta como palabra divina.