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Marosa di Giorgio (Uruguay)

Por: Marosa di Giorgio

 

1

Sea donde sea, sé que me estás esperando, allá en lo hondo de la casa de las quintas, con sus cordeles de sol y luna, su pobre y extraña maravilla.

 

2

Mientras hablas un búho se remueve y crece. Sale un tronco en varias facetas. Hojas verdes, duras, y una flor de nieve que es al tiempo mismo de color de rosa, y como siempre lleva tu marca: Clementina. Médici.
Porque la hiciste tú, tú la hiciste! ¡Eres tú quien hace las flores! Con tu cuchillo de cocina, plateado y fino. Tu tijera negra. Laboras en lo hondo de la tierra. Y en la luz haces aparecer los lirios.

 

3

Jugábamos al anochecer entre el rosal, las arboledas, y el saúco.
Yo encendía el candelabro que tú apagabas tantas veces.
Y venían los dioses a jugar también. Tenían pieles de plata y oro y no dejaban huellas. Y eran manos sus pies.
No nos veían. ¿Cómo era posible, siendo dioses, que no nos viesen?
Y tú estabas hecha con todas las flores como Blodeuwedd. Entonces lo dije y lo digo ahora.
Venían niñas pequeñas de las lejanías, blancas, rosadas, y de color oro; sus caras aún no del todo hechas, a mirarte con labios abiertos.

¿Qué flores eran ésas suyas?
Puedo nombrar ochenta.
Y hay una que no cuento.

 

8

 

Íbamos de la mano al través de las habitaciones desconocidas, pero sin embargo, nos hallamos muebles que habían sido nuestros. Y así
teníamos angustias, desazones. Yo me detuve y saqué de una cómoda un traje y me lo probé.
Dije: -Sí, es éste.
Pero lo volví a dejar a tu solo gesto. Y luego íbamos por jardines y bosquecillos, y luego íbamos por más prados y bosquecillos, y se encendían unas casas grandes y rosadas, cuyo brillo era desmesurado, como si estuvieran cerca y las pudiéramos tocar y estuvieran recién pintadas. Y tú quisiste contarlas.
Y yo dije: -Déjales. Si cada vez son más. Mira cómo brotan entre las arboledas. Próximas y lejanas.
Y siguieron más prados y otros bosques. Hasta que vi pasar una oca, corriendo pero casi en vuelo. Y con unos cuantos junquillos en el pico. Dije: ¡Mira! ¡Vamos a correr al lado de la oca! No contestaste. Entonces, me detuve, y me volví y me quedé helada. Pues me di cuenta de que no estabas, y nunca habías venido.

14

Cuando te veo, veo dorados racimos de uvas en la interminable tarde de los chacras. Mis sueños pesaban ya en mi frente tal guía de palomas. (Aunque no lo advirtiese y algunos lo fichaban.) El alambre del porvenir, tenso, convocó a todos los pájaros. Venías desde las vides como una emperatriz de mármol trayendo fresas. Y no. Nunca trajiste nada de las huertas. Tal vez comías con un gesto apasionado y fino como en un orgasmo. Pero no te veíamos. Sólo aquél exquisito, invisible y maravilloso tinte de desprecio. Yo te busco en las tacitas y el jarrón. Ese jarrón en un liviano celeste puro hueso. Pero ahí no estás; fantomas inocente y madre desaparecida y brezal de la princesa. Yo me aferraba a tus rodillas, a tu cintura sacra, de donde me desprendí un día para quedar entre tus manos blancas. Y ahora ¿qué? Vuelve y vamos juntas por la noche oscura por la luz del alba. Dirán: Ahí va una hija con su madre y una madre con su hija, hacia el nunca más. Hacia

 


Marosa di Giorgio, escribió los siguientes libros: Poemas, Humo, Druida, Historial de las violetas, Magnolia, La guerra de los huertos, Está en llamas el jardín natal, Clavel y Tenebrario, La liebre de marzo, Mesa de esmeralda, La Falena, Membrillo de Lusana. Alrededor de 1990, estos libros fueron reeditados en Montevideo, Editorial Arca, bajo el título general de Papeles Salvajes. También su obra ha sido editada en Venezuela, México y Argentina. Su recital Diadema, que incluye poemas seleccionados de todos sus libros, lo ha realizado en Israel, Europa, Estados Unidos y algunos países suramericanos. Ha publicado también los libros de relatos eróticos: Misales y Camino de las pedrerías. Su voz es una de las más singulares de Latinoamérica. Según Graciela Maturo, «Marosa recrea las percepciones de la piel y del gusto, los colores y olores del entorno natural doméstico, pero también las presencias sutiles que pueblan su cotidianidad. En sus poemas los objetos irradian una luz inquietante; los animales y las plantas son sujetos activos visitados por ángeles y duendes».

Última actualización: 12/11/2021