Alicia Torres (Venezuela)
Por: Alicia Torres
El ángel se contempla a sí mismo
Los hombres tienen
un apetito voraz por las alturas.
Cierran los ojos y sueñan
otra delicia y otra tierra menos seca,
pero nada saben en el esplendor de su inocencia.
El cielo es eternamente azul y somos bellos.
Más quién desde aquí podría decir
yo amo, yo tengo,
la fruta está madura, es para hoy?
Aquí estamos todos
para siempre a la vuelta del deseo.
Alas para volar a dónde?
No somos de nadie,
a nadie esperamos.
Ostentamos como un lujo
la media sonrisa de otra muerte.
Simplicidad
Una pared blanca.
Sol y plantas creciendo
en un silencio de entrega perfecta.
Una claridad mediterránea
donde algo como polvo
flota ingrávido en la luz
a la vez inexpresable y banal de la mañana.
Esto que apenas soy
si me busco con sencillez
en la limpieza del instante.
Ascesis por la gracia
El tiempo está alto y yo me miro
vivir como quien ve por vez primera
un paisaje alguna noche ya soñado.
El tiempo está alto y yo me muevo
presa del aliento sorprendido
del que ensaya no tener
mas ser tenido,
mío el pie que avanza
mas no el paso,
mía la mano que acaricia
mas no el gesto,
mío el corazón
más no el latido.
Misterioso destino de mis huesos
conocedores de la andanza, no el camino.
Entregados al amor
mas no al amado.
Mujeres de Atenas
Nosotras, en tiempos de guerra,
somas unas combatientes admirables,
aunque nuestros heroísmos estén hechos
a la medida de un libro que nunca se escribió.
A veces entregamos nuestras joyas
a una causa que o entendemos del todo
pero que íntimamente detestamos,
y luego cuidamos, como siempre, de la casa
con una expresión ambigua en las mañanas,
que no es de miedo, pues o somos temerosas
aunque la visión de muelles y aeropuertos
nos estremezca hasta la nausea
y nos persiga en el sueño.
Es verdad que hilamos más que de costumbre
pero es que estas telas recias nunca alcanzan
para la vastedad de nuestros lechos.
Casi todas tenemos la tendencia
a coleccionar las cosa más triviales
como caracoles y vidrios coloreados,
y también todas pasamos muchas horas
inmóviles frente a los espejos
como tratando de develar algún misterio
pero está visto que nunca es suficiente.
Sólo nosotras sabemos
cuánta amargura esconden unas manos quietas,
cuánto oscuro deseo anida en lo sereno,
cuánta violencia late en le sumisión.
Nadie nos llama por las tardes
y cuando rezamos
a la sombra del altar del sacrificio
pedimos de rodilla cosas
que pertenecen a otra tierra
y a otro cielo,
a otro modo de estar en esta piel.
Nunca hablamos con las otras del futuro
-ese terreno fatal de la esperanza-
pero frecuentamos secretamente los oráculos,
con sus vísceras sagradas,
sus hojas de eucalipto y sus sibilas,
e indagamos afanosas en el aire
cualquier signo que confirme
nuestra más íntima sospecha.
Jamás nos confesamos impotentes
pues nuestra fuerza reside en el silencio,
mas al quedarnos solas
a la orilla de la noche interminable
rogamos a los dioses una tregua
o un cambio sutil para la historia.
Como Perceval
(Chrétien de Troyes)
Una gota de sangre en la nieve
es la imagen que amo
por sobre todas las otras.
Yo me desnudo allí,
me invento,
ignorando con elegancia fingida
todo lo que no es esa violencia.
Como la sonrisa cruel e innecesaria
que se le brinda a un adversario derrotado
o como cuando vienes con la boca
todavía húmeda
y yo te miro pasar con desapego.
La gota de sangre en la nieve
es como lo que espero
acodada en la lividez de este silencio.
Antes de la consumación
Es inquietante esta violencia.
No digo de los nervios.
No digo del deseo
o de la lengua.
Digo una violencia
de bienvenida
a una abundancia que anida en cúmulos
azules y grises más allá del horizonte.
El amor o la muerte truenan
en la bóveda del mundo
y mi piel, salada de tiempo,
se estremece como el flanco de una yegua.
Fuera de mi línea de visión
hay un destino eléctrico.
Respiro y respiro:
un animal esperando el diluvio.
de Consideraciones de la rosa, 2000
Alicia Torres (Caracas, 1960). es poeta, psicoterapeuta de orientación Jungiana. Es licenciada en Letras. Colaboradora habitual de la revista Imagen" y del Diario de Caracas. Editora de la revista de poesía Aljamía. Publicó; el libro Fatal en 1988, Premio Fundarte de Poesía; Consideración de La Rosa, Pequeña Venecia, 2000.