Poetizar, educar, pacificar
Por: Mónica Lucía Suárez Beltrán
Fuente de amor, fuente de conocimiento; fuente de descubrimiento; fuente de verdad, fuente de consuelo; fuente de esperanza, fuente de sed, fuente de vida. Si alguna vez la Poesía no es eso, no es nada.
(Vicente Aleixandre, 1950)
Paz. Educación. Poesía. Tres conceptos que se convocan como fuentes de una sociedad que les requiere, pero que no pueden quedarse como juicios; es necesario atravesarlos para que la vida se llene de ellos: lo poético, lo formativo, lo pacífico, y reflexionar acerca de las acciones que devienen de sus raíces: poetizar, educar, pacificar.
Lo poético permite que el arte sea un acontecimiento que ocurre en lo cotidiano y que se manifieste en palabras, movimientos, trazos, sonidos o puestas en escena que pueden transformar lectores, transeúntes o espectadores. Pero también formarlos, con posturas críticas y sensibles, frente a la paz.
A menudo se confunde ser pacífico con ser pasivo. Se dice que “ser educado” es estar quieto y permitir que las cosas alrededor sucedan. Ni lo uno, ni lo otro ocurre en la creación artística, particularmente en la escritura poética. No podemos hacer la paz diciendo mil veces en nuestros poemas: paz. La poesía es todo lo contrario a lo pasivo: es revolución interna, descubrimiento, transformación. Y la paz también es acción cuando surge como un proceso que transgrede la normalización de una sociedad violenta.
Así, el espacio formativo para la paz y la poesía, desde esta visión, se plantea como un “lugar” al que nosotros, pretendiendo reconstruir/descifrar la presencia del otro, otorgamos sentido a lo que sucede, como consecuencia de un constante desarrollo enriquecido por la experiencia. Por tanto, en la construcción de paz, no es posible captar significados sin que les ofrezcamos un peculiar sentido que viene de la conciencia, primero desde lo particular y luego desde lo colectivo:
Habitando verdaderamente todo el volumen de su espacio, el hombre de la ensoñación está en su mundo por todas partes, en un dentro que no tiene fuera. La conciencia por sí sola es un acto, un acto humano. Un acto vivo, pleno. (Bachelard, 2001)
La situación del ser humano ante la paz puede fortalecerse desde la poesía, ya que esta es una estructura vital de interrelación, inseparable de la expresividad y la posibilidad de escucha activa. Solamente la audición intencional del que escucha, intentando comprender, puede calar en la esencia del aprendizaje y ahondar en el espíritu y el mundo que le rodea.
“Descubrir es la única manera activa de conocer. Correlativamente hacer descubrir es la única manera activa de enseñar” (Bachelard, 1978, p 42.). Esto debe tenerse en cuenta en el proceso de cualquier aprendizaje en comunidad, y la paz también puede aprenderse de manera activa.
Aprende quien hace preguntas, quien es activo al conocer, quien destruyendo obstáculos construye el conocimiento. Buscamos que la educación se ubique en una pirámide donde la base sea el diálogo: el diálogo como escucha de la palabra del otro, y la reflexión y la crítica acerca de lo que se recibe como conocimiento. Así, el diálogo debe ser el medio continuamente presente en la pedagogía si esta pretende generar un cauce de expresión y elaboración humana de la paz.
Consideramos la poesía como facultad creadora y la creación poética como experiencia. Dicha experiencia es analizada a fondo: todo lo que los seres humanos vivimos, sentimos, pensamos o creamos. Por su parte, la educación y la paz también deben ser una experiencia.
Lo primero que se podría tener en cuenta es la adecuación de un ambiente propicio para la experiencia vital de la creación, vista como producción de ideas innovadoras, en cualquier área del conocimiento. Empezar por liberarse de las prácticas que imponen un conjunto de normas sobre la mejor manera de reaccionar ante lo que sucede y nos incomoda, o la forma más “adecuada” de crear desde unas categorías preestablecidas y ajenas a la experiencia del entorno del tiempo actual. Después, el hecho de poder llevar a la sociedad a un estado de comprensión del sentido de sus emociones e ideas orientará la necesidad de trabajar por la paz. Si en primera instancia lo que enseñamos “significa” algo para quien aprende. ¿Cómo va a crearse la paz si no comprendemos lo que significa?
Entonces, también la creación poética permite expresar y comprender ideas. Ese poder combinador de dicha creación surge cuando se logra convocar adentro de la mente una imagen de manera significativa e inducir sentimientos profundos en su presencia. Así, la función de la imaginación se amplía: nos capacita para ver imágenes o formas individuales que poseen un significado particular y al mismo tiempo logra despertar alguna emoción, que se expresará fácticamente dentro del ámbito educativo y a su vez, en la sociedad.
De esta manera, poetizar, educar y pacificar son acciones vivas que se entretejen para transformar la sociedad. La paz puede nombrarse en el poema, pero no puede quedarse allí. El poema puede enseñarse en el aula, pero no puede quedarse allí. Son experiencias que solamente perduran si tienen sentido para quien las vive. Así, la poesía, la educación y la paz, como experiencias, pueden partir de los lugares cotidianos que recorremos, aquellos que construyen nuestro espacio interior y que luego compartimos con los otros. ¿Dónde se ubica la experiencia en la vida? No tiene un sitio único, es vital. Está. Se siente. Es acción. Escuchamos los instrumentos: la orquesta suena y no le ponemos la palabra música debajo, para saber que lo es. Así es la paz como experiencia en la vida. La sociedad que se sensibiliza a través de lo poético, después de experimentarla, sabrá qué hacer con ella y cómo darle lugar en su entorno, que es el de todos.
Fuentes bibliográficas
Bachelard, G. (1989). La infancia y la pedagogía. México D. F.: Fondo de Cultura Económica.
(2001). La poética de la ensoñación. México D. F.: Fondo de Cultura Económica.
Freire, P. (1985): Pedagogía del oprimido. Montevideo, Tierra Nueva. México, Siglo XXI Editores.
Rosenblatt, L. (1998). La literatura como exploración, México: FDE
Nació en Bogotá, Colombia, en 1975. Profesional en Estudios Literarios y Magíster en Educación, Universidad Nacional de Colombia. Autora de textos literarios como Tenues y tonos, Colorario de ciudad (2008), seleccionado como ganador y publicado por Editorial Anidia, en Salamanca (España). Su libro de poemas Cinco movimientos y medio en el espacio (2017), ha sido reconocido por posibilitar el diálogo con las artes plásticas, la música y la danza, publicó en 2019 Madeja de voces (Nueva Luz 21) y Anatomía de la niebla (Poemas selectos Viernes de Poesía, UNAL) en 2021, y el poemario inédito Hay poemas ciegos como el amor (edición bilingüe que se publicará en 2023).
Ganadora de la convocatoria de poesía “Asómate a la ventana” y del Festival de Literatura de Bogotá. Líder de Poesía expandida Colombia. Escritora invitada a revistas y festivales nacionales e internacionales en Colombia, Ecuador, Cuba, México y Nueva York, con publicación de poemas compilados en varias antologías. Autora de textos académicos reconocidos, investigadora en cultura y, actualmente, consejera Distrital de Cultura en Literatura. Directora de Talleres de escritura creativa en Idartes y escritura testimonial en la Alta Consejería para la paz y reconciliación. Ha desarrollado proyectos reconocidos de Sanación emocional a través de la escritura, como ArteSano y SentipensArte, en colegios, Universidades y comunidades en territorios de Frontera. Hace parte de la coordinación nacional de la Red de poetas con el Pacto histórico y fue coordinadora del Estallido poético nacional.