La poesía como estética de resistencia en tiempos de paz

Por: Duván Carvajal Restrepo
El poema imposible
me desgasta de antemano
deletreo sus sílabas sin saberlo
dispuesto sólo a un aire diáfano
moviéndose en mi boca para nadie.
-Armando Rojas Guardia.
La poesía, como forma de expresión artística, ha sido un vehículo poderoso para transmitir emociones, reflexiones y, sobre todo, para abordar temas complejos como la paz. En Colombia, un país marcado por décadas de conflicto armado, la poesía ha emergido como una herramienta de resistencia, sanación y esperanza. A través de sus versos, los poetas colombianos han logrado capturar el dolor de la guerra, pero también la anhelada búsqueda de la paz. Desde la época de la violencia bipartidista hasta el conflicto con grupos guerrilleros y paramilitares, la historia del país está impregnada de sufrimiento. Sin embargo, en medio de este panorama sombrío, la poesía ha florecido como un lenguaje que se vomita de manera inmediata cuando le incita a definir, porque recuerda aquel juego aplicado a Menón, que si la figura de todas las cosas existe es la única que va unida al color, que si toda figura es la que limita al sólido. En ese momento Menón se pregunta, “¿Cómo va a definir algo que ni siquiera saben qué es?”. Para responder esa pregunta, Sócrates usa el concepto “de alma inmortal” porque el alma que ha viajado sigue siendo el mismo, aunque nuestro cuerpo se renueve en el bosque de todos los días, aunque la ironía poética se aparte de dicho modo, especulando con las ausencias, las ausencias de las cosas que ya no existen y la ausencia de las cosas que aún existen. La poesía va por dentro y nos toca y nos comunica eso que somos. La poesía debe decir desde adentro lo que vemos, lo que palpamos, lo que olemos, lo que sentimos cuando leemos líneas que transfiguran la palabra. La palabra así es alquimia en las manos del poeta, busca en ella la esencia del hombre, las preguntas inconclusas que el ser humano se sigue haciendo. Las respuestas se tejen en una poética que aún debemos descifrar.
Es por ello por lo que se ha trazado como horizonte de una problemática que busca en lo oculto lo existente, busca en ese adentro lo permanente, en lo simbólico la fuerza de la palabra y en lo estético el camino que sigue un poeta para encontrarse consigo mismo y con la paz que advierte el movimiento de la conciencia irónica. Transitamos así por la obra poética, que transita sola como un espejo extraviado en la multitud de la polis. La poesía es un camino y son muchos caminos, el de la guerra cantada en la Ilíada que lleva al poeta al poema, al hombre, al signo y al misterio de una batalla que se libra con la palabra y no con un fúsil, la poesía es mandala y horizonte contenido en la palabra poética, un balbuceo de la polis cuando el espacio puro y perfecto del mundo empezó a sangrar con las bombas y bombardeos en los campos como una historia de amor y otros ensayos de poesía simular. La poesía tiene la
capacidad de humanizar el conflicto. A través de imágenes vívidas y metáforas profundas, los poetas pueden transmitir la experiencia del dolor y la pérdida de una manera que las estadísticas y los informes no pueden. Por ejemplo, en los versos de María Mercedes Carranza se puede sentir la angustia de las familias desplazadas, mientras que Juan Manuel Roca a menudo evoca la belleza de la tierra colombiana, recordándonos lo que está en juego en la lucha por la paz. Además, la poesía también juega un papel crucial en la construcción de la memoria.
En un país donde la verdad ha sido a menudo esquiva, los poetas se convierten en cronistas de la experiencia colectiva. Sus obras preservan las historias de aquellos que han sido silenciados por la violencia, asegurando que no se olviden las lecciones del pasado. Este acto de recordar es fundamental para la reconciliación y la construcción de una paz duradera. La paz en Colombia no es solo la ausencia de la guerra; es un proceso complejo que implica justicia, reparación y el reconocimiento de los derechos de todos los ciudadanos. La poesía, al abordar estos temas, puede inspirar un diálogo más profundo sobre lo que significa vivir en un país en paz. Los poetas invitan a la reflexión y al cuestionamiento, desafiando a la sociedad a imaginar un futuro donde la violencia no sea la norma, utilizando su pluma para explorar heridas abiertas por la guerra e imaginando que escribir es un acto de soledad, en la medida en que su misión es la de ser una suerte de médium entre sus visiones y el común de los mortales.
En los últimos años, con los avances hacia un acuerdo de paz, la poesía ha encontrado un nuevo espacio para florecer. Los versos se han convertido en un símbolo de esperanza, un recordatorio de que, a pesar de las dificultades, es posible soñar con un futuro mejor. La poesía se convierte así en un acto de resistencia, un grito de esperanza que resuena en los corazones de una pléyade de valientes y líricos poetas que advierten una poesía concreta después de todo, porque la poesía es lo más parecido a una autobiografía de la muerte para repetir que se no se puede morir, asintiendo al diario de la muerte, de la misma manera que Enrique Lihn empeñó su suerte y libertad al escribir, Diario de muerte, mientras iban pasando los días y el cáncer lo iba venciendo desde las postrimerías del dolor y la virtualidad creadora de la imaginación.
La poesía todo lo cura, bien sea por la madurez cronológica de la vanguardia, bien debido a la distancia geográfica con respecto a los viejos ismos, bien a causa de la sabiduría que nunca termina y que produce como resultado una rapsodia bufa al estilo dadaísta, sin embargo, tiene el poder del estado dionisíacamente apolíneo, apolíneamente dionisíaco, así lo describía el brillante y oscuramente lúcido, el esquizofrénico quien ofreció su experiencia, su vida, como el redentor para que la humanidad la masticara y se sanara así misma; Antonin Artaud, desde Rodez, en una comunicación a su amigo Robert Beckers dice: Ignoro cual es en este momento su existencia, pero la veo como un insatisfecho que cada día contempla como ejecuta los gestos de vivir, pero que se pregunta por qué lo hace y a qué responde su vida en realidad.
Bogotá, 3 de abril 2025.
Duván Carvajal Restrepo poeta, comunicador social y defensor de derechos humanos, actualmente cursa estudios de doctorado en comunicación e investigación en la Universidad Nacional de La Plata, Argentina. Fundador del Instituto de Investigaciones Surrealistas de Bogotá. Ha publicado dos libros de poesía: Un no tan cierto deseo y En tiempos de penuria, parvos horizontes. Prepara dos libros más de poesía: Bajo el signo de Caín y El armoniquero, con fuerte influencia en la filosofía de la sospecha y el surrealismo. Fue editor de los libros Una guerrilla por dentro. Memorias de resistencia; Adiós a las armas, Ellos también tienen su propia historia, Memorias, anécdotas e irresponsabilidades tácticas en la vida guerrillera, presentados en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, bajo el sello editorial InkSide. Fundador y director de la librería “Los pasajes, libros leídos” en Bogotá.
Ha participado en diferentes eventos literarios En México y Venezuela ha participado en los encuentros binacionales de literatura y poesía, homenaje al Techo de la Ballena, Juan Calzadilla y Ramón Palomares. Invitado y colaborador permanente de la Casa de Poesía Silva de Bogotá.