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Damas y caballeros de la poesía, de Medellín

Por: Alfred A. Yuson

Philipinne Star, julio 30, 2007

Claro, los sabios expertos bromeaban, al enterarse de que yo me dirigía a Medellín: ¿Asistirás a la convención global de los señores de la droga? ¿Conexión con un cartel? ¿Irás directo a cuál baño a tu regreso, para vaciar, “evacuar” empaques plásticos?

Listo expertos, ¿ya terminaron sus bromas? Negar semejante aseveración y decir tímidamente que la beca de viaje patrocinada por la NCCA a tierra latina tenía el único (bueno, principal) propósito de honrar una invitación a leer mis poemas ante el público colombiano, en compañía de otros 75 poetas de 53 países, en 23 idiomas diferentes, sería dar por sentada la burla obvia: Las metáforas sean contigo.

Me gustó lo del Senor Mxyzptlk SMS'd de Dumas Goethe: Vaya con Dios, ¡indio bravo! Necesitaba un impulso de despedida, antes de embarcarme en un total de 24 horas de vuelo, partidas ​​en cuatro escalas. Incluyendo esperas aeroportuarias, tomaría dos días y medio ir de Manila a Medellín.

En la escala de un día y una noche en Nueva York y Nueva Jersey, por alguna razón mi teléfono no podía responder ni mensajes ni llamadas de voz. Por lo tanto, el último texto del Dr. Sawi se quedó sin respuesta. Mensaje enviando, fallido. Una y otra vez. Incluso durante la parada del aeropuerto de Miami. Oh bien.

Finalmente en Medellín en la noche del viernes 13, no me sorprende que la inteligente tarjeta SIM resultara totalmente inútil. Oh bien. Incomunicado por defecto. Al menos hasta registrarme en el Gran Hotel, ya que pequeños cubículos en la planta baja y en el segundo piso del comedor, ofrecían WiFi. No tuve tal suerte en la habitación del quinto piso o en el balcón, aunque algunas noches me pareció que podía filtrarse el WiFi desde un edificio cercano. Conexión débil. Internet lento. Pero mejor que nada.

Nada más qué hacer, es decir, sino leer y recitar el verso para los amantes de la poesía tremendamente agradecidos de Medellín, en diversos escenarios de la ciudad. El Gran Hotel fue el anfitrión oficial y sede administrativa del XVII Festival Internacional de Poesía de Medellín, del 14 al 22 de julio. Después de una estancia de dos noches en Pereira, 35 minutos por aire- donde las audiencias eran igual de impresionantes y robustas en aclamaciones - estaba de vuelta en Medellín (Mede-jin, como dicen sus habitantes) para cuatro días consecutivos de lecturas, en pequeños grupos, excepto en el acto de clausura.

Entonces pude recitar el discurso cuidadosamente memorizado con un nivel de fluidez. "Buenas tardes (o noches). Muchas gracias a todos ustedes por esta oportunidad. Estoy muy feliz de estar aquí en Medellín. Yo soy filipino, hablo español un poquito no más. Perdón, mis hermanas y hermanos. Pero ¡viva Manila, viva Medellín! ¡Viva Filipinas! ¡Viva Colombia!” (Umaatikabong palakpakan!)

En el Instituto de Bellas Artes, el auditorio llamado Sala Beethoven estaba repleto, en su capacidad de 800 asientos. En aquella lectura fui programado con Oscar González de Colombia, Antonio Armenteros de Cuba, y Liv Lundberg de Noruega. A la señora Lundberg y a mí nos asignaron nuestros intérpretes habituales en español, quienes leían después cada poema.

Mis poemas selectos, dado que estos eran los cuatro poemas que habían sido traducidos al español, eran: “Andy Warhol le habla a sus dos criadas filipinas”; “Mejilla de Mirava”; “Vértigo de la dicha (para Aliocha y Alaric)”; y el último, un poema originalmente en tagalo o filipino, que como mi intérprete Lola lo explicó, me había pedido a mí mismo traducir al inglés, para ser traducido al español.

Estas son las primeras líneas de “Kabalbalan”: “Sa kabilugan ng buwan; / kalibugan .// Sa tag-init en la etiqueta-araw, / Balaraw .// Baliw lamang o buwang / ang di titingala en kikilala / sa pagpunyagi ng panahon / sa langit man o lupa // ... “("Nonsense": "In moon's fullness, /libidinous.//In summer heat,/ dagger dangerous.// Only the lunatic or madman/ would not look up and recognize/ seasonal celebration/ in sky or earth.//...")

En Español: “Disparates”: “En la plenitud de la luna, /libidinoso.// En el calor del verano, /Peligroso como una daga.//Sólo el lunático o el loco / no miraría hacia arriba para reconocer /la celebración estacional /en el cielo o en la tierra.//...”

La lectura del día siguiente fue en la biblioteca de la escuela pública del Barrio Santa Cruz, con un tercio de la audiencia, unos 150, compuesta por escolares, todos realmente sentados con la espalda recta y embelesados con un sentido de la maravilla. A los niños más grandes obviamente les habían pedido que tomaran algunas notas incluso. Se dio ocasión para una adición al discurso preliminar.

“En Manila, la ciudad capital de mi país, hay un distrito que se llama Santa Cruz. Y yo nací en la Calle Misericordia del Distrito Santa Cruz”. ¡Ah! sonrisas por todas partes y un cálido estallido de aplausos.

Justo después de la lectura (junto con Giovanni Gómez de Colombia, Miriam Van Hee de Bélgica, y Jessie Kleemann de la Nación Inuit Kalaallit de Groenlandia), los profesores que habían comprado la antología del festival con poemas de los participantes, inundaron nuestra mesa en busca de autógrafos. Los niños no se quedaban atrás, empujando hojas de cuaderno bajo nuestras narices por mucho de lo mismo, cada uno ofreciendo su nombre (Edison, Carolina, Viviana -dijo con B-, José Luis, Jefferson...) para la simple dedicación que comenzaba “Para...”

En el penúltimo día, el sábado 21 de julio, hubo un grupo de cuatro personas con Tatiana Oroño de Uruguay, Abdullah Bashrahil de Arabia Saudita, Víctor Hernández Cruz de Puerto Rico y mi persona, quienes fuimos transportados a la Estación Estadio del Metro de Medellín. El improvisado escenario se estableció en las afueras de la elevada estación pública del tren, donde los pasos conducían a las registradoras; la disposición de asientos era para unos 300 oyentes, muchos procedentes de la estación o de la calle, atraídos por las banderas del Festival y una mesa repleta con la Revista Prometeo Números 77-78, la antología especial del festival dispuesta a la venta.

Como en otras lecturas, la actividad de más de una hora fue enteramente registrada por un par de cámaras de vídeo - una conducida incluso por un joven compañero emprendedor que hacía tomas desde una patineta.

Y como en todas las otras lecturas, los poetas se sentían como caballeros del día, atrayendo multitudes, sintiendo aprecio genuino tras los aplausos más que respetuosos, y sintiendo la admiración de cerca cada vez que terminaba un evento por la forma en que decenas de asistentes trepaban al escenario por autógrafos, o para ofrecer palabras de agradecimiento.

En Pereira y en Medellín, invariablemente tres o cuatro personas venían a mí en la calle, a la cual había bajado a fumar, para darme la mano, darme palmaditas en el hombro, o increíblemente para intercambiar besos y ofrecer un cálido abrazo - por este o aquel poema del cual recordaban el título y unos cuantos versos.

De hecho la tercera ciudad de Colombia más grande después de Bogotá y Cali -y la cual, como es de conocimiento común, había sido prácticamente urbanizada por el famoso jefe de la droga, Escobar-, creía en el poder de la poesía.

Era una alternativa y un antídoto contra el caos en las calles, o los excesos de los paramilitares. Era el camino de la paz y de la fraternidad y el encanto, nos decían reiteradamente. Los colombianos amaban la poesía. Era una forma de vida, o una forma de salir de la vida ordinaria, para la mayoría de los amantes de la literatura, que abundaban entre la población.

Los habitantes de Medellín en particular estaban orgullosos del logro del señor Fernando Rendón en establecer al festival internacional como el más grande y de mayor prestigio en América Latina. Y estaban orgullosos del Premio Nobel Alternativo que el festival y la ciudad recibieron en 2006.

El último día, todos los poetas participantes volvieron en marcha hacia el Teatro al aire libre Carlos Vieco, el anfiteatro rodeado de colinas onduladas y un parque forestal. Aquí fue donde todo comenzó nueve días atrás, ante una audiencia de 6.000. Para este programa de cierre, cada uno de nosotros leía un poema breve. Pero aun así todo duró seis horas. Por la cuarta hora, a las 8 p.m., comenzó una llovizna. Nadie se iba. Paraguas y capas plásticas brotaron por todas las gradas de concreto hasta arriba. El público simplemente se apiñó.

Finalmente se tornó una plena lluvia crecida, luego, un torrente. Era de noche y ésta se había vuelto fría. A las 21:00, un par de cientos aún permanecían acurrucados frente al estadio techado, tiritando bajo el aguacero, pero desafiando lo obvio, saludando salvajemente a cada poeta con aplausos y aclamaciones después de cada poema. Otros trescientos se habían unido a nosotros en el escenario, de pie detrás de las filas de sillas que crujían gradualmente fueron movidas hasta llegar a los bordes del escenario, para acomodar a todo aquel que deseara un poco de refugio.

Leí una traducción reciente- solicitada al intérprete Diego Suárez Vivas en Pereira, sólo para que yo pudiera hacer algo distinto a los cuatro poemas estándar - el “Circuito de Poesía Mundial,” un poema distintivo que meta-ficticiamente detalla lo que se cuece en tales festivales, en 25 declaraciones narrativas. Esta vez lo leí yo mismo en español.

“1. Los poetas llegan y saludan con la mano. 2. Los poetas reciben sus cupones para el desayuno.... 5. Los poetas acuden a una recepción en el jardín. 6. Los poetas hacen fila para saludar al príncipe. 7. Los poetas son llevados a un centro vacacional con playa. 8. Los poetas se estancan entre el tráfico.... 11. Los poetas se escapan de sus anfitriones. 12. Los poetas son recuperados.... 15. Los poetas se pelean entre ellos. 16. Los poetas pichan entre ellos. 17. Los poetas llegan otra vez tarde a la cena.... 23. Los poetas dejan sus cuentas de hotel. 24. Los poetas se van a otros países. 25. Los poetas recuerdan y se sonríen a sí mismos."

Por supuesto la Línea # 16 provocó carcajadas, como era de esperarse. Porque en Colombia, la palabra “F” se convierte en la palabra “P”. Y al final del poema, la audiencia, que se había unido a nosotros en el escenario, estaba ofreciendo versos similares como extensiones.

Esto continuó a través de la cena final y la fiesta hasta la madrugada del lunes, 23 de julio, día de salida para la mayoría de nosotros. Para los jóvenes del equipo del festival, la fiesta duró toda la noche hasta el amanecer, cuando algunos de nosotros teníamos que ser transportados al aeropuerto.

Qué lástima que sólo hasta aquella cena tardía, intercalada con el baile ante una banda de salsa, hice amistad con Joy Harjo, poeta nativa americana, atractiva estrella especialmente en términos de publicación de libros de éxito y reconocidos por la crítica. Ella divide su tiempo entre Nuevo México y Honolulu, dijo. Y estuvo trabajando en CD’s de música que incorporaron su poesía.

Nos encontraríamos nosotros mismos haciendo cola en el mostrador del aeropuerto de Medellín, para el primero de nueve pasos que ella documentó (y envió por correo electrónico horas más tarde) antes que nadie pudiera abordar un avión. Al final resultó que estábamos en el mismo vuelo hacia Miami, así que tuvimos que someternos a los mismos extensos controles de equipaje y requisas una y otra vez.

Parecía que no quisieran que nos fuéramos de Colombia. Los mandamases de la seguridad no tenían que haberse molestado. Nosotros no estábamos llevando ninguna droga con nosotros.

Más bien tuvimos que conservar ese viaje natural, de cómo nuestra poesía había sido recibida por los colombianos. ¿Por qué en cambio habíamos dejado nuestra poesía?

Afuera en las calles, estoy seguro, algún muchacho está recitando un verso de "Vértigo de la dicha". Y algún ebrio bufón añade todavía versos nuevos a "Circuito..."

Sí, el circuito y el circo perdurarán, pasarán a otra ciudad en otros abalorios del tiempo. Y la letanía del amor, la paz y la hermandad, seguirá despertando emociones y recuerdos, y así prevalecerá.

Última actualización: 31/08/2023