Margaret Randall (Estados Unidos)
Por: Margaret Randall
Salgo afuera
Salgo afuera, al aire de los pinos
una mañana de enero en Nuevo México.
Parada justo entre el confort del hogar
y el rostro rocoso de la montaña
mis ojos se lavan en la familiaridad del asombro.
Cada rama de pluma de apache
cada flor de cactus está iluminada.
Me acarician todos los colores del invierno.
Lentamente, me doy cuenta de mi respiración,
de afuera hacia adentro, de adentro hacia afuera,
tal inmensidad expandiendo y contrayendo los pulmones
en un ritmo fácil.
Pero de pronto el paisaje se torna
las calles llenas de humo de Bagdad.
Y una mujer, quizá de mi misma edad,
quizá idéntica a mí en temperamento y esperanza,
lucha para respirar mientras corre.
Pero no existe para ella lugar seguro.
No existe en esa ciudad de mezquitas
boca arriba, como blanco recientemente pintado,
junto a las aguas del Tigris.
En Bagdad, donde mira la mujer
el humo negro que tose en las puertas
las llamas que succionan las aristas de los edificios
que ya dejaron de ser edificios,
que ya dejaron de ser hogares.
Donde el llanto de un niño no se apaga.
En el resplandor de esta mañana en Nuevo México
otra vez respiro.
No puedo comprender cómo ni por qué
soy capaz de inhalar este aire
y exhalarlo de nuevo.
No lo puedo comprender.
¿Cómo es posible que mi gobierno
en este preciso instante continúa aplastando
a un pueblo a medio mundo de distancia?
Más de 15.000 ataques
es la contabilidad de una noche de noticias
Más de 22.000. Más de 55.0000.
Ahora ni siquiera publican los números
porque los números y el daño no concuerdan.
Y yo acá, entera,
respiro este aire frío y limpio.
Al menos, debería quemarme con esta contaminación
que viaja como el sonido
a su punto de origen.
¿La mujer a quien me asemejo?
Siento su mano sobre la mía.
¿Qué mirarán sus ojos ahora?
¿Algún día seremos hermanas?
Prólogo
Mil-novecientos-treinta y seis. Siempre iba apurada
pero llegaba tarde. Ocho siglos
o diez mil años,
mi pequeña historia sujeta a mi espalda.
La comida llegaba bien envuelta y con su peso exacto,
la protección y el refugio quedaban de excedentes.
Lo mío, lo mío, lo mío
era un mantra que podía cantar
en cualquier estación.
Podía ser quien era
y también otra persona.
Llegaba tarde y también demasiado temprano,
Llegaba a la justicia
antes de su hora,
quien no estaba preparada para recibirme,
su áspero modo de agarrar lastimaba mi mano,
clavaba sus promesas en mi carne.
Haciendo malabarismos con el género
Llegaba temprano y también tarde.
Los niños, el servicio a los demás,
la explosión de mis palabras
sobre roca, sobre pergamino
o flotando en un ciber-nube.
Solo la poesía y el amor se encontraban conmigo
allí donde nos podíamos reír.
Después de tantos comienzos falsos
ellos llegaban enteros y seguros
antes de la meta.
Mi mano coincidía con la huella antigua,
un radio de la existencia
que descansa sobre mis hombros.
Ahora soy la convergencia lunar,
un calendario de esperanzas.
Es el 2018, y descubro
que estoy perfectamente a tiempo.
Pronto desapareceré
junto a toda mi especie
y la tierra
con su reloj sincronizado
despertará en una mañana verde azul
sus ritmos
por un tiempo a salvo.
Traducción de María Vázquez Valdez
La memoria trata de llamarnos la atención
La memoria deambula por la tierra en esta era
de pandemia y de miedo.
Susurra historias de pasadas plagas,
nos hace acordar de holocaustos
y genocidios, nos dice que esto también pasará.
La memoria trata de llamarnos la atención
con libros, canciones, figuras,
incluso con humor, nos asegura
que el contacto amistoso
que hoy extrañamos
mañana va a seguir ahí.
Pero la memoria también está exhausta,
vapuleada por el asedio de
mensajes ambivalentes, libros de historia
con capítulos que faltan,
noticias tendenciosas
y escribas autoproclamados.
Ella insiste en que es tan oportuna como la ciencia
y la esperanza, trata de ocupar su lugar
en la mesa de expertos,
nos hace verla como lo que es
en un momento en que sabe
que se la necesita como nunca.
Escuchemos el llamado de la memoria. Pidamos
a nuestros ancianos que nos cuenten sus cuentos
de hazañas y dolor,
de bondad y relevancia.
Ella va a darles la mano
si ustedes le dan la suya.
Traducción de Sandra Toro
Video: Salgo afuera
Margaret Randall (Nueva York, 1936), es poeta, ensayista, traductora, escritora, fotógrafa, militante feminista y activista social. Ha publicado más de 150 libros de poesía, ensayos y testimonios como Mujeres en la revolución, Los hippies y Las hijas de Sandino. Visor le publicó una conocida antología de poesía beat. Fue cofundadora y xodirectora, Sergio Mondragón, de la renombrada publicación bilingüe El Corno Emplumado/ The Plumed Horn que se mantuvohasta julio de 1968.