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Angela María Dávila (Puerto Rico)

Fotografía tomada de San Juan Poetry

Por: Angelamaría Dávila

A punto de ser domesticada

A punto de ser domesticada chisporroteando debajo de las ollas o esperando encima de la mesa transcurre inadvertida. al claro del día justo al pie de la noche lava lagañas, dirige los aseos, peina de prisa y besa despidiendo. colada en el café se escurre por el aire mientras resbala imperceptible mojando las paredes. mezcla, combina los sabores milenarios los ordena moviendo. volteando prueba una y otra vez el alimento que bulle en su caldero infinito. luego lava y limpia por las esquinas conjurando los mundos invisibles. clandestina, baja al patio oreando voces y añilosa; sacude, pincha y tiende al sol gigantescos papeles blanco cloro. sube se baña canta. más tarde tiende las camas instalándose ineludible, nocturna por fuerza compite con la noche se desnuda tentando entre la oscuridad y el placer. subrepticia y solapada avanza y vence.

siempre subversiva. aquí (así) sobrevive la poesía.

 

Ante tanta visión

ante tanta visión de historia y prehistoria,
de mitos,
de verdades a medias —o a cuartas—
ante tanto soñarme, me vi,
la luz de dos palabras me descolgó la sombra;
animal triste.
soy un animal triste parado y caminando
sobre un globo de tierra.
lo de animal lo digo con ternura,
y lo de triste lo digo con tristeza,
como debe de ser,
como siempre le enseñan a uno el color gris.
un animal que habla
para decirle a otro parecido su esperanza.
un mamífero triste con dos manos
metida en una cueva pensando en que amanezca.
con una infancia torpe y oprimida por cosas tan ajenas.
un pequeño animal sobre una bola hermosa,
un animal adulto,
hembra con cría,
que sabe hablar a veces
y que quisiera ser
un mejor animal.
animal colectivo
que agarra de los otros la tristeza como un pan repartido,
que aprende a reír sólo si otro ríe
—para ver cómo es—
y que sabe decir:
soy un animal triste, esperanzado,
vivo, me reproduzco, sobre un globo de tierra


Quise sembrarme todas mis venas

quise sembrarme todas mis venas
en la frente
y ensurcarlas feroces en todos mis latidos
quise ser yo en mi sueño,
quise ser yo en mi viento,
quise volcarme toda en un torrente.
quise fugarme inmensa de fugas escapantes,
quise nacerme nuevos conciertos
y agrandarme
y me brotaron toscos, violentos,
rudos y amontonándose.
así estoy, espantada en mi siglo y mi vena,
conciertos a montones y amontonadamente,
ciudades como muertas de ruinas inconclusas
y la muerte acechándome.
agitada en lo intacto, convulsa
con mis piedras,
recostada de insomne y ojera en mi sonrisa,
recostada en la risa,
aferrada,
abismada en el borde de tantas carcajadas.
así,
con mi destino fijo, convulso
y arteriado.
arteriado de sangre verde
y a borbotones,
con mis dolores rojos
y mis dolores agrios.
me llama a voz y a eco
la voz de tantos pinos.
me llaman alaridos, gritos
de flamboyanes:
el mar me tira ronco
de mis manos y brazos doloridos.
me llaman con voz vieja
voces de adentro, ancianas
de mis sueños inútiles.
aquí, frente al abismo
de siglos putrefactos,
frente a mis hondonadas.
aquí, frente a los llantos
de manos que se agitan.
frente a mí, con mi risa,
frente a mí con mis riscos
y mis llanos.
abriéndome a empujones senderos y caminos
por todas mis arterias.

 

Déjenme sola con mis cosas

déjenme sola con mis cosas.
déjenme sola en el baño con mis pestes
mis escreciones, mis intimidades. déjenme.
sola en mi cuarto al desvelo
alucinada y llena de llagas, o
ardorosa y aullando.
dejen que llore cuan-do-me-dé-la-gana
mientras friego o desconjelo el fríser,
que rabie
probando las habichuelas
que voltee desesperada el arroz.
–excúsenme el beso por un tiempo–
DÉJENME YA
impúdica y maldita; en viaje
a salvarme o joderme; acosada,
sitiada por el cerco de marcas de carimbo en el pellejo.
déjenme por la calle pensando en lo que se me antoje
dándole mordiscazos al aire. no me sujeten, ahora
voy a cojer el monte.
quiero escupir encima del pasto más tierno,
espantar mariposas amarillas y abofetear margaritas
chascar retoyos. descoyuntar capullos.
traigo conmigo mi espátula de hueso
para vomitar quebrada sobre los chinos y el agua.
no me saluden, déjenme así: apestada
espinada con la rosa, hincada.
en esta piel de lama hedionda.
no me hablen, no me miren; por lo menos no grito.
déjenme sola, coño
déjenme con mis pestes
DÉJENME QUE ME JODA
–que esto pasa–


Angelamaría Dávila (n. Humacao, 21 de febrero de 1944 - f. Río Grande, 8 de julio de 2003), fue una poeta, compositora y cantante puertorriqueña considerada por muchos como la más destacada poeta de la Generación del 60, y del colectivo literario Guajana. Obra: Homenaje al ombligo (1966) y Animal fiero y tierno (1977, 1981, 1990). En el año 2006, el Instituto de Cultura Puertorriqueña publicó póstumamente su último poemario, La querencia.

Última actualización: 27/05/2023