Ana Istarú (Costa Rica)
Por: Ana Istarú
Hoy no he leído un libro con asombro
Hoy no he leído un libro con asombro.
Al despertar
quise tocar un lienzo:
se hizo a la mar.
Quise tomar mi té:
el cuenco tornó a fuente.
Yo vi los numerosos
gramos de agua.
Quise prender la puerta:
se puso a arder.
Yo estuve absorta.
El pan se me escurrió
como un clavel de arena.
Debo decir: Hoy no he leído un libro con asombro.
Al despertar,
convengo:
alguien posó sus alas contra el muro.
Debo pensar
¿un hombre me habitó?
Bajó del mes de junio.
Ahora lo sé:
Hoy no he leído un libro.
Alguien está escribiendo
la historia que esperaba.
¿Es un alfil de plata?
¿Un hombre que se aleja de París?
¿Son este par de manos
con su cuello?
¿Un cuello que me pone de rodillas
y así de boquiabierta?
Yo vi su cisne.
Ahora recuerdo.
Me está esperando
al otro lado de morir.
Yo soy la pitonisa:
estoy leyendo
las letras de mi mano con asombro.
Hace diez años
bajó el mes de junio
y ya no se me quita.
Ese hombre me está gritando como un griego.
Me dice que se queda.
Quiere un tazón de leche, hacerme un hijo.
Tengo una hija: ahora recuerdo.
Bajó del mes de abril
e hizo temblar la tierra.
Yo soy la pitonisa,
estoy leyendo
las letras de mi mano con asombro.
Hace diez años
bajó del mes de junio
y escribe desde entonces
la historia que esperaba,
me dice que se queda,
quiere un tazón, un hijo,
mi mano con asombro,
una hija pitonisa,
hace temblar la tierra,
la historia que esperaba.
Y ya no se me quita.
CUAL RED QUE ME RETENGA
Cual red que me retenga,
dónde un mástil como a Ulises,
dónde un muro de algas pérfidas
que me corte este vuelo,
que me imprima en la lengua
otra sed que no sea
esta sed de tomarte
con huracanes ciegos.
No hay cuerda que me toque,
no hay turbios arrecifes.
Soy un rayo perfecto.
Ardo en un girasol
delirante de celo.
La sangre se me escapa,
tornado adolescente.
Una orquídea de oro
te he de poner por sexo.
No hay ríos maniatados,
no hay sal, no hay torcedura
que me lacere el paso.
Voy a beber el mar
que guardas retenido,
a arrancarte la copa,
el algodón de nieve,
de la leche los lares,
lentos linos, luceros.
Cubro tu cielo tu espalda.
Tú entre mi espalda y el cielo.
ÁBRETE SEXO
Ábrete sexo
como una flor que accede,
descorre las aldabas de tu ermita,
deja escapar
al nadador transido,
desiste, no retengas
sus frágiles cabriolas,
ábrete con arrojo,
como un balcón que emerge
y ostenta sobre el aire sus geranios.
Desenfunda,
oh poza de penumbra, tu misterio.
No detengas su viaje al navegante.
No importa que su adiós
te hiera como cierzo,
como rayo de hielo que en la pelvis
aloja sus astillas.
Ábrete sexo,
hazte cascada,
olvida tu tristeza.
Deja partir al niño
que vive en tu entresueño.
Abre gallardamente
tus cálidas compuertas
a este copo de mieles,
a este animal que tiembla
como un jirón de viento,
a este fruto rugoso
que va a hundirse en la luz con arrebato,
a buscar como un ciervo con los ojos cerrados
los pezones del aire, los dos senos del día.
EL HAMBRE OCURRE
el hambre
su alquimia pertinaz
transmutación violenta
en la costilla
tener un hombre vivo entre los dedos
tirárselo a la muerte
el hambre es una muerte
que se hace la olvidada
se demora
finge buscar su cita en la libreta
pero al final te toca
y es una brea
inarrancable
no deja cicatriz
o sustrae al más pequeño de la casa
lo convida
al baile helado
el hambre ocurre
esto lo escribo en Costa Rica
estamos en setiembre ochenta y cinco
pero resulta
la muerte aquí es católica apostólica
el sueño en que moramos no resiste
este grillete
así nadie comenta
el hambre queda en rasgo de mal gusto
la paz
aquí la paz se nutre con la sangre
MI ÚNICO PÁJARO
Hoy llevo puesto
mi vestido tierno.
Y la casa está dorada
como un jarro de miel.
Hoy,
cuando el cielo ascendía de nuevo
sobre mi árbol
he arrancado de un soplo
el único pájaro que tenía.
Cuando se alejaba,
parecía que el alma se me llenaba de plumas.
Y un solo pájaro atravesó la mañana.
Debe de estar desangrándose
en el tejado oscuro de tu casa.
Esta mañana el único pájaro
que me quedaba
se ha roto hasta apagarse,
aurora que se desgarra.
Esta mañana,
cuando el sol
sembraba de margaritas
todos los rincones.
—Tu puerta estaba cerrada—
Ana Istarú. Poeta y actriz de teatro. Obra: "Palabra nueva" (1975), "Poemas para un día cualquiera" (1976), "Poemas abiertos y otros amaneceres" (1980), "La estación de Fiebre" (1983), "Poemas" (1987), "La muerte y otros efímeros agravios" (1989) y la antología "La estación de fiebre y otros amaneceres" (1991).