Felipe García (Colombia)
Por: Felipe García
El ciego sabe del cielo
por sus manos
Las calles
que me pierden son de su memoria
frescas tardes
de palabras compartidas
pasos ciertos como de aves
Quiero sus manos
Quiero leer en mis manos el color vencido
que su voz nombra
MI CASA, como el desierto, no tiene techo ni puerta, sólo boca.
Mi casa, como la piedra, no posee vigas ni cimientos, sólo una mano empuñada la sostiene.Esta casa la he construido quitando ladrillos y entregando mis huesos al vacío que resta.
La casa es oscura como mi voz en sus corredores.
Vivo en la casa que camino. La que acecho y me persigue como el gusano tras la carne enferma.
A cada grito se levanta; con cada silencio la destruyo.
De: Vida de nadie, 1999
Piedra vacía
1.
Piedra,
sé un pensamiento mío.
La fijeza de mi mudez latente,
no la sombra de mi cuerpo, su herida.
Yo tu posesión, mi huésped
en la voz; la habitación vacía de cada hueso.
2.
Colmada miseria
y perpetua errancia de la quietud.
Piedra
¿Dicha vencida o mudez cantada?
En el puño cierto del llanto
cuánto hay de ti, siempre conmigo.
3.
Sordo cielo mío de cada grito
pueblas la oscuridad de mi infancia.
El silencio en la voz te toca,
la nada te alegra,
la soledad te encierra.
Vigilia oculta y serena de cada muerte.
4.
Piedra,
sé la fuga de mi caída.
De: Piedra vacía, 2001
En casa del fotógrafo
a Socorro Quintero Dorado
Luego de cruzar el parque he llegado al zaguán del sueño, donde una limpia mañana de enero nos fuera tomada la foto que mi madre resguarda del viento.
Llevo tres años de correr el pueblo y me he puesto un pantalón a cuadros, calzonarias y botas vaqueras de hule roto.
Miro de sesgo, con recelo quizás, hacia el lado más lejano del aire blanco, y a oscuras ya de ese instante junto a la ventana.
Mi hermana de escasos meses, sonríe tanto, que el negro de sus ojos brilla aún en mitad del papel ajado.
Repaso tal hondura.
Porque sin nubes llegó el sol en cenizas a los párpados para oscurecer el aire, mas los pájaros cantaban y eran del cielo lo mirado.
Mariposa del día, menuda luz es la lluvia de un feroz amanecer en las manos.
La flor breve de la inmensidad pasa cerrando mis ojos, como el latido constelado del rayo.
De: Terral, 2013
De noche (1)
Corres, viento blanco, escapado del hueso huido.
En todo late la huella sin piel del aire.
Tu luz das al cuerpo desnudo.
Y donde abreva el costado a oscuras de los días, tu mirada, sin pausa, surca la tierra.
La ceniza siempre será nuestra:
De: Animal de ayer, 2018
De noche (2)
Cuenta estrellas el latido, reúne pasos del eco.
La dicha indeleble despierta de la lluvia cautiva.
Cada sombra interroga el horizonte.
La esperanza entrega al viento sus espinas:
De: Animal de ayer, 2018
De noche (4)
Los pasos por la sombra cercan el corazón del secreto.
Sin oraciones el clavo palpita sostenido al madero.
Cuando el amor invoca los sueños, de un cuerpo desnudo germina el misterio.
Con sus latidos la oscuridad colma los cielos:
De: Animal de ayer, 2018
De noche (5)
También la lluvia entrega sus latidos, más cuando el eco castañea al fondo del camino.
La lengua florece en la duda como hálito del viento.
Donde el horizonte susurra pasos nuevos, antiguas voces trae la brisa.
El río escora sus aguas con el chocar de cada hueso.
De: Animal de ayer, 2018
Felipe García Nació en Bolívar, departamento del Cauca, Colombia, 1973. Es profesor del Programa de Comunicación Social de la Universidad del Cauca. Ha publicado los libros de poesía: Vida de nadie; 1999, Piedra vacía; 2001 y La herida del comienzo; 2003. Premio Internacional de Poesía Encina de la Cañada; Madrid, 1999, Premio Iberoamericano de Poesía "Neruda 2000", Temuco, Chile.