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Alberto Vélez (Colombia)

Por: Alberto Vélez

 

Tu boca arrecia y tu lengua es
diamante fino y negro en mi garganta.
El sol devora el pecho, ablanda
la sangre, agota la visión del olvidado.
Pero tú secas el diluvio con tu boca,
oh Axaixa. Tú haces que mi pecho
florezca, que mi sexo se convierta en
torre almendrada, en vara de premios,
en látigo y verdugo. Tu cuerpo
se extiende como un monte, como un
lago feliz para mi cuerpo. Sólo yo
recorro tus caminos, caigo en
tus pozos, navego tus abismos.
Sólo yo me hundo en tus ríos
de ágata y ceniza. Tus senos
como armas me reciben, se alojan
en mi boca y en mis manos hiriéndome
de vida: pezones y cielo son la
misma cosa; pechos y paraíso. Nadie
me expulsa de ese Edén; ningún
ángel me acecha o me amenaza.
Ardes, y preparas mi cuerpo
para ser contigo llama. Agota tus
manos en mi espalda, en mis nalgas
ansiosas, en mi pecho que tiembla
y gime y lucha; me asedias el
sexo por sed y por diluvio;
me sitias la piel, todo soy
tuyo oh Axaixa, oh Amada, oh
carne para el goce, espíritu para
carne para espíritu.

Soy ahora tu altar. Dispones de mí
como de un barco. Preparas mis
sentidos y mi sangre.

Yo miro tu cuerpo que
redondea sus formas, que florece
en la luz y la penumbra.

Me provocas la sed y yo
la sacio acercando mi boca a
tu lago de sal, a la compuerta
que guarda tus secretos.
Me provocas el miedo y yo lo
calmo mordiéndote la espalda, azotando
tus nalgas y tu rostro. Me declaras
la guerra y yo la tomo, recibo
la guerra y te lanceo
y atravieso tu pueblo con mi flecha
y morimos los dos del mismo abismo.
Oh Axaixa, puta mía, mi sonrisa.

Última actualización: 26/03/2021