Henry Luque Muñoz (Colombia)
Por: Henry Luque Muñoz
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La cobra fue orgullo de Shiva, poderoso dios.
De su enhiesta cabeza aprendió el infeliz
a caminar sin dobleces,
y el palacio de Ambar, a erguir sus torres.
Ahora el tiempo ha reventado el hechizo,
el alcázar está en ruinas y el encantador,
hambriento,
palmotea a la sierpe
y la obliga a danzar por una rupia.
Se consagró el poeta
Se consagró el poeta a observar sus versos,
Los enfrentó a una espada,
A ver cuál lograba mayor dureza,
Más brillo, más afilada maravilla:
Comprendió que los versos se desenfundan como dagas.
Las noches blancas
Las noches blancas descubren el lado oculto de las cosas.
El silencio yace colmado de presagios,
Un talismán me abre el camino.
En cada diente tuyo arde una hoguera que ilumina la eternidad.
En tus ojos abiertos se yergue el color de la maravilla.
Tu cuerpo desnudo es una noche blanca.
Me exhortan a hincarme ante el icono carmesí,
Pero sólo tengo huesos y sombra
Para rendirme ante el hechizo que propagas tú,
Cuerpo construido de premoniciones y de armas de caza.
El paraíso existe. Está en tu nuca.
Abrazado a tu luminosa oscuridad huyo de mi cárcel rodante.
Princesa mía
Princesa mía:
Sólo tú conoces esta desolación adornada de jazmines.
Aleteas sobre los bosques enllamados
Mientras yo me arrastro bajo tierra.
Tu carroza tirada por alazanes que miran como un rey
Danzan en la estepa. El viento es la música
Que seduce mis oídos castigados por el horror.
Tu corona desgastada por la melancolía
Se pasea calladamente por los cielos del otoño.
Diosa, caminas invicta sobre vidrios frotados.
El desvelo ingresó en tu ánima como canción definitiva.
Tras las ventanas se oye el látigo de cinco puntas:
El señor feudal abre grietas en el espinazo de su criado.
En el Estanque de la Libertad hay una mano
Que dibuja versos perfectos en el agua.
Princesa mía, hada de las soledades de Rusia,
En tu estandarte el halcón justiciero vence la punta de la lanza.
Nuestro encuentro en pasadizos ocultos
Vuela hasta hoy en forma de tinta y de nostalgia.
Sobre las cúpulas de oro los pájaros evocan tu nombre.
La sangre que a todo galope viaja por el misterio
Sobrevive tan sólo por haber ingresado
En el país de tus párpados.
Después de acunar tu rostro
Después de acunar tu rostro entre mis manos,
Cuando ya te habías dado a la fuga,
Permanecí largo tiempo
Sin borrar de mis palmas la forma,
Sin trastocar tu frente alta y limpia,
Sin alterar tus cejas, ni tus ojos,
Ni la suave quijada.
Permanecí con tu forma entre mis manos
Para que no se me fugara ese recuerdo.
El viaje es un oficio interior
El viaje es un oficio interior:
Se llega a donde se quiere llegar.
A lo desconocido.
Si todo hombre es una sombra de sí mismo,
El espacio que lo nombra es otra sombra.
Henry Luque Muñoz nació en Bogotá, en (1944, murió en 2005. Fue un poeta y ensayista. Estudió Sociología, con especialización en Historia del Arte, realizó un Máster en Literatura en la Pontificia Universidad Javeriana. Vivió muchos años en Rusia. Formó parte de la Generación sin nombre. Su obra ha sido traducida parcialmente al ruso, inglés, alemán, francés, griego, hindi y portugués. Obra poética: Sol cuello cortado: 1963-1973 (1973); Carta a la paloma de Picasso (1980); Polen de lejanía (1998); Arqueología del silencio (2001). Libros de ensayo: Lo que puede la mirada: 1974-1976 (1977); Tras los clásicos rusos (1986); Dos clásicos rusos (1989); Eduardo Castillo (1989); Panorama antológico de la poesía colombiana : informe final (1994); Prólogo para El destino de un hombre, de Mijaíl Shólojov (1995); El erotismo del cielo: Una introducción a la historia social de la literatura rusa moderna (1999); William Shakespeare: una estética de la noche (2004).