Leoncio Bueno (Perú)
Por: Leoncio Bueno
La captura del rayo
La primera vez que transpuse los linderos,
lo hice en compañía de mi abuelo,
viejo hermoso y florido como un jacarandá.
Mansionábamos en los valles del refulgente Sol,
donde nos distinguíamos por nuestros huertos
siempre sembrados con el "palito dulce".
Nunca antes había penetrado las espesuras del monte.
Mi abuelo, gran brujo,
hablaba muchas lenguas, todas las jerigonzas,
conocía la selva y sus secretos como si fuera su mujer.
Mientras hacíamos el fuego me decía:
"Tienes que ser un cazador, si de no,
te cargará el otorongo,
te mearán los zorrinos,
se cagarán en ti los pájaros,
te echarán a pedradas de los huertos,
ninguna mujer acariciará tu miembro
ni detendrás al puma en la mitad del salto.
Toma el hacha, el machete,
dale duro al monte y a las fieras del monte,
mas nunca derribes al hermano del hombre".
Varias lunas recorrimos el monte,
comíamos yucas, mojarrillas, boquichicos y palometas
asadas,
bebíamos el jugo de los "marañones",
y en las noches oscuras
chacchábamos las hojas de la conversación.
El viejo contaba historias, viejas historias de la tribu "Burros con sueño"...
Un día, yo mismo,
decidí aventurarme solo por mi cuenta y riesgo.
Penetré en nuevos montes más sombríos y fieros
habitados por bichos
entrenados en el vil oficio de maltratar al hombre.
Era mi anhelo cumplir un buen trabajo.
Tesón, fuerza y coraje fueron mis herramientas.
Se acercaba la hora de la gran reventazón.
Entonces, cumplí mi triple hazaña:
¡Caza mayor, increíble! - Si el abuelo viviera -
Derribé al rayo,
lo até de pies y manos,
lo encerré en un rectángulo negro, sellado,
con dos cuernos de plomo.
¡Soy el amo del rayo, lo tengo a mi merced,
cogido por el rabo!
Lázaro
A Víctor Mazzi, poeta y obrero de andamio
Pienso entre mi fondo,
aquí donde el viento está bobo
y no llega el murmullo de las cosas,
¡pienso todavía!
Antes, que había sido de mí?
Donde están las voces fraternas?
Habrán niños durmiendo bajo los puentes?
Seguirán adelante la lucha los obreros?
Esta temporánea muerte
debe abonar un germen de futuras rebeldías.
Así será. No importa pudrirme en la mazmorra
Es dichoso estar muerto a medias,
en trance de un mañana decisivo, comprobando
que se proyecta vida a otros más muertos.
La carne me abandona,
pero quédanme fieles las uñas, el coraje
y las ganas crujientes de nuevos alaridos.
En torno de mis huesos
mis ánimos erizan sus fogatas.
No moriré, quiero pegar el último aletazo.
Fuera de mi morada gallinazos estólidos.
Lázaro saldrá. Lázaro vive…. ¡Lázaro!... ¡Lázaro!.....
Carta a mi madre en el día de su cumpleaños
Colonia Penal El Frontón, 17 de mayo de 1954.
Mamá Sara:
Estás leve y anciana,
tus pulmones se encorvan
cual dos águilas ciegas.
¿Hasta cuándo se extiende tu condena?
Desde niña, bajo el mando
de la rígida patrona.
¡Cuántas veces he escuchado
tu sollozo en las penumbras
de las lúgubres cocinas!
¡Que duro nos costó medio vivir!
Pero entonces, eras fuerte campeona,
te incitaban la esperanza
y los destellos de mis ojos cuando niño.
Han pasado muchos años,
años de soledad, de golpes y batallas.
Ahora, soy un hombre,
y por serlo de veras
me han clavado en las rocas.
Y tú madre, prendida a la batea,
hoy te duermes de vejez, de cansancio
en lo mejor de la tarea,
con tu dulce cabeza medio hundida en el agua
como nube de blanco amanecer.
Y pensar que la vida no mejora,
que seguimos crispando los puños por el grano,
que nos tapan la boca con máuseres y plomo,
que lustramos con sangre la faz de los metales.
¡Los patrones siempre quieren ser más ricos!
Por eso estoy fiero,
mi voz, un estallido que se agranda.
Y quisiera hacer algo, ¡arrancar muchas cabezas!
Pero hoy, sólo me salen estos versos,
esta espiga de amor que quiere hacerte joven.
En busca de la felicidad
Un día arrojé a los vientos todas mis vestiduras
mi persona postiza
mi dentadura postiza
me quedé igual que cuando vine al mundo
bailando al son de la zampoña tocada al pie del lago
por un colla
y vinieron a mí los peces y las aguas y las
golondrinas arrechas de la comarca
juntos realizamos las más increíbles orgías
fui tomando mi auténtica figura
mi inconfundible olor
comprendí que la felicidad
consiste en andar completamente desnudo
invadiendo la tierra.
Wayno de Comas
Hablo aquí, en este lugar, atrapado
al alambre de púas del combate social.
Hablo aquí, donde antes no había nada,
siento cada día aumentar mi jaleo.
mi voz, bien subversiva en esta tierra tomada
al impulso de tantos.
Somos 700,000 mil artistas preñados de violencia moderna,
entre ellos, muchos mejores que yo
hablan y escriben vaticinios.
Soy uno de tantos arrimados parábolas en un papel rayado.
Confieso: estoy experto en tomarles la palabra a quienes me rodean,
las tomo, les doy vueltas las meneo,
devuelvo de tal forma que ni los mismos padres reconocen a sus hijas.
Un día la masa dijo ¿somos o no somos?
Tomamos estos cerros, he aquí, se alza una obra grande
enganchada al remolino de la era espacial.
Mañana vendrán historiadores gringos: sociólogos,
psicólogos, antropólogos.
Dirán: “Qué interesante… ¿Koumas ega un paisaje lunag?”
Exacto. Vinieron los hombres de la masa,
no tenían agua para beber
pero sembraron árboles.
Asnografía
Cojo la pluma y nada
cada vez soy más zopenco
Quevedo
Tumbo y retumba pero aun no suena,
ni truena
mi escuálido quirquincho.
Siembro, podo, barbecho. Siembro,
vuelvo a podar, aparejo
sin descanso, mas no veo
crecer mi verdolaga.
Ando, trajino, sudo
la gota gorda hollando
estrambóticos senderos,
y siempre estoy reptando a tientas
lejos de mi propio recoveco.
¿Hasta cuándo no voy a articular mi rebuzno propio?
Hiervo, cocino, aderezo, sirvo
y a la postre cuaja, pero no cuaja
mi propia salsa.
Tiempo ha que machaco y le doy de alma
a esta mollera chúcara
por saborear deveras mi sandía.
Reflexiones ante la cuna
a mi hija Sarita
Esta vida es más piña cada día,
cada día es más ciego este tugúrio,
se encoge y pesa menos nuestro pan;
y estando así las cosas,
te hemos traído al mundo, burbujita.
Qué puedo hacer ahora,
a esta hora,
en que las papas queman
y lejos, por las nubes
vuelan como satélites los garbanazos?
Le daré a mi terca frente
¡Le daré a mi terca frente
contra un muro,
para ver si restalla alguna idea!
Romperme el alma quiero,
pujar, tragarme algunas piedras,
es todo cuanto sé y es cuanto puedo.
Burbujita de mi alma, yo te juro
convertirme en un peón incomparable,
ser de veras un negro en las tareas;
cumplir diez mil, cien mil jornadas sudorosas,
empernarme en mi banco de trabajo
a fin de que tú, siquiera tú!
crezcas buena moza,
distinguida y un poco impertinente;
y vayas, algún día,
a esa vieja casona de San Marcos
a juntarte con centenares de estudiantes
inquietos, talentosos, pendencieros,
desde donde, tal vez, llegue a hacerte oír
y suene tu voz como un rebenque impávido
y digas esas cosas...
que nosotros no sabemos decir por ser tan
rústicos.
Abril de 1957
De Al pie del yunque (1966)
Leoncio Bueno Leoncio Bueno Barrantes nació en 1920, fue peón agrícola y se acercó a las letras por influencia de los trabajadores anarquistas. Viajó a Lima a los 19 años, trabajó como obrero de construcción y textil, mientras se introducía en la literatura, el periodismo y la militancia política. Formó el Grupo Intelectual Primero de Mayo, que organizaba recitales poéticos y publicaba cuadernos de poesía. Publicó los libros de poesía: Al pie del yunque (1966), Pastor de truenos (1968), Invasión poderosa (1970), Rebuzno propio. La dicha de los dinamiteros (1976), La guerra de los runas (1980) y Cantos al sol de Cieneguilla (2014). Recibió el Premio Nacional de Poesía de 1973 y una mención honrosa en el Premio Casa de las Américas (Cuba) en 1975.