Marin Sorescu, Rumania
Por:
Marin Sorescu
Traductor:
Omar Lara
Sombra
Si también nuestra sombra
Pudiera gozar de los cinco sentidos
Viviría mucho mejor
Con ambos corazones a la vez.
Pero desde nosotros a la sombra
Ha ocurrido un largo proceso
De abstracción
Y en ella toda nuestra insensibilidad
Alcanzó el máximo límite.
Algunos hombres
No viven sino con su sombra
Y ni siquiera con ella eterna,
Por turno viven, una voz un ojo.
Una vez una mano.
La gruta
Se corren ciertos rumores
En la gruta,
Que yo, en fin, te he llamado,
Que tú, en fin, respondiste.
Nuestras palabras se encontraron
O se buscan hasta el infinito,
Ya no sabemos cuál es la pregunta,
Ya no sabemos cuál es la respuesta.
Nosotros hemos dado algunos gritos
En el universo,
Las palabras se acechan,
Se cazan,
Se mezclan entre los murciélagos,
Con los huecos de la piedra, del agua,
El bramido crece hasta el infinito,
Veremos al final
Qué resulta.
Ladrones
Tenía un poema que no me dejaba dormir
Y lo mandé al campo
Donde un abuelo.
Después escribí otro
Y se lo envié a mi madre
Para que lo guardase en el desván.
Volví a escribir después unos cuantos
Y con el dolor de mi corazón se los confié a mis parientes
Los que me prometieron cuidarlos bajo palabra de honor.
Y así siempre, para cada nuevo poema,
Se halló también un hombre que lo recibiera,
Pues cada amigo mío
Tiene a la vez un amigo,
Tan bueno como para confiarle el secreto.
Así que ni siquiera yo mismo sé ahora
Dónde se encuentra cierto verso
Y en caso que me atraquen los ladrones,
Por más que me torturen,
Igual no puedo decirles gran cosa, sino
Que ellos están en un sitio seguro,
En este país.
La enfermedad
Médico, siento algo mortal
Allí en algún lugar de mi ser.
Me duelen todos los órganos;
De día me duele el sol,
De noche la luna y las estrellas.
Tengo un dolor en la nube del cielo
La que hasta ahora no había visto
Y despierto por la madrugada
Con una sensación de invierno.
En vano tomé toda clase de medicinas,
Odié y amé, aprendí a leer,
Incluso leí algunos libros,
Hablé con hombres y pensé,
He sido bueno y he sido hermoso…
Con todo esto no puedo mejorar, médico.
Y gasté en esto cantidad de años.
Creo que me he enfermado de muerte
Durante un día:
Cuando nací.
Alma para todo servicio
¡Oh, alma para todo servicio!
Para mirar por la ventana
Hacia la oscuridad,
Para el andar de las mujeres
Y para apreciar la distancia entre dos bichos.
Tal vez abusamos de ti
Utilizándote como un cepillo
Como una esponja
Como una estrella
Como un telescopio
Como un estropajo.
Corroed en el alma como unos topos
A la luz del aire enceguecedor:
¿Con qué garras arañaría la luz,
Y cómo hacer en ella galerías?
Pienso que tú nos perturbas,
Que nos eres demasiado temprano, alma,
Oh, alma para todo servicio.
Simetría
Iba tranquilamente
Cuando de pronto, frente a mí
Surgieron dos caminos:
Uno a la derecha,
Y el otro a la izquierda,
Según todas las reglas de la simetría.
Me quedé inmóvil,
Cerré los ojos,
Estiré los labios,
Tosí,
Y tomé por el de la derecha
(Exactamente el que no debía,
Como se comprobó más adelante).
Caminé por el cómo puede,
Está de más abundar en detalles.
Luego frente a mí se abrieron dos
Precipicios:
Uno a la derecha,
Otro a la izquierda.
Me lancé por el de la izquierda,
sin pestañear, sin siquiera precipitarme,
me lancé con todo por el de la izquierda,
el cual, ay, no era el sembrado con plumas.
A rastras seguí avanzando.
Me arrastré cuanto pude,
Y de pronto, frente a mí
Se abrieron amplios dos caminos.
“¡Yo les enseñaré!” -me dije-
Y me empeñé otra vez por el de la izquierda,
Con hostilidad
Equivocado, muy equivocado, el de la derecha era
El verdadero, el verdadero como se dice, el gran camino.
Y en la primera encrucijada
Me consagré con todo mi ser
Al de la derecha. Y nuevamente
El otro fue el que debí tomar, el otro…
Ahora están por terminarse mis provisiones,
El bastón de mis manos envejeció,
Ya no echa brotes
Para estar a su sombra
Cuando me embarga la desesperación.
Las piedras desgarraron mis tobillos,
Crujen y crujen en mi contra,
Puesto que me he mantenido en una permanente
Equivocación.
Y he aquí que otra vez ante mí se abren
Dos cielos:
Uno a la derecha
El otro a la izquierda.
Marin Sorescu nació el 26 de febrero de 1937, falleció el 8 de dicimbre de 1996, fue un poeta, dramadurgo, novelista y pintor, que participó en el 4º Festival Internacional de Poesía en Medellín. Ocupó el cargo de Ministro de Cultura dentro del Gabinete de Nicolae Văcăroiu, sin ser miembro de ningún partido político, después de la revolución rumana de 1989. Publicó numerosos libros de poemas, y recibió varios premios internacionales de poesía, entre ellos, el Premio de la Academia Rumana, 1968, 1977; La Medalla de Oro de Poesía "Napoli ospite", Italia, 1970; El Premio de la Academia Rumana de Drama, 1970; "Le Muse", otorgado por Accademie delle Muse, Florencia, 1978; Premio Internacional de Poesía "Fernado Riello", Madrid, España, 1983; El Premio Internacional Herder, otorgado por la Universidad de Viena en 1991 por toda su actividad; Premio de la Unión de Escritores Rumanos (seis ocasiones, para poesía, teatro y crítica literaria); También fue nominado al Premio Nobel de Literatura.