Ahmed Hegazy (Egipto)
Por:
Ahmed Hegazy
Traductor:
Claire Pye
Muerte repentina
Escribí mi número telefónico,
Mi nombre y mi dirección
Si de repente muero
Mis amigos vendrán y me identificarán.
Imagino lo que pasará
Si no vienen.
Me quedaré en la morgue dos largas noches
Temblarán los fríos alambres del teléfono en la noche.
sonará el timbre.
Sin contestación... una... dos veces.
Alguien le dirá a mi madre que estoy muerto
Mi madre, -triste campesina-
¡Cómo caminará sola en la ciudad
Mi dirección en su mano!
¡Cómo pasará la noche a mi lado
En el silencioso salón
Vencida en su soledad
Consolada en la reclusión de su dolor
Sola, meditando
Sobre sus penas ocultas
Tejiendo mi mortaja con negras lágrimas!
Quisiera que mi madre hubiera tatuado el brazo de su hijo
Para que yo no me extraviara
Para que no traicionara a mi padre
Para que mi primera cara no se escondiera bajo la segunda
Cuando veo a hombres y mujeres salir en silencio
Después de pasar dos horas conmigo
Sin cruzar mirada alguna, sin contemplar
otras escenas,
Cuando veo que, en la vida, no hay locura
Y sobre nosotros vuela el pájaro de la quietud
Siento como si de verdad estuviera muerto y yaciera en silencio
Contemplando este mundo agonizante.
Cita en la cueva
No me pidas cita,
mañana nos encontraremos suceda lo que suceda
así como lo hicimos hoy.
La noche me condujo aquí.
Caminaba sin rumbo buscando amigos
y sólo encontré esta cueva.
Sintiéndome perseguido
abusé de ti.
Yo soy este antiguo pastor.
¿Y quién me recuerda?
Después de perder la fe
y volverme hereje,
¿Quién me recuerda?
Sólo la bestia
que silenciosa desgarra mi pecho.
Tus ojos son mi último refugio
escondo mi rostro en tu mirada,
donde la luz es más intensa
espero mi fin.
Tus ojos son yerba y rocío
donde por un momento tiendo mi sombra
antes de seguir mi camino.
No me pidas que te diga mañana
lo que ya te dije hoy
porque trato de olvidar
oh, mi breve amor,
trato de olvidar
para que la luz del día
no me encuentre, ni me conozca,
ni me arranque la máscara del rostro.
Alguna vez fui valiente
pero probé la comida del enemigo
y quedé lisiado.
Alguna vez fui un poeta suave
pero cuando le di a dos palabras distintas un mismo sentido
perdí mi sabiduría, la poesía huyó de mí.
Alguna vez fui amante fiel
pero ahora, despojado de mi alma en el día
me vuelvo un tembloroso fantasma
en las veloces horas de la noche.
Al despertarme solitario
tendido sin fuerza en lo alto de mi sombra
aplastado contra la pared
en el piso de nuestra cueva,
me pregunto, ¿Acabó nuestro tiempo?
Pensé que apenas comenzaba.
Tus ojos son dos palabras jamás pronunciadas.
Al no lograr decirse
se conservan en sí,
dos monjas en sus hábitos negros
esperando en vano la noche de bodas.
Espérame aquí cada noche.
Puedo llegar o nunca llegar.
Es largo nuestro beso,
cálida la noche de nuestra miseria.
Elegía para un artista de circo
En un mundo lleno de equivocación,
Si tu cuerpo delgado,
En un movimiento demasiado rápido o lento,
Se precipitara a la tierra hecho añicos
¿En qué noche… esta u otra…
Merodea tu error?
Se atenúan las luces del techo,
Cesa el público su estrépito,
Y llegas ataviado de luz,
Héroe cabalgante, recorriendo la ciudad
Con tus ojos, despidiéndote de ella,
Clamando el amor del pueblo en noble silencio…
Subes a las primeras cuerdas
Los tambores al ritmo de tus pasos
Colman la arena del tumulto
Y retumban “¡Que empiece la función!”.
¿En qué noche merodea tu error?
Te devoran el terror y la aventura,
Tus pies, tus brazos se reaniman,
Tambalean, se reponen,
Se detienen ante el cañón fatal:
Como serpientes enroscadas,
Como gatos enloquecidos,
Negros, blancos, atacan y retroceden
En el círculo de arena.
Inicias tu arte del terror
Sitúas al público ante el momento de angustia
Vas por la morada de la muerte… arrogante…
audaz
Saltas de cuerda en cuerda
Dejas un refugio, y aún no encuentras otro.
El temor congela los rostros… atentos,
Compasivos, lascivos
Hasta que con calma te detienes,
Alzando las manos ante el público.
¿En qué noche merodea tu error…?
Abajo, pesado de tanto esperar, rumia en la oscuridad,
El indomable monstruo fabuloso.
Resplandeciente como el pavo real
Engañoso como la serpiente
Ágil como el tigre
Majestuoso
Como león al acecho, en el momento de peligro
Mientras prepara el gran salto
Invisible bajo tus pies
Muerde la roca
Espera tu caída
El segundo del cálculo fallido
El lapsus en la improvisación.
Entonces aletea el recuerdo
Buscando cubrir esta repentina desnudez
Venerable, sola.
El orgullo se posa en tu cabeza
Como ave saciada
Ebrio de silencio olvidas el trapecio
Las cuerdas vibran bajo tus pies como
La cuerda de un arco
Un grito apuñala la noche como el cuchillo de un ladrón.
En el centro de todas las cosas
La luz vacila sobre el cuerpo caído,
El pie, el brazo colgando y sin orgullo.
Y sonríes
Como si supieras los secretos
Como si confirmaras la profecía.